Cordie_McDermott
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“Siento que vivimos en una avalancha de cinismo que no nos deja crecer como personas”. La frase sale de la boca de Tyler Taormina (Long Island, Nueva York, 34 años), cineasta que forma parte de una nueva ola de cine indie estadounidense que aboga por dejar atrás el cinismo y lanzarse a filmar la vida (o la fantasía) con sinceridad, disfrutando y retratando los sentimientos sin el escudo protector de cierta hipocresía.
Durante el pasado festival de Cannes, hubo varios ejemplos de este nuevo cine, en el que tiene cabida desde la Palma de Oro de Anora, de Sean Baker, a dos títulos de la Quincena de Cineastas, ambos de directores del colectivo Omnes Films (grupo de amigos cineastas indies inicialmente surgido en Los Ángeles): Christmas Eve in Miller’s Point, de Taormina, y Eephus, de Carson Lund. Los dos filmes se proyectan también en la Seminci de Valladolid: el primero —que tendrá estreno en salas españolas— en la Oficial, el otro en Punto de Encuentro. No están solos en el festival español, donde estos días se pueden ver apuestas similares indies de creadores como Tracie Laymon (Bob Trevino Likes It), Constance Tsang (Blue Sun Palace), Jesse Eisenberg (A Real Pain), Courtney Stephens (Invention), además de un ciclo dedicado al renovador del melodrama Nathan Silver.
Taormina ríe cuando se le pregunta por una feliz frase de un crítico que definió en Cannes su película como un cruce entre un drama familiar de Douglas Sirk y Vincente Minnelli con un anuncio de Coca-Cola. “Pues estoy muy de acuerdo, la verdad. La Navidad tiene una imaginería en Estados Unidos que se ha construido desde la Coca-Cola y su versión de esas fiestas”, comenta. Sus Navidades proceden de grandes reuniones familiares en Long Island, en el corazón de una familia italoamericana, lo cual irremediablemente suena a Scorsese sin violencia. “La película tiene mucho de mí, y cierta nostalgia. Pero estoy cansado de esa mirada condescendiente que emana en la actualidad de la pantalla. Sirve para rehuir sentimientos, para desconectar del ser humano. Me preocuparía hacer ese tipo de películas”, reflexiona.
En Christmas Eve in Miller’s Point se juntan cuatro generaciones de una familia, los Balsano. Es muy probable que sea la última vez que se reúnan en la casa familiar. La cámara se pone en cada ocasión como punto de vista de uno de los integrantes de cada estrato familiar. Nunca juzga, algo que tampoco hacen entre ellos. “Sabía que para contar lo que yo quería iba a necesitar una película coral, con muchos personajes y que cada uno aportara una nota al conjunto, una edad distinta para que el filme también se sintiera como un estudio de la edad al estilo de Robert Altman. También tenía claro que no iba a ser un ‘matar al padre’, sino un mirar a tus mayores y entender que puede que acabes siendo como ellos”, explica Taormina. “Al menos, eso mismo apliqué en la escritura: veía a mis padres, tíos, abuelos y pensé: ‘Ummm, interesante, así seré más o menos cuando envejezca. Y lo digo con honestidad. Reniego de la condescendencia”.
Esa vida se daba en los suburbios, un reino independiente en Estados Unidos: “Han cambiado mucho. Los suburbios se construyen sobre la alienación, la supremacía, sobre todas estas cosas que ahora realmente se están convirtiendo en una lacra para mi país”. ¿Hay un futuro optimista posible? “Hay mucha frustración en toda esta separación que ocurre en mi sociedad. Y creo que, en este momento actual de alienación, muy común en Estados Unidos, mi estado natural es conectar con las personas, algo que no es fácil y que está en todas estas películas”. Por eso le interesa el Hollywood clásico: “En aquella época la cámara era una herramienta afectuosa que derrochaba verdadero amor por capturar imágenes. Es una especie de práctica que en Estados Unidos no se está adoptando tanto, y es algo que me entristece”.
