Bell_Collier
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La clave estaba en la eñe. La excepcionalidad de esa letra, única en el español y añadida a una ristra de otras tantas, daba cuenta también de la excepcionalidad del encuentro. Por primera vez, la literatura en español escrita por lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y colectivo queer se ha reunido para hablar de sí misma, pero también de lo que la rodea: el idioma, los tabús, el compromiso, la disidencia, la responsabilidad con los que vienen. Y lo ha hecho lejos de su centro habitual (España, probablemente) y de sus periferias lógicas (México, Colombia, Chile, Argentina, casi cualquier país latinoamericano). Ha sido la ciudad de Los Ángeles, en California y con un 51% de población latina, la que ha dado hogar a este encuentro inaugural, casi experimental, pero que supone solo un primer capítulo de los muchos por venir.
El escritor Luisgé Martín, que desde hace dos años dirige el Instituto Cervantes de la ciudad angelina, es quien ha dado vida al encuentro, llamado LGBTQ+Ñ, el primer festival literario en español. El autor madrileño ha sido cerebro y hogar de esta singular ocasión que ha reunido durante tres días a los autores Felipe Restrepo, Gabriela Wiener, Pablo Simonetti, Boris Izaguirre, Claudia Salazar, María Mínguez Arias y Nando López. El corazón del encuentro podían parecer la decena de talleres de diversos temas, junto a las dos exposiciones fotográficas de Liliana Hueso y Gonza Gallego, la proyección de películas y cortometrajes y las performances de Alejandro Córdova, La Taylor, pero su verdadera alma era observar a distintos autores, de diverso origen (España, Chile, Colombia, Venezuela, Perú...) debatiendo el estado de la cuestión no solo de las letras, sino de toda la cultura LGBTQ+.
La idea surgió hace años, en un encuentro en Costa Rica, entre Martín y Simonetti. “Este festival LGBTQ+, con la eñe añadida como símbolo del español, empezó a gestarse mucho antes de que yo fuera director o de que existiera el Cervantes de Los Ángeles, en una cena donde hablamos de qué bueno sería reunir a autores que pudieran aportar su punto de vista de manera precisa” explicaba en su discurso inaugural el director, que abrió el centro angelino en otoño de 2022. Más allá de una labor eminentemente educativa —los niños aprendiendo español se mezclan con los escritores que llegan para dar su charla—, el ganador del Premio Herralde de Novela siempre tuvo claro que quería dotar al centro de una faceta cultural.
Como explica después a EL PAÍS en una de las salas del centro, ubicado al norte de Hollywood, muy cerca de las blancas letras del célebre cártel, este ha sido “el proyecto estrella” de estos dos años de mandato. No hay ningún festival similar en español, y él tenía claro que este lugar podía ser un buen punto de encuentro: “Veía coherente hacerlo en Los Ángeles, porque esto es tierra de todos y tierra de nadie”. Los escritores han tenido como público a locales y también a los alumnos y profesores del Los Angeles City College, que acogió los dos primeros días de las charlas, jueves 3 y viernes 4, mientras que el sábado 5 se trasladaron al Cervantes.
Martín fue claro en su presentación, exponiendo tres de los motivos de la necesidad de un festival así. “Si me dejan que empiece por la frivolidad, pero no, porque somos los más divertidos, los que le ponemos un poco de color a la vida, lo lúdico y lo reivindicativo. En segundo, porque la literatura es un acto político, uno de nuestros objetivos es ser caja de resonancia, de igualdad, de emancipación; de esas causas depende el futuro del mundo. No es verdad que las batallas LGBTI estén desvirtuando otras batallas, siempre han sido la misma. Y en tercer lugar, porque parte de las ideas nuevas que han alimentado el mundo en nuestras sociedades vienen de la comunidad LGBTI y del feminismo, dos grandes ejes de mirada al mundo. No somos más inteligentes ni más sensibles, esa es una teoría elitista. Solo tiene que ver con la marginalidad. Si algo hace que miremos el mundo de otra manera es esa marginalidad; pensar desde la perplejidad siempre ayuda a pensar. Nuestra mirada viene del miedo, la confusión, la rebeldía, y eso ayuda a pensar”.
Si Martín ha lamentado algo de la experiencia es que haya autores que se quedaron en el tintero. “Este congreso tendría que haber llegado antes porque hay mucha gente que no ha podido estar aquí: Eduardo Mendicutti debía haber sido uno de los invitados, Cristina Peri Rossi, Fernando Vallejo, Vicente Molina Félix, Reyna Barrera”, enumeraba Martín, que también ha reflexionado acerca de la falta de escritores trans entre los invitados. “No es que haya estado menos representada, es que no lo ha estado”, lamentaqq. “Hubo tres, cuatro posibilidades, algunos llegaron a decir que sí, pero no salió al final”. “Además, creo que ahora mismo la literatura trans está en la vanguardia”, reflexiona, “lo más interesante se está haciendo desde la literatura trans, porque también es lo más rupturista, también lo menos asimilado y lo que necesita más pedagogía”.
