¡Vaya saleazo!

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La última semana de noviembre de 2024 arrancó con el «recalentamiento» de algunos casos de presunta corrupción que afectaban a miembros del PSOE, y se cerró con el Congreso Federal del Partido en Sevilla. Víctor de Aldama, al que los medios se refieren como el intercesor/conseguidor, «nexo corruptor», «presunto conseguidor»… del conocido como «caso Koldo/Ábalos», se había decidido a «tirar de la manta» y airear pagos y mordidas a varios ministros, lo que acabó por implicar al propio Presidente del Gobierno. Se esperaba que éste aprovecharía su anunciada comparecencia del día 25 -en que iba a informar de la sustitución de la Vicepresidenta Teresa Ribera- para referirse a lo que venía acaparando la atención de todo el mundo, por lo que me planté ante el televisor, cuando ya los tertulianos llevaban un rato haciendo cábalas sobre lo que diría. Pues no, en su breve intervención, ni media palabra. Así que, antes de que los participantes en el debate televisivo dieran rienda suelta a su «decepción», se me escapó –y, pese a encontrarme solo, en voz alta- un espontáneo «¡vaya saleazo!».Hacía mucho tiempo que no salía de mi boca tal expresión, oída habitualmente en mi infancia -transcurrida en el pueblo sevillano de Martín de la Jara-, casi siempre en frases exclamativas: «¡{qué, vaya, menudo…} saleazo [me he llevado]!»). No figura en los diccionarios generales, y sólo la he encontrado en el pionero 'Vocabulario andaluz 'de A. Alcalá Venceslada (1934, y publicado por la RAE en 1951), como zaleazo ´caída grande´ («prov. de Sevilla») y –escrita saleazo- en 'El habla de Málaga' (1997), de A. del Pozo (única fuente aducida por el Tesoro léxico de las hablas andaluzas), con el significado de ´golpe, porrazo´, muy alejado del que, para mí, tenía (y tiene). He pedido ayuda al académico P. Álvarez de Miranda, quien ha hallado pocos testimonios, y no da con su etimología, por lo que sólo cabe aventurarse acerca de la posibilidad de una relación entre el «golpe» físico y el figurado («chasco»), ya que toda «frustración» algo tiene de «topetazo» o «encontronazo», sobre todo si, como suele ocurrir, sobreviene «de golpe [no ´de fortuna´] y porrazo». Más arriesgado todavía me parece establecer una conexión semántica entre un «guarrazo» (que sí está en el Diccionario académico), y la ´sorpresa inesperada´ (no precisamente grata) de «saleazo». Y casi descabelladas las elucubraciones basadas en la coincidencia del sufijo -azo, porque ¿qué decir de pedazo, cochazo, lechazo, sablazo -´el que saca dinero a otro´muy distanciado de ´golpe que se da con el sable´-, dedazo (recién admitido en el Diccionario académico), etc.? Un sondeo de urgencia entre familiares y amigos que viven en la provincia malagueña me confirma que casi nadie usa saleazo/zaleazo, y parece que sólo es (o ha sido) conocida en pueblos del interior.Nada tiene de excepcional que un vocablo de empleo corriente acabe con el tiempo fuera de la circulación, si bien, como tantos otros casos, no ha caído en el «olvido» total. Precisamente en Málaga, hay un «Burguer Asador» denominado «El Saleazo», en el que, pese a publicitarse como «restaurante de comida española y americana», se sirven sobre todo «bocatas», «camperos» (el llamado «saleazo» es, cómo no, el más demandado), hamburguesas, perritos y pizzas. Pregunté a quienes lo regentan por qué habían bautizado así el establecimiento, y no supieron darme una respuesta fiable. Confieso que desconocer su origen, trayectoria y difusión, antes de caer en desuso, acentúa en quienes hemos utilizado la palabra la sensación de haber «perdido» algo de nuestra vividura personal. Que nada es simple en cualquier actuación lingüística se debe, entre otras razones, a que varían notablemente las posibilidades de «elección» de los hablantes. Si califiqué de «saleazo» la ausencia de alusión por parte de P. Sánchez a una información esperada, no fue porque me sintiera desengañado o frustrado, dadas su bien conocida habilidad para desenvolverse en situaciones adversas y su pericia para envolver el sentido de las palabras. Lo que de verdad me hubiera extrañado es que el Presidente «entrara al trapo» con una declaración que de inmediato se habría vuelto en su contra. No niego que me vi algo «burlado» o «chasqueado», aunque no tanto como los «profesionales» del debate televisivo, que sí están muy baqueteados a la hora de opinar. En el entorno rural y «pueblerino» en que crecí se tildaba de «saleazo» todo fiasco o contrariedad, ya que ni estos vocablos ni los otros que vengo utilizando (decepción, frustración, desengaño…), cercanos pero ni mucho menos sinónimos, podían hacerle competencia, ya que ninguno formaba parte del vocabulario (ni siquiera del pasivo) de los hablantes.Por supuesto, no tengo la menor intención (sería una pretensión inútil) de luchar por la «resurrección» de un vocablo olvidado que «me salió» de dentro como un desahogo. Y el que Pedro Sánchez saliera reelegido por más del 90% de los votos en un Congreso Federal en el que todos se esforzaron en mostrar que el partido gozaba de excelente salud y se encontraba más unido y limpio que nunca, fue la más clara prueba de que no había que llevarse «saleazo» alguno por su silencio.SOBRE EL AUTOR ANTONIO NARBONA Catedrático emérito de la Universidad de Sevilla y vicedirector de la RASBL

 

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