Esas Navidades están rodadas en un no tiempo: puede que, por ropa, coches o música sea inicios del siglo XXI, algo subrayado por la ausencia de móviles. En pantalla, Taormina utiliza retroproyecciones para dar efecto de movimiento a cámara lenta en los coches, hasta remontarse cinematográficamente al indie neoyorquino de los setenta y ochenta. “Sí, así cada generación de espectadores se sentirá reconocible, cercana a lo que ve en pantalla. De la misma manera trabajé con el color, con ese romanticismo. Sé que vivimos en la actualidad la cultura del colapso, de que todo se acaba. Sin embargo, no es así para la gente de la calle”. El cineasta toma aire: “Y sé que eso puede hacer que un filme le resbale al mundo de la falsa felicidad de Disney. Bah, no me importa”.
Hace cinco años Taormina conoció a un actor con ganas de debutar en la dirección, Michael Cera. “Escribimos un guion juntos, se ha convertido en un amigo cercano, y por eso produce el filme. Es el único que permanece del impulso inicial”, confiesa. Por distintos retrasos, del reparto inicial se cayeron Steve Guttenberg, Parker Posey... En un momento dado, iba a participar Daniel Stern, lo que hubiera reforzado los distintos guiños que Christmas Eve in Miller’s Point dedica a Solo en casa. “Hubiera sido increíble”, celebra alborozado. ¿Y el resto? ¿Cómo llegaron a la película Francesca Scorsese, Sawyer Spielberg y Laura Robards, que son, respectivamente, la hija pequeña de Scorsese, uno de los hijos de Spielberg y Kate Capshaw, y la nieta de Jason Robards? ¿Esta es la gran película de los nepobabies? Para esto, Tyler Taormina necesita una larga explicación.
“Siempre pensamos que necesitábamos gente que encajara entre sí, que tuvieran una cierta familiaridad para suplir los lazos carnales. Según íbamos contratando actores, les pedíamos que trajeran amigos a los que también les hacíamos pruebas. Así que dieron un poco igual los apellidos, cada uno llegó por un camino distinto”, rememora. “Francesca y Sawyer no podían esconderlo, y Laura... Fui a su apartamento en Nueva York a ensayar, y de repente me fijé en que en sus paredes había varios carteles de películas de Jason Robards, Laura se fijó en mi sorpresa y me dijo: ‘¿Cómo? ¿No sabías que era mi abuelo?”. Con todo, esos ilustres apellidos aportan otra capa al filme. “Los oyes y piensas automáticamente en un tipo de cine con el que conversa Christmas Eve in Miller’s Point. De alguna manera aportan una resonancia y añaden una realidad, la de las siguientes generaciones y su conexión o desconexión con sus progenitores. Todo suma en la pantalla”.
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Taormina ríe cuando se le pregunta por una feliz frase de un crítico que definió en Cannes su película como un cruce entre un drama familiar de Douglas Sirk y Vincente Minnelli con un anuncio de Coca-Cola. “Pues estoy muy de acuerdo, la verdad. La Navidad tiene una imaginería en Estados Unidos que se ha construido desde la Coca-Cola y su versión de esas fiestas”, comenta. Sus Navidades proceden de grandes reuniones familiares en Long Island, en el corazón de una familia italoamericana, lo cual irremediablemente suena a Scorsese sin violencia. “La película tiene mucho de mí, y cierta nostalgia. Pero estoy cansado de esa mirada condescendiente que emana en la actualidad de la pantalla. Sirve para rehuir sentimientos, para desconectar del ser humano. Me preocuparía hacer ese tipo de películas”, reflexiona.