María Mínguez Arias afirmaba durante el primer panel, dedicado al español como una lengua con un trasfondo machista, que era “probablemente, la persona más entusiasmada de este encuentro”. Afincada en el Área de la Bahía de San Francisco, la escritora aseguraba: “Llevo 25 años escribiendo aquí y nunca ha habido una oportunidad como esta. En alguna feria del libro he ofrecido un panel, les propongo cosas así, les parece bien pero nunca saben a quién llamar, y siempre son subespacios dentro de algo más amplio. Ahora puedo hablar desde el punto de vista de escribir en español aquí. Lo digital ha democratizado la producción y la distribución, ya no dependes de las editoriales, y entonces surgimos gente como yo, inmigrantes llegados de Latinoamérica (de España somos cuatro). Esto se ha venido a llamar Nuevo Latino Boom. Lo queer está en un lado, pero vamos ganando espacio. Mi editora es una mujer trans, ya hay una primera revista literaria de mujeres en español. Los espacios hay que crearlos”.
Entre algunas de sus reflexiones, Pablo Simonetti observaba que “la marginalidad siempre va a dar fuerza para asaltar al centro”. “Borges decía que esa excentricidad nos da un derecho de asalto al centro mayor que el del centro”, aseguraba el escritor chileno. “No siempre tiene que ser la expresión de la frustración; hay una literatura dolida y extrañada, pero también de dandi, disidente-contestataria... Hay que aspirar a estar en el centro estando en el margen. Hay y debe haber representaciones en televisión, cine, videojuegos… pero no creo que eso lleve a una absoluta normalización porque ese sería el nirvana”.
Nando López destacaba la marginalidad en la educación: “Nuestra presencia en el sistema educativo es un párrafo en el último tema de segundo de bachillerato, lo que nadie lee”. Felipe Restrepo hablaba del “peligro de volver todo comercial” en la literatura, el cine, la televisión, en las temáticas en general: “Es la misma fórmula de vender una historia comercial, pero con un niño gay o una niña trans. Se debería buscar una ruptura, no caer de nuevo en los mismos relatos tradicionales”. “¿Cómo los de Corín Tellado?”, preguntaba Boris Izaguirre, ante las risas de la sala.
El columnista, guionista y escritor venezolano expuso cómo sigue siendo complicado que una gran historia deje de calificarse como menor por ser parte del colectivo: “[El director y guionista] Alfonso Albacete y yo estamos haciendo una adaptación acerca de la evolución y el fenómeno de la revista Shangay”, pionera para la comunidad LGBTQ+ en España, con entrevistas y reportajes de tendencias. “La hemos presentado en muchas de esas plataformas que habéis mencionado. En todas nos hemos encontrado con la respuesta negativa de que es demasiado nicho. Esto es una realidad y la tienes que asumir. Te sientas en una reunión y a ver cómo intentas desligar el nicho de algo que es una historia nicho. La historia de cómo una revista consigue transformar una manifestación de 150 personas en 10 años convertirse en una de un millón de personas y que es referente mundial de nuestro activismo, como es el orgullo gay de Madrid”, se preguntaba.
Gabriela Wiener habló de “cómo el feminismo ha abierto campo para otras, sobre todo lesbianas, bisexuales, trans, gracias a plataformas con librerías, ferias, eventos, festivales… Ya no se concibe un mundo donde no haya gente negra, marrón, queer… Se ve en series de plataformas de televisión y en libros”, asegura. “Se nos dice: ‘Se están subiendo al carro’: no, es una cuestión de derechos humanos. Son relatos propios que salen de experiencias vividas. Mario Vargas Llosa abre uno de sus nuevos libros con una escena lésbica: ¿quién se sube al carro?”, reflexionaba, mordaz. La importancia del feminismo fue apoyada por la también peruana Claudia Salazar, que habló de cómo “el activismo, sobre todo el feminismo” ha dado visibilidad a historias que estaban ocultas hace medio siglo. Pablo Simonetti también lo afirmaba: “No se puede ser escritor LGBTQ ignorando el feminismo”. “Ni ignorando a las lesbianas”, remachaba Boris Izaguirre.
