¿Y si llega a llover 200 kilómetros más arriba?

makayla10

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Lo peor de la polémica sobre la (nefasta) actuación de las administraciones en la tragedia valenciana no son las certezas, sino las dudas. No deja de rondarme la cabeza la incertidumbre sobre qué hubiera ocurrido si la tromba de agua que anegó Valencia hubiera caído un par de cientos de kilómetros más al norte, sobre el delta del Ebro, ya en territorio catalán. Desconozco los detalles de la orografía de la zona, pero imaginemos que el efecto embudo de la rambla del Poyo, el cañón que concentró el agua sobre la capital valenciana, hubiese tenido lugar sobre Tortosa, o algo más al norte, sobre Tarragona. ¿Habría demorado el Gobierno su intervención para dejar caer sobre los hombros de la Generalitat (catalana, en este caso imaginario) la responsabilidad de la tragedia? ¿Habría aparecido Pedro Sánchez en televisión en pleno colapso y con la cifra de muertos disparándose por horas para decir que 'si quieren ayuda, que la pidan'? ¿Se habría anunciado el envío de un primer destacamento de 500 soldados, más o menos similar al número de policías desplegados en la gala de los Goya? Y una vez movilizado el Ejército ante la evidente magnitud del desastre, ¿Hubiera apartado la ministra de Defensa al Jemad del mando del mayor despliegue militar? Las dudas, en definitiva, se resumen en una única y vergonzante: ¿Habría afrontado el Ejecutivo la situación con más determinación si el escenario hubiera sido Cataluña, gobernada por el PSOE, en lugar de la Comunidad Valenciana, gobernada por el PP?Solo el hecho de que para un amplio número de españoles la suspicacia sea razonable denota la grave crisis de credibilidad en los dirigentes y la falta de confianza en el sentido de la equidad gubernamental. Después de que Pedro Sánchez decidiera sostenerse en el poder a costa del apoyo del independentismo catalán y vasco ha dejado de ser una certidumbre la idea nuclear de que el Gobierno de España busca la mejora de todos los ciudadanos del país, independientemente de su lugar de residencia. Esta idea de abandono –algunos dirían traición– está detrás de la violenta protesta de Paiporta, una queja airada que tenía como poco tanto de agravio como de decepción. A los ciudadanos unos gobernantes ineptos –y tanto los de la Comunidad Valenciana como los de Madrid han demostrarlo serlo– les indigna, pero una discriminación les subleva. Y tras la calamitosa gestión de la crisis de las inundaciones cabe la sospecha de que en algún momento no se mostró todo el interés debido en aras de la estrategia partidista.La última jugada de Sánchez, vinculando las ayudas con la aprobación de los presupuestos, no hace más que acrecentar la sospecha de que no hay ninguna circunstancia, por dramática que sea, que no es utilizada por el presidente de forma interesada. Supone la última humillación para un pueblo, el valenciano, que se siente moneda de cambio en su desgracia.

 

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