En Christmas Eve in Miller’s Point se juntan cuatro generaciones de una familia, los Balsano. Es muy probable que sea la última vez que se reúnan en la casa familiar. La cámara se pone en cada ocasión como punto de vista de uno de los integrantes de cada estrato familiar. Nunca juzga, algo que tampoco hacen entre ellos. “Sabía que para contar lo que yo quería iba a necesitar una película coral, con muchos personajes y que cada uno aportara una nota al conjunto, una edad distinta para que el filme también se sintiera como un estudio de la edad al estilo de Robert Altman. También tenía claro que no iba a ser un ‘matar al padre’, sino un mirar a tus mayores y entender que puede que acabes siendo como ellos”, explica Taormina. “Al menos, eso mismo apliqué en la escritura: veía a mis padres, tíos, abuelos y pensé: ‘Ummm, interesante, así seré más o menos cuando envejezca. Y lo digo con honestidad. Reniego de la condescendencia”.
Esa vida se daba en los suburbios, un reino independiente en Estados Unidos: “Han cambiado mucho. Los suburbios se construyen sobre la alienación, la supremacía, sobre todas estas cosas que ahora realmente se están convirtiendo en una lacra para mi país”. ¿Hay un futuro optimista posible? “Hay mucha frustración en toda esta separación que ocurre en mi sociedad. Y creo que, en este momento actual de alienación, muy común en Estados Unidos, mi estado natural es conectar con las personas, algo que no es fácil y que está en todas estas películas”. Por eso le interesa el Hollywood clásico: “En aquella época la cámara era una herramienta afectuosa que derrochaba verdadero amor por capturar imágenes. Es una especie de práctica que en Estados Unidos no se está adoptando tanto, y es algo que me entristece”.
Esas Navidades están rodadas en un no tiempo: puede que, por ropa, coches o música sea inicios del siglo XXI, algo subrayado por la ausencia de móviles. En pantalla, Taormina utiliza retroproyecciones para dar efecto de movimiento a cámara lenta en los coches, hasta remontarse cinematográficamente al indie neoyorquino de los setenta y ochenta. “Sí, así cada generación de espectadores se sentirá reconocible, cercana a lo que ve en pantalla. De la misma manera trabajé con el color, con ese romanticismo. Sé que vivimos en la actualidad la cultura del colapso, de que todo se acaba. Sin embargo, no es así para la gente de la calle”. El cineasta toma aire: “Y sé que eso puede hacer que un filme le resbale al mundo de la falsa felicidad de Disney. Bah, no me importa”.
Hace cinco años Taormina conoció a un actor con ganas de debutar en la dirección, Michael Cera. “Escribimos un guion juntos, se ha convertido en un amigo cercano, y por eso produce el filme. Es el único que permanece del impulso inicial”, confiesa. Por distintos retrasos, del reparto inicial se cayeron Steve Guttenberg, Parker Posey... En un momento dado, iba a participar Daniel Stern, lo que hubiera reforzado los distintos guiños que Christmas Eve in Miller’s Point dedica a Solo en casa. “Hubiera sido increíble”, celebra alborozado. ¿Y el resto? ¿Cómo llegaron a la película Francesca Scorsese, Sawyer Spielberg y Laura Robards, que son, respectivamente, la hija pequeña de Scorsese, uno de los hijos de Spielberg y Kate Capshaw, y la nieta de Jason Robards? ¿Esta es la gran película de los nepobabies? Para esto, Tyler Taormina necesita una larga explicación.
“Siempre pensamos que necesitábamos gente que encajara entre sí, que tuvieran una cierta familiaridad para suplir los lazos carnales. Según íbamos contratando actores, les pedíamos que trajeran amigos a los que también les hacíamos pruebas. Así que dieron un poco igual los apellidos, cada uno llegó por un camino distinto”, rememora. “Francesca y Sawyer no podían esconderlo, y Laura... Fui a su apartamento en Nueva York a ensayar, y de repente me fijé en que en sus paredes había varios carteles de películas de Jason Robards, Laura se fijó en mi sorpresa y me dijo: ‘¿Cómo? ¿No sabías que era mi abuelo?”. Con todo, esos ilustres apellidos aportan otra capa al filme. “Los oyes y piensas automáticamente en un tipo de cine con el que conversa Christmas Eve in Miller’s Point. De alguna manera aportan una resonancia y añaden una realidad, la de las siguientes generaciones y su conexión o desconexión con sus progenitores. Todo suma en la pantalla”.
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