felix.kertzmann
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Cunde por ahí una Navidad fija y cruda, la Navidad del deshauciado, la Navidad de quien aguanta la biografía hundida, y sólo va a brindar con el silencio sólido, a media intemperie, o bien cubriéndose el corazón aterido con tres jirones de cartonaje, que son la sastrería del desesperado. No sólo prospera una tribu dispersa y creciente de mendigos en la ciudad, sino una copa ancha de gentío novedoso, que anteayer tenía trabajo, y hoy va a las colas del hambre, a por el menú de náufrago . Les titulan clase media en los telediarios. Estamos muy enredados en resolver el cuadrante de familiares y allegados, para las fiestas, pero por ahí sigue preocupando el hostal a cielo abierto de los que no tienen más privilegio, o sorpresa, que pillar pronto un bocadillo, si el transeúnte se enrolla, o si acuden a Cáritas. En Madrid, por el centro de espumillón, malviven algunas colonias de mendigos. Parece asunto navideño, este del mendigo, pero es pena de más atrás, porque España, en general, y Madrid, en particular, perseveran en esta amarga estampa. Viven estas gentes bajo el abrazo del daño, estiran media manta de orfandad, como ajuar urgente, y una litrona de zumo, para ir tirando. He visto mendigos que te dan las buenas noches en inglés. Se aprecia enseguida que estas gentes pobres no tienen más que el clima duro y abierto, la barba de presidio, la desesperanza estable, y un reloj que aguanta hasta la hora de irse al comedor social de Cáritas, a pillar la sopa caliente del frío interior. Se preparan, ya, unas colas de gentes que llevan poco empleo en la necesidad. Hay mucho solitario que no pondrá árbol de Navidad , porque el árbol de Navidad es el propio espíritu sin salud ni adorno, que les abunda por dentro. Y no sólo ahora, sino durante todo el año. La ciudad se ha vuelto a cargar, cinematográficamente, de esa nocturna intimidad de bombillas encendidas que es la Navidad. Hay relente, y un sol de fiesta en el día. Para algunos, la Navidad es algo que sucedió en el pasado. Para ellos va este villancico.
Ángel Antonio Herrera: Villancico de intemperie
Viven estas gentes bajo el abrazo del daño, estiran media manta de orfandad, como ajuar urgente
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