marvin.augusta
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Lo mismo que Alonso Quijano, el hombre de ley lleva la libertad y la justicia en la piel. Adora la ley , conoce a las mil maravillas las cualidades que deben adornarla y, como Cicerón, defiende que si queremos ser libres hay que ser esclavos de la ley. Este hombre de ley desea lo mejor para la justicia. Mesura hasta el sufrimiento recomienda. No quiere una justicia agitada , brusca. Con frecuencia advierte de que la justicia en caliente deja de ser justicia y, también a menudo recuerda, el pensamiento de la escuela epicúrea de que el mayor y mejor fruto de la justicia es la serenidad del alma.Por eso nuestro hombre de ley postula que las leyes penales sean precisas y preconiza que los castigos no tienen por qué ser ejemplares sino justos. Recomienda que vayan a la cárcel quienes tengan que ir y no perder la calma ni ensañarse con nadie. Aun así, al noble proverbio de odiar al delito y compadecer al delincuente añade pensar más en las víctimas.Este hombre de ley cree que de todos los oficios, quizá el más bello sea el de juez, el del prudente y sabio juez. Admira a los jueces independientes y está convencido de que la Justicia funcionará por sí misma cuando se respete su independencia, paso que deberá darse por los políticos que, sin querer servirse de ella por vías ajenas a la razón y el derecho, sepan y prueben hacerlo.-¿Y quién es este hombre de tan buena ley?-Se llama Manuel Marchena Gómez , de estado civil casado y de profesión magistrado, con destino en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que ha presidido desde 2014 hasta hoy. Manuel Marchena, un hombre que nació para juez, para definir qué conductas son buenas y cuales malas, tiene, según el Registro Civil, 65 años, circunstancia que no le preocupa, pues sabe que, como decía Picasso, cuando se es joven , se es para toda la vida. Mi deseo es verle centenario, aunque más habrá de alegrarme si cuando llegue a jubilado, afición que nunca tuvo, se le recuerda como un juez que en sus últimos días judiciales habitó en ese caserón de la dorada Justicia, en la Plaza de la Villa de París, ejerciendo una función que sólo se entiende caminando por el sendero sin fin de la conciencia limpia. Nadie como él, un hombre de ley, un buen juez y un juez bueno, sabe que juzgar a los demás es un tejer y destejer de azotes y perdones.A mí no me extrañaría que Manuel Marchena redondease su larga vida judicial como juez de paz de un pueblo cualquiera donde reine el orden y abunde la sana convivencia. Estoy seguro de que nuestro hombre de ley, con la sencillez de su espíritu y la sabiduría adquirida en la provechosa y hasta dolorosa escuela de la judicatura, acertaría cada vez que tuviese que dar a cada uno lo suyo. -------------------------------------------------------------------------------------Javier Gómez de Liaño es abogado y exvocal del CGPJ
Javier Gómez de Liaño: Un hombre de ley
Manuel Marchena, un hombre que nació para juez, para definir qué conductas son buenas y cuales malas, tiene, según el Registro Civil, 65 años, circunstancia que no le preocupa, pues sabe que, como decía Picasso, cuando se es joven, se es para toda la vida
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