N
Nadia Tronchoni
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Con la memoria fresca todavía del anuncio de su año sabático, cuando al aficionado le embargaba todavía la melancolía por el ídolo caído en combate, llegó el anuncio que todo lo enmarañó, el pasado enero. Rafa Nadal había firmado un acuerdo con Arabia Saudí, concretamente con la Federación Saudí de Tenis. Para ser su embajador. En el acuerdo figuraba también el compromiso de abrir una nueva sede de la academia que lleva su nombre, que tiene ya el globo salpicado de centros. Desde Mallorca a Estados Unidos o Kuwait. Si la primera extensión de aquella escuela mallorquina se ubicó en Anantapur (al sur de la India, muy cerca de la Fundación Vicente Ferrer), con todas las connotaciones positivas que aquello tenía; la última (que se sepa) se levantará en terreno saudí. Con todas las connotaciones negativas que conlleva.
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