Un teléferico que protege el medioambiente

Duncan_Mertz

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El arquitecto suizo Maurice Braillard (1879-1965) diseñó, en 1932, la estación del teleférico de Salève para acceder a las vistas panorámicas sobre Ginebra y el lago Leman. Esas vistas ya habían llamado la atención de los suizos que llegaban hasta esa cima, de 1379 metros, caminando hasta que, en 1892 construyeron un tren cremallera.

En 1932, Braillard, que se había convertido en arquitecto de forma autodidacta, calculó con el ingeniero André Rebuffel una infraestructura de hormigón armado capaz de acoger las cabinas del teleférico y, además, un restaurante panorámico. El proyecto tenía prevista la construcción de un sobrio hotel en la parte trasera de la estación.

Interior del teleférico de Salève.

Una vez levantado el inmueble, su forma -llegó a tener un edificio aspecto y cubierta de chalet suizo anexo- fue cambiando a medida que se renovaban los mecanismos del transporte o se renovaban las cabinas del teleférico. El uso de la estación también cambió. Se fue alterando tanto con acontecimientos históricos -los alemanes lo convirtieron en un puesto de observación durante la Segunda Guerra Mundial- como a resultas de cambios en el comportamiento de los ciudadanos: para 1975 el uso generalizado del coche hizo que el teleférico perdiera popularidad, cayera en desuso y fuera, posteriormente, abandonado.

Devaux&Devaux, los arquitectos David y Claudia Devaux, han finalizado ahora una nueva restauración que es, en realidad, una reinvención. En Salève los usos se han multiplicado. David Devaux habla de “habitar mejor lo construido”. Y esa frase resume lo que han cuajado con su reforma. La suya es una intervención que restaura, preserva y, sin embargo, transforma.

Fotografía histórica de la construcción del teleférico de Salève.

El proyecto ha mantenido y, sin embargo, alterado el inmueble. Lo ha hecho mutar de infraestructura a lugar, de medio de transporte colectivo a medio ambiente protegido. Más allá de las nuevas instalaciones, el transporte se completa ahora con recorridos -250 kilómetros de senderos-, con un muro de escalada, con espacios de meditación, con un restaurante panorámico y una sala de exposiciones -donde el montaje ha estado a cargo del grafista Emmanuel Lebord y el escenógrafo David Lebreton de Designers Unit-. Estos nuevos usos, y el cuidado del lugar, lo han convertido en un enclave de la Red europea Natura 2000, un destino favorito, y sin embargo cuidado, en la Alta Savoia (en Francia), al que acuden visitantes tanto en verano como en invierno para practicar caminatas, escalada, parapente o, simplemente, para disfrutar de las vistas.

Sala de exposiciones con escenografía y diseño gráfico de Designers Unit.

La credibilidad al viejo/nuevo inmueble le llega del cuidado. El edificio de 1932 ha sido renovado energéticamente. Hoy, calderas de leña y paneles fotovoltaicos, así como un sistema de recuperación del agua de lluvia, contribuyen al funcionamiento de la mítica infraestructura de hormigón armado que, más allá de posibilitar el acceso y aprovechar el lugar, es capaz de retratar los cambios de valores del mundo.

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