Luisgé Martín insistió e insiste: “Intenté desde el principio que hubiera una presencia del 40-40-20″, en cuanto a gays, lesbianas y transexuales. “Pero fue imposible. Gabriela Cabezón tuvo que cancelar por una boda; en Mexico había dos poetas muy importantes, una no podía viajar por razones de salud y otra de visados...”. En cualquier caso, su intención es la continuidad. El festival pretende perpetuarse en el tiempo, crecer, buscar patrocinadores, expandirse, explorar nuevas voces y nuevos nombres. Siempre con la Ñ por delante. “Y nosotros podemos ser socios fundadores”, bromeaba Simonetti. Todos dijeron que sí.
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El escritor Luisgé Martín, que desde hace dos años dirige el Instituto Cervantes de la ciudad angelina, es quien ha dado vida al encuentro, llamado LGBTQ+Ñ, el primer festival literario en español. El autor madrileño ha sido cerebro y hogar de esta singular ocasión que ha reunido durante tres días a los autores Felipe Restrepo, Gabriela Wiener, Pablo Simonetti, Boris Izaguirre, Claudia Salazar, María Mínguez Arias y Nando López. El corazón del encuentro podían parecer la decena de talleres de diversos temas, junto a las dos exposiciones fotográficas de Liliana Hueso y Gonza Gallego, la proyección de películas y cortometrajes y las performances de Alejandro Córdova, La Taylor, pero su verdadera alma era observar a distintos autores, de diverso origen (España, Chile, Colombia, Venezuela, Perú...) debatiendo el estado de la cuestión no solo de las letras, sino de toda la cultura LGBTQ+.
La idea surgió hace años, en un encuentro en Costa Rica, entre Martín y Simonetti. “Este festival LGBTQ+, con la eñe añadida como símbolo del español, empezó a gestarse mucho antes de que yo fuera director o de que existiera el Cervantes de Los Ángeles, en una cena donde hablamos de qué bueno sería reunir a autores que pudieran aportar su punto de vista de manera precisa” explicaba en su discurso inaugural el director, que abrió el centro angelino en otoño de 2022. Más allá de una labor eminentemente educativa —los niños aprendiendo español se mezclan con los escritores que llegan para dar su charla—, el ganador del Premio Herralde de Novela siempre tuvo claro que quería dotar al centro de una faceta cultural.
Como explica después a EL PAÍS en una de las salas del centro, ubicado al norte de Hollywood, muy cerca de las blancas letras del célebre cártel, este ha sido “el proyecto estrella” de estos dos años de mandato. No hay ningún festival similar en español, y él tenía claro que este lugar podía ser un buen punto de encuentro: “Veía coherente hacerlo en Los Ángeles, porque esto es tierra de todos y tierra de nadie”. Los escritores han tenido como público a locales y también a los alumnos y profesores del Los Angeles City College, que acogió los dos primeros días de las charlas, jueves 3 y viernes 4, mientras que el sábado 5 se trasladaron al Cervantes.
Martín fue claro en su presentación, exponiendo tres de los motivos de la necesidad de un festival así. “Si me dejan que empiece por la frivolidad, pero no, porque somos los más divertidos, los que le ponemos un poco de color a la vida, lo lúdico y lo reivindicativo. En segundo, porque la literatura es un acto político, uno de nuestros objetivos es ser caja de resonancia, de igualdad, de emancipación; de esas causas depende el futuro del mundo. No es verdad que las batallas LGBTI estén desvirtuando otras batallas, siempre han sido la misma. Y en tercer lugar, porque parte de las ideas nuevas que han alimentado el mundo en nuestras sociedades vienen de la comunidad LGBTI y del feminismo, dos grandes ejes de mirada al mundo. No somos más inteligentes ni más sensibles, esa es una teoría elitista. Solo tiene que ver con la marginalidad. Si algo hace que miremos el mundo de otra manera es esa marginalidad; pensar desde la perplejidad siempre ayuda a pensar. Nuestra mirada viene del miedo, la confusión, la rebeldía, y eso ayuda a pensar”.
Si Martín ha lamentado algo de la experiencia es que haya autores que se quedaron en el tintero. “Este congreso tendría que haber llegado antes porque hay mucha gente que no ha podido estar aquí: Eduardo Mendicutti debía haber sido uno de los invitados, Cristina Peri Rossi, Fernando Vallejo, Vicente Molina Félix, Reyna Barrera”, enumeraba Martín, que también ha reflexionado acerca de la falta de escritores trans entre los invitados. “No es que haya estado menos representada, es que no lo ha estado”, lamentaqq. “Hubo tres, cuatro posibilidades, algunos llegaron a decir que sí, pero no salió al final”. “Además, creo que ahora mismo la literatura trans está en la vanguardia”, reflexiona, “lo más interesante se está haciendo desde la literatura trans, porque también es lo más rupturista, también lo menos asimilado y lo que necesita más pedagogía”.
