Un referente vital

lullrich

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27 Sep 2024
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Ser buena gente y esforzarnos al máximo en todo lo que hagamos. Cualquiera que se conduzca por la vida bajo estas dos premisas tiene el éxito casi asegurado. No lo dice ningún manual barato de automotivación, ni un estudio de alguna prestigiosa universidad que en el mundo hubiere. Lo dictan la lógica y el sentido común, otros dos principios fundamentales a adoptar para transitar por el breve espacio de tiempo que va desde que nacemos hasta que nos vamos pa' Chiclana, expresión muy utilizada en Cádiz, pues allí es donde se ubica el Cementerio Mancomunado de la Bahía. Si eres buena persona y te esfuerzas, te irá bien. Muy bien. Y si llevas ambos preceptos al extremo, como hace Rafa Nadal, directamente te conviertes en un fuera de serie. Don Rafael Nadal es el ejemplo viviente de todo lo mejor que puede ofrecer el ser humano. Una auténtica fuente de inspiración. Cualquier adjetivo relativo a la ejemplaridad le encaja perfectamente. Humilde, tenaz, honrado, sencillo, perfeccionista, líder, educado... tantos como recoja el diccionario. En medio de tanto ruido provocado por la actual mediocridad de quienes protagonizan eso que llaman la vida pública, hemos dejado escapar sin prestarle la atención mediática debida un asunto que debiera ser prioritario. Se ha retirado el mejor deportista español de todos los tiempos. Y lo ha hecho aquí, en nuestra tierra, en Andalucía. La noche del pasado martes Málaga fue testigo de excepción del adiós de una auténtica leyenda de nuestro país. Leyenda con mayúsculas. El acto de despedida, por cierto, fue muy mejorable. Mucho. Ni idea de quién lo organizó, pero ni de lejos estuvo a la altura del mito que pisaba por última vez una pista de manera oficial. 14 Roland Garros, cuatro Opens de EEUU, dos Wimbledons y otros dos Abiertos de Australia –amén de incontables Masters 1000– bien merecían mucho más boato. Allí tenían que haber estado, como mínimo, Roger Federer, Novak Djokovic, Pau Gasol y hasta el mismísimo Rey de España. Si alguien les hubiera invitado, claro. Allí tenía que haber roto en lágrimas hasta el último espectador, no sólo su hermana, su santa o su madre.A estas alturas cualquier cosa que se pueda decir de Rafa Nadal ya está dicha. Suena a tópico. A repetido. Pero no debemos dejar de hacerlo. De insistir, sobre todo a los más jóvenes, que en él tienen concentrados todos los valores necesarios para construir un mundo mejor. Como personas y como profesionales. Es deber de todos ser capaces de inculcárselos a las generaciones venideras. La mejor forma de enseñar, siempre, es mediante el ejemplo. Y en España tenemos la suerte de contar con el mejor de todos. No nos cansemos de repetirlo. Utilicémoslo. Nadal –su trayectoria, su comportamiento– es un regalo para todos. Aprovechemos su legado, y lo que seguro que aún le queda por darnos aunque sea sin la raqueta en la mano. Seguro que así seremos –todos– mejores personas. Sin necesidad de ganar Wimbledon ni Roland Garros. Eso queda para él, que bien merecido lo tiene. Como un nuevo homenaje. Uno de verdad, no con un vídeo improvisado. Aún estamos a tiempo. Por él. Por todos nosotros.

 

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