Kacie_Marquardt
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El pasado lunes llegaba una de esas noticias sobre el mundo de los videojuegos que podríamos calificar de “técnicas”: no era sobre una obra (una noticia impactante o una crítica de un gran juego, por ejemplo) sino sobre un dispositivo, así que no levantó tanto ruido como debía. Porque el caso es que puede tener consecuencias impredecibles: resulta que las gafas de realidad virtual de la PlayStation (las PSVR2) podrán usarse en ordenador para jugar juegos de PC.
Se comprende. Las ventas de las gafas de realidad virtual no fueron las esperadas. No por el dispositivo en sí, sino por la falta de oferta lúdica: la industria no genera todos los juegos ni todo lo buenos que deberían ser en realidad virtual. Vistas las ventas, Sony se encontró con una verdad y una duda. La verdad, incuestionable, es que tenían un dispositivo en VR muy solvente y a muy buen precio. La duda era si se abrirían a que se pudiera usar en un soporte que no fuera la PS5. En fin, la duda está resuelta: adaptador de 59,99€ mediante, se podrá.
Y ojo, esto no quiere decir que, por ejemplo, podamos jugar juegos de la plataforma digital Steam en una PS5, sino que se podrá usar un ordenador para jugar juegos de realidad virtual con las PSVR2. El matiz es importante: ni en las noticias ni en la tecnología funciona la propiedad conmutativa, por lo que usar las VR para jugar a juegos de ordenador relega al aparato de Sony (excelente, todo hay que decirlo) a accesorio de los juegos de PC.
Visto como movimiento único, este movimiento tiene su importancia. Pero visto en su conjunto es más interesante aún. Tras los recientes movimientos de Microsoft, que se aviene a sacar juegos en PS5 y Switch; tras no cumplirse las expectativas de ventas de la última generación de consolas de sobremesa; tras la apertura de Sony a hacer ports de sus juegos para PC, este nuevo paso señala un futuro donde las barreras entre consolas y empresas serán porosas; donde las compañías dedicarán menos esfuerzos en ganar la batalla empresarial y más en llegar cualquier lugar que puedan, expandiendo sus opciones de llegar al consumidor de una forma que hasta hace unos meses era impensable.
Fundido a negro.
En una columna del viernes titulada Me gustaría no pensar que Biden va a perder, el escritor Richard Ford (premio Princesa de Asturias de la Letras 2016), analizaba la situación política de su país, Estados Unidos. En un párrafo de su escrito, Ford espantaba los temores a una guerra civil en EE UU (para él, una posibilidad completamente infundada). Para reafirmarlo, escribía: “Estos días son especialmente proclives a los extremos retóricos (…). En mi opinión, si la gente está realmente atemorizada, será con el miedo que se siente ante una película de terror o jugando a Resident Evil 4″.
Richard Ford, que tiene 80 años, conoce como cualquiera el impacto que tienen los videojuegos en el mundo. Pero el hecho de que no hable de un juego más conocido o que tenga una adaptación audiovisual reciente que lo haya vuelto plenamente mainstream (The Last of Us, por ejemplo) y de que especifique que es la cuarta entrega, hace pensar que quizá Ford conoce bien (o incluso ha jugado) al Resident Evil 4, uno de los mejores juegos de siempre y cuyo remake fue uno de los mejores juegos del año pasado.
Las dos noticias parece que no tienen nada que ver, pero Sony (por estrategia empresarial), y Ford (por referencia cultural) hacen en el fondo lo mismo: ampliar los horizontes del videojuego y consolidarlo como presencia ineludible del ecosistema creativo. Y por cerrar el círculo: el mejor juego que existe para realidad virtual es Half Life Alyx, un juego de Steam difícil de jugar por el precio que hasta ahora tenían las gafas, pero que con las PSVR2 será accesible para un montón de nuevos jugadores. El mejor es Half Life Alyx, decíamos, pero el segundo mejor es precisamente la adaptación que en 2021 se hizo a realidad virtual del Resident Evil 4. ¿Se referiría Ford a esa adaptación tridimensional? ¿Habrá sido esa la que quizá ha jugado el escritor? Por soñar que no quede.
