‘Verano en rojo’: pederastia pero, sobre todo, acción

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27 Sep 2024
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El tema es sórdido. Y lo peor es que no fue creado por inventores de ficciones, de gente con afición al terror que diseñaba monstruos y víctimas indefensas al relatar historias. Esa bestialidad se practicó impunemente en la vida real durante infinito tiempo. Esa práctica salvaje, ese abuso intolerable, esas violaciones clandestinas y sistemáticas, ocurrieron ancestralmente en la Iglesia. Lo hicieron porque les gustaba pero, ante todo, porque podían.

Hablo de los incontables casos de pederastia ejercidos por demasiados curas, buitres ensotanados y provistos de inagotable hambre sexual hacia los débiles, niños a los que presuntamente debían cuidar, enseñar y educar. Y cuando después de tanto tiempo algunos de los antiguos masacrados confesaron la barbarie que habían sufrido en su infancia o adolescencia y los medios de comunicación investigaron esos crímenes, chocaron con el silencio o la negación de los gerifaltes de ese negocio eternamente sabroso llamado Iglesia. Ante la incontestable realidad de esos curas depredadores les cambiaron de parroquia, de colegios, de ciudad e incluso de país. E imagino que cuando sus aficiones eróticas perduraron, pretendieron que se las tragara el olvido. Pero parece ser que ahora lo tienen crudo. Muchos torturados y sodomizados están narrando el viejo infierno que les machacó.

El cine se ha acercado venturosamente al tema con dos películas terribles y excepcionales. Fueron la chilena El club, dirigida por Pablo Larraín y la estadounidense Spotlight, dirigida por Thomas McCarthy. Una habla del retiro a una geografía desolada y la forzada convivencia en una casa de un grupo de antiguos depredadores. La otra de la investigación del periódico The Boston Globe sobre víctimas y verdugos a lo largo del tiempo en su muy hipócrita ciudad, con los grandes poderes mirando para otra parte o protegiendo a los culpables.

Como el asqueroso fenómeno ha sido universal, imagino que todas las cinematografías se ocuparan de él. Esperemos que lo hagan con cierto arte, con inteligencia y complejidad ajenos al panfleto previsible, al sectarismo bobo. No he leído la novela de Berna González Harbour que pone en imágenes Verano en rojo. No puedo establecer comparaciones. Aunque el telón de fondo sea la pederastia curil, aquí una policía que siente respeto por la profesionalidad y un periodista inmerso en el naufragio personal y a punto de desahucio en su trabajo (aunque no entiendo que su cabeza y su físico puedan currar tanto en permanente compañía del alcohol) siguen las pistas de dos asesinatos sin conexiones aparentes. Husmeando laboriosamente, y adentrándose en el pasado, encontrarán pistas que aseguran que los crímenes actuales vienen de heridas y traumas de infancia, de sucesos capaces de trastornar a perpetuidad la personalidad de la víctima.

Pero la intriga no se centra en esa vieja tortura. Pretende ser una película policíaca, cine de acción y de suspense. Y posee cierta solvencia, está bien rodada, se ve y se escucha sin la tentación de mirar el reloj, es cine digno. La dirige Belén Macías. Sé que ha rodado varias películas y que ha trabajado frecuentemente en series de televisión. Pero al repasar su filmografía descubro algo tan extraño en mi oficio como no haber visto nada de lo que ha hecho. Verano en rojo demuestra competencia.

Marta Nieto es una actriz atractiva y sobria, sin ninguna huella de histrionismo, de pasote. Y no recuerdo ninguna película en la que aparezca el excelente Luis Callejo en la que no me crea su actuación. Siempre tiene un punto inquietante.

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