Vinicius, Areilza y Teresa Ribera

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No hay nada que reviente más al sanchismo que probar su propia medicina. El martes en Bruselas todo estaba preparado para que Teresa Ribera saliera a hombros por la puerta grande del Parlamento Europeo, coronada como la socialista más poderosa de la política continental. Pero las botellas de champán se quedaron en la nevera, como cuando José María de Areilza esperaba en su casa a que el Rey lo llamara para decirle si quería ser su presidente del Gobierno, pero Don Juan Carlos llamó a Adolfo Suárez. O como cuando Vinicius lo tenía todo a punto para beberse el Balón de Oro en una fiesta como sólo saben celebrar los brasileños, pero el nombre que se escuchó en el planeta fue el de Rodri. Me gusta decir que vivir con expectativas muy concretas es invertir en frustraciones, porque la vida es imprevisible. Así, los disgustos mutan en gratas sorpresas. En el caso de Ribera la sangre no ha llegado al río, pero deberá trabajar un poco más: será vicepresidenta, pero no por aclamación y cargará, ya para siempre, con su mala actuación en la DANA. Teresa Ribera es un pilar del sanchismo. Tuvo la visión de hacer de cicerone del hoy presidente del Gobierno cuando éste daba sus primeros pasos en el Congreso. Él se lo agradeció después nombrándola ministra de Transición Ecológica y ella supo izar con convicción radical una de las banderas ideológicas de la izquierda: la lucha contra el cambio climático. Y Sánchez se lo vuelve a agradecer ahora postulándola para un puestazo de esos rimbombantes que no caben en la tarjeta de visita. Todo estaba preparado, pero en las horas previas al examen a comisaria todo se empezó a torcer. En el Europarlamento no se había vivido nada igual. La sala estaba a rebosar y el presidente inauguró diciendo: «El ambiente está que arde». ¿Por qué? Porque Feijóo había decidido que no podía aceptar que la catástrofe de la DANA se cargara exclusivamente sobre los hombros de Carlos Mazón. En Génova entendieron que la proclamación de Ribera era liberarla con el voto del PP de toda responsabilidad. Y Feijóo decidió jugar con las armas que habitualmente utiliza Pedro Sánchez: rompiendo la baraja, llevando lo local a Europa, convenciendo a los parlamentarios europeos de que le dieran patadas en el tobillo a la candidata. El enfado se percibía en los socialistas, descolocados, pero haciéndose los dignos: «El PP está embarrando y en Europa está mal visto hablar de temas locales». Son pataletas de perdedor, las mismas que le reprochamos al PP cuando Sánchez le cuela una tras otra con sus tácticas de buscavidas. nomecites_0712A diferencia de Areilza y Vinicius, Ribera aún tiene opciones. Pero deberá cargar, ya para siempre, con la pesada mochila de su responsabilidad ante la mayor catástrofe natural en décadas. Y los socialistas deben aprender a no lloriquear cuando el de enfrente es más listo y les inyecta su propia medicina. La ventaja de Ribera es que el champán no caduca.

 

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