Verdades fragmentadas: Estados Unidos en tiempos de conflicto visto por Peter van Agtmael

thiel.violet

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Cuenta Peter van Agtmael (Washington D.C., 1981) que “creció beneficiándose del sueño americano y con pocos motivos para cuestionarlo”. Así, las historias con final feliz que contaba su abuelo, un excombatiente de las fuerzas armadas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, estimularon su niñez. Tenía nueve años cuando su país entró en guerra por primera vez con Irak y, fascinado, recortaría y atesoraría un diagrama publicado en la prensa que describía el arsenal armamentístico desplegado por el ejército de su país. Más tarde se graduaría en Historia por la Universidad de Yale. Sin embargo, no fue hasta 2006, cuando en Irak, en la parte trasera de un vehículo blindado o en el comedor del cuartel, hablando con soldados de lugares de los que nunca había oído hablar, comenzó “a entender” que pasaba en su propio país.

‘Asalto nocturno. Rawa, Irak’ (2006).
‘Raymond Hubbard, que perdió una pierna durante un ataque en Irak, juega a 'La guerra de las galaxias' con sus hijos Bray y Riley. Darsen, Wisconsin’ (2007).
‘Antes de una emboscada. Mian Poshteh, Helmand, Afganistán’ (2009).
‘Jennie Taylor eligiendo la lápida de su marido Brent, muerto a manos de un soldado afgano durante un ataque. Jennie dijo que supo que Brent estaba muerto cuando llegó al cuartel y nadie la miraba a los ojos. North Ogden, Utah’ (2019).
‘Desfile de Segunda Línea en Nueva Orleans, Louisiana’ (2012).
‘Semana de la Flota. Feria de armas, Washington. D. C.’ (2018).
‘Adnan Thanon Younis  quedó ciego tras la explosión de una mina en Mosul. Erbil, Irak’ (2017).
‘La policía en busca de compradores de droga, Baltimore, Maryland’ (2019).
‘Mitin de Trump, Montoursville, Pensilvania’ (2019).
‘Cup Food, el establecimiento donde mataron a George Floyd. Minneapolis, Minnesota’ (2020).
‘Booby Henline. Houston, Tejas’ (2013).
Portada de 'Look at the USA', de Peter van Agtmael. Editorial THAMES & HUDSON.

Por aquel entonces ya había descubierto lo que describe como “una conexión casi mística con el medio fotográfico. Supe que este era mi camino. Una herramienta que en principio llegaba a mí con un fin práctico se convertiría en algo espiritual”, asegura durante una videoconferencia desde su domicilio en París. “Hoy sigo encontrando en la fotografía esa especie de alquimia, que encuentro mágica”. De ahí brota, sin duda, ese enfoque documental y emocional, donde cada imagen da pie a un relato más amplio sobre la condición humana. Así como la habilidad del autor para encontrar la dignidad y la ternura al lado de la violencia más explicita, y revelar la humanidad y la vulnerabilidad en medio del caos. Características que dan forma a su última publicación, Look at the U.S.A.: A Diary at Home and War, una rotunda y desasosegante recopilación de imágenes realizadas en la América posterior al 11-S, donde se entrelazan las imágenes realizadas en Irak y Afganistán con otras de la vida cotidiana en su país.

“La historia es siempre una historia de violencia de camino hacia el triunfo”, advierte el fotógrafo en el texto introductorio. Una violencia que bajo su mirada no presenta de manera frontal, sino confrontando al lector tanto con las cicatrices visibles como con las invisibles; con el trauma, con la realidad que enmascara todo conflicto bélico. Como lo hace la imagen de la viuda del Sargento Seth Ricketts, muerto en servicio, quien trata de despertar de la siesta a su hijo, ya vestido de traje para asistir al funeral de su padre en Corinth, Misisipi, o los rostros velados por la oscuridad de dos mujeres en Mosul, mientras los soldados americanos inspeccionan su propiedad. “¿Deslegitimar la violencia?, no estoy muy seguro de que mi fotografía vaya por ahí”, explica el fotógrafo. “Estamos hablando de fuerzas mucho más poderosas que uno mismo. Me interesa comprender a la gente, a mi sociedad en este momento actual. Con frecuencia me viene a la memoria una crónica de la guerra del Vietnam, donde un nuevo corresponsal llega al país asiático convencido de que ha llegado para ‘eliminar el romanticismo de la guerra’. A lo que uno de los fotógrafos allí presentes y más veteranos le responde que sería como pretender eliminar el romanticismo de los Rolling Stones o de los Beatles. Es imposible. Es algo inherente. Deslegitimar la guerra está por encima de mis capacidades, pero creo que puedo ser honesto en cuanto a lo que significa para mí”.