María Mínguez Arias afirmaba durante el primer panel, dedicado al español como una lengua con un trasfondo machista, que era “probablemente, la persona más entusiasmada de este encuentro”. Afincada en el Área de la Bahía de San Francisco, la escritora aseguraba: “Llevo 25 años escribiendo aquí y nunca ha habido una oportunidad como esta. En alguna feria del libro he ofrecido un panel, les propongo cosas así, les parece bien pero nunca saben a quién llamar, y siempre son subespacios dentro de algo más amplio. Ahora puedo hablar desde el punto de vista de escribir en español aquí. Lo digital ha democratizado la producción y la distribución, ya no dependes de las editoriales, y entonces surgimos gente como yo, inmigrantes llegados de Latinoamérica (de España somos cuatro). Esto se ha venido a llamar Nuevo Latino Boom. Lo queer está en un lado, pero vamos ganando espacio. Mi editora es una mujer trans, ya hay una primera revista literaria de mujeres en español. Los espacios hay que crearlos”.
Entre algunas de sus reflexiones, Pablo Simonetti observaba que “la marginalidad siempre va a dar fuerza para asaltar al centro”. “Borges decía que esa excentricidad nos da un derecho de asalto al centro mayor que el del centro”, aseguraba el escritor chileno. “No siempre tiene que ser la expresión de la frustración; hay una literatura dolida y extrañada, pero también de dandi, disidente-contestataria... Hay que aspirar a estar en el centro estando en el margen. Hay y debe haber representaciones en televisión, cine, videojuegos… pero no creo que eso lleve a una absoluta normalización porque ese sería el nirvana”.
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Nando López destacaba la marginalidad en la educación: “Nuestra presencia en el sistema educativo es un párrafo en el último tema de segundo de bachillerato, lo que nadie lee”. Felipe Restrepo hablaba del “peligro de volver todo comercial” en la literatura, el cine, la televisión, en las temáticas en general: “Es la misma fórmula de vender una historia comercial, pero con un niño gay o una niña trans. Se debería buscar una ruptura, no caer de nuevo en los mismos relatos tradicionales”. “¿Cómo los de Corín Tellado?”, preguntaba Boris Izaguirre, ante las risas de la sala.
El columnista, guionista y escritor venezolano expuso cómo sigue siendo complicado que una gran historia deje de calificarse como menor por ser parte del colectivo: “[El director y guionista] Alfonso Albacete y yo estamos haciendo una adaptación acerca de la evolución y el fenómeno de la revista Shangay”, pionera para la comunidad LGBTQ+ en España, con entrevistas y reportajes de tendencias. “La hemos presentado en muchas de esas plataformas que habéis mencionado. En todas nos hemos encontrado con la respuesta negativa de que es demasiado nicho. Esto es una realidad y la tienes que asumir. Te sientas en una reunión y a ver cómo intentas desligar el nicho de algo que es una historia nicho. La historia de cómo una revista consigue transformar una manifestación de 150 personas en 10 años convertirse en una de un millón de personas y que es referente mundial de nuestro activismo, como es el orgullo gay de Madrid”, se preguntaba.
Gabriela Wiener habló de “cómo el feminismo ha abierto campo para otras, sobre todo lesbianas, bisexuales, trans, gracias a plataformas con librerías, ferias, eventos, festivales… Ya no se concibe un mundo donde no haya gente negra, marrón, queer… Se ve en series de plataformas de televisión y en libros”, asegura. “Se nos dice: ‘Se están subiendo al carro’: no, es una cuestión de derechos humanos. Son relatos propios que salen de experiencias vividas. Mario Vargas Llosa abre uno de sus nuevos libros con una escena lésbica: ¿quién se sube al carro?”, reflexionaba, mordaz. La importancia del feminismo fue apoyada por la también peruana Claudia Salazar, que habló de cómo “el activismo, sobre todo el feminismo” ha dado visibilidad a historias que estaban ocultas hace medio siglo. Pablo Simonetti también lo afirmaba: “No se puede ser escritor LGBTQ ignorando el feminismo”. “Ni ignorando a las lesbianas”, remachaba Boris Izaguirre.
Luisgé Martín insistió e insiste: “Intenté desde el principio que hubiera una presencia del 40-40-20″, en cuanto a gays, lesbianas y transexuales. “Pero fue imposible. Gabriela Cabezón tuvo que cancelar por una boda; en Mexico había dos poetas muy importantes, una no podía viajar por razones de salud y otra de visados...”. En cualquier caso, su intención es la continuidad. El festival pretende perpetuarse en el tiempo, crecer, buscar patrocinadores, expandirse, explorar nuevas voces y nuevos nombres. Siempre con la Ñ por delante. “Y nosotros podemos ser socios fundadores”, bromeaba Simonetti. Todos dijeron que sí.
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