oberbrunner.jayme
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Tiene mucho mérito Roca Rey por su facilidad para conectar con los tendidos, por su valor deslumbrante, por su forma de ejecutar la suerte suprema… pero evidencia, también, algunos defectos preocupantes, como su concepto cada vez más superficial del toreo y su quehacer desordenado, insustancial y tremendista.
Como ya sucediera el año pasado, ha arrebatado al público del Pamplona, cortó tres orejas y salió a hombros, y quizá lo hizo con justicia porque divirtió, y de qué modo, a estos tendidos tan festivos; pero cuando citó con ambas manos a dos toros codiciosos y nobles lo hizo aliviado, ventajista y vulgar; dio muchos pases, pero toreó muy poco, y ni siquiera se lo reconocieron sus muchos admiradores sanfermineros.
Pero Roca cultiva muy bien sus condiciones positivas. La primera, la actitud. Sale al ruedo a por todas, a jugarse la vida, que no es poco. Su primero era el toro con la arboladura más espectacular de esta y de muchas ferias. Había que ser muy torero para asentar las zapatillas ante semejantes pitones. Y Roca lo hizo. A ese primer toro lo recibió con un manojo de limpias verónicas y un quite por ceñidas saltilleras. Y comenzó la faena de muleta de rodillas en el centro del anillo para pasarse al toro por la espalda en dos ocasiones y trazar cuatro meritorios y largos derechazos. No es necesario indicar que esa demostración de valor fue más que suficiente para un público totalmente entregado con el peruano. Lo que vino después fue otro cantar: tres tandas por la derecha y dos por la izquierda despegadas, aliviadas y carentes de hondura, toreo amontonado y prescindible; después, un arrimón para calentar de nuevo a la parroquia y, eso sí, se tiró a matar con una tremenda verdad entre los dos astifinos pitones que daban miedo desde lejos.
Ante el quinto, menos lucido y más soso que el anterior, pero noble y codicioso también, optó por un circular invertido y mostrarse firme y cercano ante los pitones cuando comprendió que sus pases carecían de contenido. Pero, otra vez, a la hora de matar, un cañón, una gran estocada que le valió una tercera oreja.
Dos cortó Tomás Rufo, y de sus manos salió el mejor toreo de la tarde. Le hicieron menos caso que a Roca porque es menos apasionado y de semblante más severo, pero se colocó mejor y sus muletazos despaciosos, largos, templados y ceñidos al tercero de la tarde destilaron aroma y hondura. También comenzó de rodillas, como es preceptivo en esta plaza, con cuatro meritorios derechazos y un circular completo de gran torería, y acabó con manoletinas. El toro más deslucido fue el sexto, y no se amilanó Rufo ante el genio de un oponente que se negó a colaborar. Lo sometió con poderío, le robó algunos muletazos de interés, siempre cruzado, pero mató mal y se quedó sin trofeo.
Y abrió plaza Miguel Ángel Perera, solvente, firme, seguro, frío y despegado en su primero toro, tan válido como los cuatro siguientes. Curiosamente, se mostró más lúcido ante el cuarto, que soltaba la cara y parecía más dificultoso de lo que después fue gracias al mando del veterano torero. Perera le bajó las manos y lo enseñó a embestir, hasta el punto de firmar un par de buenas tandas de naturales en el contexto de una faena muy larga, que acabó con tres circulares y un aviso antes de entrar a matar.
¿Y los toros? Fuente Ymbro presentó una corrida de intachable presencia, complicada para el toreo de capa, muy desigual en varas -mansearon de forma descarada-, pero los cinco primeros derrocharon casta y nobleza en el tercio de muleta. Es evidente que lo ganaderos de hoy no seleccionan para el tercio de picar, sino para el disfrute, cuando lo hay, de los toreros.
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Como ya sucediera el año pasado, ha arrebatado al público del Pamplona, cortó tres orejas y salió a hombros, y quizá lo hizo con justicia porque divirtió, y de qué modo, a estos tendidos tan festivos; pero cuando citó con ambas manos a dos toros codiciosos y nobles lo hizo aliviado, ventajista y vulgar; dio muchos pases, pero toreó muy poco, y ni siquiera se lo reconocieron sus muchos admiradores sanfermineros.
Pero Roca cultiva muy bien sus condiciones positivas. La primera, la actitud. Sale al ruedo a por todas, a jugarse la vida, que no es poco. Su primero era el toro con la arboladura más espectacular de esta y de muchas ferias. Había que ser muy torero para asentar las zapatillas ante semejantes pitones. Y Roca lo hizo. A ese primer toro lo recibió con un manojo de limpias verónicas y un quite por ceñidas saltilleras. Y comenzó la faena de muleta de rodillas en el centro del anillo para pasarse al toro por la espalda en dos ocasiones y trazar cuatro meritorios y largos derechazos. No es necesario indicar que esa demostración de valor fue más que suficiente para un público totalmente entregado con el peruano. Lo que vino después fue otro cantar: tres tandas por la derecha y dos por la izquierda despegadas, aliviadas y carentes de hondura, toreo amontonado y prescindible; después, un arrimón para calentar de nuevo a la parroquia y, eso sí, se tiró a matar con una tremenda verdad entre los dos astifinos pitones que daban miedo desde lejos.
Ante el quinto, menos lucido y más soso que el anterior, pero noble y codicioso también, optó por un circular invertido y mostrarse firme y cercano ante los pitones cuando comprendió que sus pases carecían de contenido. Pero, otra vez, a la hora de matar, un cañón, una gran estocada que le valió una tercera oreja.
Dos cortó Tomás Rufo, y de sus manos salió el mejor toreo de la tarde. Le hicieron menos caso que a Roca porque es menos apasionado y de semblante más severo, pero se colocó mejor y sus muletazos despaciosos, largos, templados y ceñidos al tercero de la tarde destilaron aroma y hondura. También comenzó de rodillas, como es preceptivo en esta plaza, con cuatro meritorios derechazos y un circular completo de gran torería, y acabó con manoletinas. El toro más deslucido fue el sexto, y no se amilanó Rufo ante el genio de un oponente que se negó a colaborar. Lo sometió con poderío, le robó algunos muletazos de interés, siempre cruzado, pero mató mal y se quedó sin trofeo.
Y abrió plaza Miguel Ángel Perera, solvente, firme, seguro, frío y despegado en su primero toro, tan válido como los cuatro siguientes. Curiosamente, se mostró más lúcido ante el cuarto, que soltaba la cara y parecía más dificultoso de lo que después fue gracias al mando del veterano torero. Perera le bajó las manos y lo enseñó a embestir, hasta el punto de firmar un par de buenas tandas de naturales en el contexto de una faena muy larga, que acabó con tres circulares y un aviso antes de entrar a matar.
¿Y los toros? Fuente Ymbro presentó una corrida de intachable presencia, complicada para el toreo de capa, muy desigual en varas -mansearon de forma descarada-, pero los cinco primeros derrocharon casta y nobleza en el tercio de muleta. Es evidente que lo ganaderos de hoy no seleccionan para el tercio de picar, sino para el disfrute, cuando lo hay, de los toreros.
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Valeroso e insustancial Roca Rey
El peruano (tres orejas) y Tomás Rufo (dos) salieron por la puerta grande, y otro trofeo paseó Perera ante una corrida de Fuente Ymbro muy bien presentada, mansa en varas y noble y encastada en el tercio final
elpais.com