"En los tiempos duros es cuando hay que reírse, cuando todo va bien no tiene mérito". Herminia verbalizó estas palabras, por última vez, hace ahora justo un año. Qué rápido pasa el tiempo y, a la vez, qué lento. Cuántas situaciones nos han pasado desde la emisión del último capítulo de Cuéntame cómo pasó y qué vigencia eterna seguirá teniendo la serie de nuestra historia.
Quizá porque la existencia de la Familia Alcántara empezó narrada a través de la limpia mirada de la ingenuidad de un niño descubriendo la vida y concluyó con los relativizadores ojos de una experimentada abuela, que se fue percatando de que la mayoría de los miedos son resultado de prejuicios que se desmoronan con el simple ejercicio de escuchar a los demás para conocer aquello que desconoces. Incluso Herminia se dio cuenta de que podemos cambiar todo sin aparentemente cambiar nada: "Has sabido contar muy bien todas las cosas que han pasado, tienes que conseguir ahora que pasen cosas buenas para luego escribirlas". Fue el último deseo de la abuela de abuelas a su nieto escritor, sumido en el síndrome del impostor de quien cree ya no encontrar la inspiración y no sabe qué aportar nuevo entre tanto mercader de la opinión. Me identifico.
Puede parecer que Herminia se pone muy naif, pero nos está dando una herramienta bien práctica para las cosas del crecer: aunque no lo creamos, cada una de nuestras decisiones cambian el mundo. Por muy insignificantes que aparenten, pues ya de por sí con solo la manera en la que afrontamos los sobresaltos de la vida transformamos nuestra realidad.
Y Herminia lo hace reivindicando la alegría. Ella, educada en la culpa constante. Alegría y culpa, qué bien representan España y qué bien entrelazadas las ha contado Cuéntame desde su inicio en aquella noche en la que Massiel ganó un festival de Eurovisión que Europa veía en color y nosotros seguíamos sintonizando en blanco y negro. El país sintió que algo se renovaba. El país se empezó a sentir europeo. Menudo soplo de aires de modernidad supuso la victoria del La la la en las mermadas cabezas por una dictadura.
En una telesfera que gasta tantas energías en azuzar la excitación de los sustos de aquello que supuestamente nos separa, Cuéntame cómo pasó nos ha enfrentado a los claroscuros de la vida desde los detallitos de la cotidianidad que nos hacen sentir reconocidos a todos. Desde una naturalidad que esta ficción halló gracias al equilibrio de una documentación precisa, unos guiones con tantas capas de pensamiento y una interpretación que te hace olvidar que estás viendo un decorado para sentirte parte de una familia Alcántara que logró parecerse demasiado a todas las familias. Imanol Arias, Ana Duato, Irene Visedo, Pablo Rivero, Ana Arias, Elena Rivera... y, por supuesto, Ricardo Gómez y María Galiana.
Cuéntame traspasará las décadas porque ha sido un retrato empático de la España más transversal. La de la gente del barrio de bloques de ladrillo cara vista. La que no deja de tener los pies en el barro hasta cuando sueña. Pero sueña. La que sabe que justa no es la vida. Pero vive.
Un año del final de 'Cuéntame cómo pasó': la ficción de la vigencia eterna
"En los tiempos duros es cuando hay que reírse, cuando todo va bien no tiene mérito". Herminia verbalizó estas palabras, por última vez, hace ahora justo...
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