‘Booby Henline. Houston, Tejas’ (2013).

El libro se presenta como una narración compuesta por muchas capas. Un conjunto de imágenes fracturado, en ocasiones disonante y caótico, como las propias guerras, donde los soldados mutilados, los emigrantes, las campañas de Trump, las divisiones de clase y raciales apuntan a las heridas y tensiones subyacentes de una América en tiempos difíciles. Trata temas que, aunque recurrentes, de alguna forma se resisten a una crítica más abierta. Un camino que transcurre en paralelo por el emprendido por el propio autor, quien descubre también sus propias cicatrices, y sus propios errores, mientras ofrece un relato, casi en forma de diario, que al tiempo cuestiona distintos aspectos del ejercicio del fotoperiodismo. “Siempre he querido que el lector sepa quién le está mostrando la información, y cómo llego a ella; sus tropiezos y fallos en el camino. Es una manera de sentir que estoy siendo honesto. He comprobado que la gente reacciona a este tipo de cosas. En cierto modo, responde más a lo personal que a lo periodístico, algo que no deja decepcionarme”.

“Cuanto más tiempo pasaba en Estados Unidos, más veía la violencia intergeneracional y sistémica que componía el telón de fondo de toda nuestra historia”

“¿Cuántas fotos del frente necesitaba para contar una historia sobre la guerra?”, escribe Van Agtmael. “¿Qué historia intentaba contar? Cuanto más tiempo pasaba en Estados Unidos, más veía la violencia intergeneracional y sistémica que componía el telón de fondo de toda nuestra historia”.

‘Cup Food, el establecimiento donde mataron a George Floyd. Minneapolis, Minnesota’ (2020).

Hubo un momento en que el fotógrafo comprendió que para contar la guerra necesitaba incorporar imágenes de la vida cotidiana. “Cada vez que regresaba a mi país y mostraba mis imágenes a mi familia y a mis amigos, sabía que no conseguirían ver lo que yo quería mostrar si no les ofrecía un punto de referencia más claro. Este debía venir de situaciones más familiares”. Tardaría más de año y medio en dar con la fórmula adecuada para secuenciar el libro. “Uno tiene que escuchar qué cuentan las imágenes, más que secuenciarlas por lo que quiere que cuenten; pero en este caso era necesario ajustarse al ritmo diarístico impuesto por el texto. Dada la gran cantidad de historia que estaba cubriendo, la variedad de temas a tratar, consideré que ese método en cierta forma cronológico era el más adecuado”.

“Sé que si he encontrado alguna verdad, es que todo el mundo tiene su propia verdad. Hay muchas cosas que se quedan fuera de esta”, concluirá Van Agtmael al final del libro. Hoy, cuando su obsesión por cubrir los acontecimientos ya no es tan compulsiva, y reside en París, el fotógrafo puede observar con más serenidad a su tierra desde la distancia. “Vivir fuera me ha ayudado a ver tanto la violencia del caos político como a apreciar de forma profunda cosas que daba por sentado”, reconoce el fotógrafo. “Mi amor por Nueva York, por el campo, por la apertura de mente y la inocencia que también se encuentran en mi país. Todo eso sigue ahí. La rabia es muchas veces una forma de enmascarar la tristeza. Hubo un momento en que las cosas que amaba de América se perdieron y ahora tengo una mayor apreciación de ellas. Lo que no quiere decir que mis conclusiones generales hayan cambiado, pero ha sido bueno reconstruir mi relación con mi país”.

Look at the U.S.A.: A Diary at Home and War. Peter van Agtmael. Thames & Hudson, 2024. 352 páginas. 48 euros.

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