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Se comprende. Las ventas de las gafas de realidad virtual no fueron las esperadas. No por el dispositivo en sí, sino por la falta de oferta lúdica: la industria no genera todos los juegos ni todo lo buenos que deberían ser en realidad virtual. Vistas las ventas, Sony se encontró con una verdad y una duda. La verdad, incuestionable, es que tenían un dispositivo en VR muy solvente y a muy buen precio. La duda era si se abrirían a que se pudiera usar en un soporte que no fuera la PS5. En fin, la duda está resuelta: adaptador de 59,99€ mediante, se podrá.
Y ojo, esto no quiere decir que, por ejemplo, podamos jugar juegos de la plataforma digital Steam en una PS5, sino que se podrá usar un ordenador para jugar juegos de realidad virtual con las PSVR2. El matiz es importante: ni en las noticias ni en la tecnología funciona la propiedad conmutativa, por lo que usar las VR para jugar a juegos de ordenador relega al aparato de Sony (excelente, todo hay que decirlo) a accesorio de los juegos de PC.
Visto como movimiento único, este movimiento tiene su importancia. Pero visto en su conjunto es más interesante aún. Tras los recientes movimientos de Microsoft, que se aviene a sacar juegos en PS5 y Switch; tras no cumplirse las expectativas de ventas de la última generación de consolas de sobremesa; tras la apertura de Sony a hacer ports de sus juegos para PC, este nuevo paso señala un futuro donde las barreras entre consolas y empresas serán porosas; donde las compañías dedicarán menos esfuerzos en ganar la batalla empresarial y más en llegar cualquier lugar que puedan, expandiendo sus opciones de llegar al consumidor de una forma que hasta hace unos meses era impensable.
Fundido a negro.
En una columna del viernes titulada Me gustaría no pensar que Biden va a perder, el escritor Richard Ford (premio Princesa de Asturias de la Letras 2016), analizaba la situación política de su país, Estados Unidos. En un párrafo de su escrito, Ford espantaba los temores a una guerra civil en EE UU (para él, una posibilidad completamente infundada). Para reafirmarlo, escribía: “Estos días son especialmente proclives a los extremos retóricos (…). En mi opinión, si la gente está realmente atemorizada, será con el miedo que se siente ante una película de terror o jugando a Resident Evil 4″.
Richard Ford, que tiene 80 años, conoce como cualquiera el impacto que tienen los videojuegos en el mundo. Pero el hecho de que no hable de un juego más conocido o que tenga una adaptación audiovisual reciente que lo haya vuelto plenamente mainstream (The Last of Us, por ejemplo) y de que especifique que es la cuarta entrega, hace pensar que quizá Ford conoce bien (o incluso ha jugado) al Resident Evil 4, uno de los mejores juegos de siempre y cuyo remake fue uno de los mejores juegos del año pasado.
Las dos noticias parece que no tienen nada que ver, pero Sony (por estrategia empresarial), y Ford (por referencia cultural) hacen en el fondo lo mismo: ampliar los horizontes del videojuego y consolidarlo como presencia ineludible del ecosistema creativo. Y por cerrar el círculo: el mejor juego que existe para realidad virtual es Half Life Alyx, un juego de Steam difícil de jugar por el precio que hasta ahora tenían las gafas, pero que con las PSVR2 será accesible para un montón de nuevos jugadores. El mejor es Half Life Alyx, decíamos, pero el segundo mejor es precisamente la adaptación que en 2021 se hizo a realidad virtual del Resident Evil 4. ¿Se referiría Ford a esa adaptación tridimensional? ¿Habrá sido esa la que quizá ha jugado el escritor? Por soñar que no quede.
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¿Usará Richard Ford gafas de realidad virtual?
El anuncio de que las PSVR2 podrán usarse para juegos de PC preconiza un cambio en el sector
elpais.com