Un veredicto impertinente

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27 Sep 2024
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La Copa Chenel, el certamen organizado por la Comunidad de Madrid y la Fundación Toro de Lidia, en la que 18 toreros modestos se juegan la posibilidad de salir a flote y, sobre todo, entrar en el cartel del 12 de octubre en Las Ventas, ya tiene los dos finalistas que volverán este domingo al ruedo de Móstoles: Molina y Víctor Hernández. Esa fue la decisión del jurado, pero el tercer espada, el mexicano Luis David Adame, hizo los mismos méritos que sus compañeros —incluso cortó una oreja— y se quedó con un palmo de narices.

Respetable, por supuesto, el fallo de quienes tienen que juzgar, pero es impertinente el sistema previsto de elección: una semifinal a tres y una final a dos. Los tres toreros que llegaron a la semifinal se merecían estar en la final, y esa hubiera sido la más justa decisión.

La corrida, tres toros blandos y nobles de Adolfo Martín, y otros tres de Zacarías Moreno, violento uno, soso otro y con movilidad el tercero, pero sin clase ninguno de ellos, no contribuyó al éxito del festejo. Además, sopló el viento con fuerza, y los responsables de la plaza, el presidente el primero, no cayeron en la cuenta de la polvareda que se podría formar en cuanto el primero toro saliera al ruedo.

No fue una polvareda, sino un nubarrón de polvo que, a veces, impedía distinguir con la claridad los movimientos del toro y el torero. La peor parte le tocó a Adame que abrió plaza y tragó varios kilos de tierra amarilla. Antes de que saliera el segundo regaron, y fue Molina el que tomó las riendas de la manguera. Y más adelante, mediada la corrida, otra vez hubo que parar para volver al agua y calmar el polvo. Una desastrosa imprevisión.

Adame, el más veterano de la terna, y el más oficio, solventó sin inmutarse la tremenda dificultad del viento y el suelo ante un primer toro tan noble como soso. Recibió al cuarto con una larga cambiada de rodillas en el tercio, y en la muleta se mostró resuelto y entregado ante un animal con movilidad.

Molina y Hernández se fueron a la puerta de toriles en sus primeros compromisos y de rodillas recibieron a sus toros. El de Molina resultó con genio, violento y de embestida descompuesta, y el torero se mostró valiente en una labor desigual. Hernández, por su parte, comenzó la faena de muleta por estatuarios y pudo demostrar su buen concepto en un par de naturales antes de una voltereta sin consecuencias.

Otra cogida sin consecuencias sufrió Molina en el quinto, y se lució en una tanda final de naturales a pies juntos. Hernández cerró la tarde ante un adolfo muy blando y noble, pero le permitió trazar algunos muletazos de buen gusto con la mano zurda. Marcos Prieto y Diego Valladar se desmonteraron tras parear a ese último toro sexto, lo mismo que hicieron Caco Ramos y Fernando Sánchez en el segundo.

Los tres mataron muy mal, con una incapacidad impropia de quien se llama matador de toros; por tan importante razón, vista gorda para los tres o los tres a su casa. Lo demás es una impertinencia.

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