Rossie_Zulauf
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Como bien dice su nombre, Cordes-sur-Ciel parece suspendido en el aire y coronar con elegancia las colinas del valle del Tarn. Todo en este pequeño pueblo parece estar hecho a medida para que el resultado final sea una auténtica maravilla. Sus calles empedradas, sus fachadas góticas, las contraventanas de colores pastel e incluso la decoración de los talleres de los muchos artesanos que salpican sus calles… mil y un pequeños detalles que ayudan a que un paseo por este pueblo sea lo más parecido a un viaje en el tiempo.
Una larga historia
Cordes-sur-Ciel nació en el siglo XIII como una bastida, esas ciudades fortificadas típicas del sur de Francia. Fundada en 1222 por el conde Raymond VII de Toulouse para ofrecer refugio a quienes huían de la persecución religiosa durante las Cruzadas Albigenses, el pueblo pronto se convirtió en un próspero centro de comercio gracias a su ubicación estratégica. Durante su época de esplendor fue conocido por sus tejidos y productos artesanales, atrayendo a mercaderes y artesanos de toda la región.
Tal y como dice su nombre, esta preciosidad de pueblo parece colgar del cielo y esto quiere decir que la visita incluye más de una cuesta
Gracias a los beneficios de ese mercado tan próspero se pudieron construir edificios tan elegantes como los que todavía hoy se pueden visitar. Y es que Cordes-sur-Ciel, que ha logrado mantener intacto su carácter medieval, con calles empedradas y edificios históricos, está considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia.
Un paseo completo
Tal y como dice su nombre, esta preciosidad de pueblo parece colgar del cielo y esto quiere decir que la visita incluye más de una cuesta, algo que hace más fácil la visita ya que el camino bueno siempre es el que sube.
Una visita completa comienza en la Porte de l’Horloge, una de las puertas de entrada mejor conservadas, que te transporta directamente a la Edad Media. Desde allí las calles empedradas serpentean hacia la cima salpicadas de casas de los siglos XIII y XIV, como la Maison du Grand Fauconnier, un imponente ejemplo de la arquitectura gótica civil, hoy convertido en un museo.
Otro imprescindible es la iglesia de Saint-Michel, con su campanario visible desde varios puntos del valle. Muy cerca encontrarás pequeñas galerías de arte y talleres artesanales, el mejor lugar en el que encontrar un buen recuerdo.
Desde las alturas
Las grandes subidas en Cordes-sur-Ciel también tienen una gran recompensa en forma de impresionantes miradores. Desde lo alto, las vistas al valle del Tarn son simplemente mágicas, especialmente al atardecer o en las primeras horas de la mañana, cuando la niebla envuelve al pueblo y lo eleva, literalmente, “sobre el cielo”.
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