Vivienda y familia

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La familia no puede ser considerada como algo de derechas o de izquierdas; hasta dónde sé tanto Marx como Burke vienen de una. Conozco a personas de derechas que han optado por no tener familia y a otras de izquierdas con una numerosa. Igual de ridículo que ver a progresistas criticar el concepto de familia resulta escuchar a conservadores apropiarse de él, como si les correspondiera en exclusiva y los comunistas salieran, qué sé yo, de huevos. Convengamos que el concepto de familia es universal, transversal y neutro. Y, por eso, no es cierto que una política encaminada a defender la familia deba ser considerada, sin más, como algo de derechas: lo será solo si lo hace sobre unas bases económicas concretas, más encaminadas a mejorar estructuralmente los ingresos de los jóvenes –lo cual pasa por incrementar su productividad y por bajarles los impuestos– que sobre unas bases expansivas como son subsidios, ayudas o subvenciones. Por no mencionar que es aberrante subvencionar el nacimiento de un niño como si fuera una ternera .De todos los argumentos expansivos, el peor no es el que se basa en lo moralizante sino el que pretende promocionar la familia por ser lo que más interesa al estado en términos económicos. Faltan niños y, sin ellos, el sistema de pensiones y el estado de bienestar son insostenibles, repiten. Y convendría recordar aquí que un niño no es un medio de producción ni una familia una granja de cotizantes para pagar las pensiones de nadie. Apostar por este razonamiento sería igual que asumir que queremos crear esclavos, personas supeditadas a otras y cuya existencia no es un fin en sí mismo sino algo subsidiario a otra existencia. Este planteamiento puede empeorarse repitiendo que si no hay nacimientos tendremos que importar mano de obra extranjera. Es decir, que como no queremos moros, pues mejor nos ponemos a parir. Ni un argumento ni otro tienen un solo ápice de humanismo.Pero es que ni siquiera creo que las políticas de familia que actúen sobre los ingresos sean deseables, aunque siempre sea interesante ser más productivos y rebajar los impuestos. Hay algo más importante: el papel del Estado no es moralizar , primar una manera de ver la vida o alentarnos a optar por un camino concreto. Su papel es garantizar que cada individuo pueda escoger su propio camino, aquel que libremente, y sin dar explicaciones elija en el ejercicio de su dignidad. El papel de un estado liberal debe limitarse a crear las condiciones necesarias para que cada cual se desarrolle como desee, sin aguantar monsergas por parte de unos ni de otros. Con estos salarios no hay posibilidad de acceder a la vivienda y la opción de la familia se desvanece, por lo que la libertad es solo teórica. La izquierda radical parece haberse apropiado del malestar por la vivienda. Por su parte, la derecha parece refugiarse en el concepto de familia. La realidad es que ambos conceptos son corolarios. El pacto de estado parece la única solución. Abandonen, pues, toda esperanza.

 

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