Un amasijo de pasiones

Kirsten_Koelpin

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La DANA que ha asolado estas últimas semanas el levante español ha generado todo tipo de reacciones: desde la incertidumbre, la sorpresa y el miedo iniciales, pasando por la impotencia, la rabia y la frustración por la inoperancia de las administraciones implicadas, a la pena el dolor por los afectados, y la admiración y respeto a las manifestaciones de solidaridad de la ciudadanía. El coste humano ha sido demasiado alto y, lo que es más grave, probablemente resultado de una respuesta tardía y mal organizada de los responsables políticos. En este contexto, es comprensible que la publicación de la columna de Juan Manuel de Prada el 2 de noviembre, «No es 'cambio climático', sino incompetencia criminal» , haya actuado como caja de resonancia de este estado emocional alterado. Las decenas de comentarios que ha recibido de usuarios de la edición digital ponen de manifiesto la polarización en la que vivimos: muchos aplauden al autor por su valentía y vehemencia, y muchos otros critican la forma y la pertinencia de la publicación. Junto con estos comentarios, las cartas de dos lectores explicitan bien donde yace la incomodidad e indignación que el texto ha generado: Antonio Vime lo califica de «vomitivo» y añade que «se puede expresar una opinión, desde luego, faltaría más, pero sin faltar al respeto. Y se puede insultar en privado (…) pero en un artículo de un diario como ABC me parece inapropiado el llamarles «grandísimos hijos de puta» de forma reiterada y (…) lo que me parece realmente fuera de lugar (…) es acabar el artículo diciendo que «si los españoles no tuviéramos horchata en las venas, tendríamos que colgarlos y luego descuartizarlos» (¡qué barbaridad!)». El señor Vime añade que «sé que este diario tiene a gala el hacerse eco de todo tipo de opiniones, pero de verdad me parece que este artículo va en contra de la convivencia y que ABC NO debería haberlo publicado. Y no se trata de censurar, se trata de preservar ciertos valores». El lector Jesús del Amo, señala las mismas cuestiones y añade que, en su opinión, el artículo «rebasa todos los límites de lo que uno espera en un medio de comunicación responsable. (…) Creo que los medios deben tener responsabilidad y no publicar cosas de este cariz, que como ocurra una desgracia, luego vendrán las lamentaciones».Juan Manuel de Prada responde que «honestamente, los lectores pueden considerar como impropio el tono desaforado del artículo», y agradece «la reconvención, que es fértil en este caso». Explica que «está escrito en un momento de oscura rabia en el que todavía no había digerido lo ocurrido. Probablemente hubiera sido distinto unos días después». Reconoce también que «no suelo recurrir a las palabras fuertes, pero quise remarcar mi indignación» y «en los artículos posteriores, con esa rabia ya atemperada, me he enfocado más en la responsabilidad de lo sucedido». Al mismo tiempo que, rompe una lanza a favor del uso enfático y figurado del lenguaje. Cree que «no había ocasión que mereciera más el uso de esas palabras fuertes». Y sobre del lenguaje incendiario que señalan los lectores, comenta que «en ningún caso era mi intención. Si realmente quisiera exhortar a la violencia, no lo haría con una referencia a la fórmula medieval de ejecutar a los traidores, sino de una manera más realista». De Prada también piensa que «la libertad del escritor en un periódico es muy frágil: tiene que dominarse, pero evitando ofrecer una visión falsificada». Y añade «que nunca se ha reservado nada ante los lectores de ABC» y que puede haber algo «suicida en mi sinceridad que a veces lleva al desafuero». Si bien la opinión no es ámbito de mi tarea como defensora del lector, en esta ocasión era necesario atender las inquietudes que el texto ha suscitado, sobre todo en el momento en que apuntan a la responsabilidad de la cabecera por su publicación, idea que comparto. Prada asume su exceso verbal, y lo atribuye a «un amasijo de pasiones oscuras». En un contexto social tan polarizado, la responsabilidad del medio también es frágil. Mostrar con firmeza la indignación ante una respuesta zafia por parte de quienes nos gobiernan puede ser, también, un deber. Discernir la fina línea en la que la manifestación de un enfado se convierte en algo más grave, requiere de una mesura que no han propiciado los acontecimientos. Si bien esta falta puntual de contención da un carácter más apasionado al periódico, hay que saber dosificar estos excesos para hacer brillar el rigor por encima de todo.

 

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