Anya_Bogan
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Feijóo ha dicho que quiere los votos de Junts pero sin chantajes . Pactar significa asumir al otro. Si se quieren los votos de Junts se quieren con chantajes y con Puigdemont paseando por Gerona. Lo demás es engañarse. O por decirlo de un modo menos inexacto, engañarnos. La vida no es a pedacitos y Feijóo lo sabe y miente cuando se hace la escrupulosa: quiere pactar con Junts y PNV y sabe que se va acabar aprovechando de los efectos políticos de los indultos y la Ley de Amnistía pero cree que le sale más rentable el oportunismo de insultar a quien le está haciendo el trabajo sucio. Feijóo no tiene derecho a pactar con Junts: tiene el deber de hacerlo. La derecha nacional tiene que hacer su parte del trabajo en la domesticación del independentismo. No habrá normalidad en la política española hasta que el PP no halle el modo de gobernar con Junts y PNV. Si Feijóo no quiere chantajes –hace muy bien en no quererlos– que como padre de esta familia que es España eduque a sus hijos en algo mejor. Los grandes partidos tienen esta misión civilizadora y que el independentismo haya fracasado no disimula que fue una dejadez que aquella herida se infectara. Si el PP piensa que nada de lo que ocurre en España es su culpa, ¿qué sentido tiene que continúe en la política?El presidente Rajoy paró el golpe con un 155 sin estridencias; el presidente Sánchez ha devuelto la normalidad política en Cataluña con los indultos y la amnistía . ¿Feijóo tiene algo que decir o prefiere quedarse en el rincón, jugando a los chinos con Vox? España no existe sin Cataluña y País Vasco, y negar la realidad sólo sirve para llevar cada vez la locura un paso más allá. Primero fue Rosa Díaz, aquella peluquera. Luego Ciudadanos y ahora Vox. La franca mejoría en Cataluña la debemos a Rajoy y a Sánchez, y no a Aznar ni a Felipe González. Que Puigdemont sea un delincuente es razón de más, y no de menos, para pactar con él hasta convertirlo en sistema. En esto consiste España: en que todo esté dentro y en ir a buscar lo que por descuido se sale. Con las reprimendas que sean necesarias pero sin perder de vista que la misión es el regreso a la rueda. Ha habido y habrá siempre independentistas y nunca será fácil. Pero también ellos son España y sin ellos seríamos un país distinto. Mejor, tal vez, pero distinto. Aunque un cierto trompetismo fanático y prebélico pretenda vivir en la locura de que no existe lo que no le gusta, ser un español adulto y responsable consiste también en administrar la tensión independentista, como ha hecho el presidente Illa desactivando la maquinaria secesionista e incorporándola a su gobierno eficaz y tranquilo. Es la victoria de un Estado cuando se toma en serio. Es el valor pedagógico de una presidencia razonadora. Los que le llamaron independentista y agitaron el espantajo del concierto económico han quedado como una solemne banda de idiotas.
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