sbrekke
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Netflix es capaz de todo. De producir algunas de las películas más interesantes, y hasta subversivas, por adultas y complejas, de los últimos años. Y también de poner en marcha su algoritmo de preproducción, de fábrica de contenido audiovisual ultraprocesado, para acabar conformando algunos de los dislates más bochornosos de la temporada, protagonizados además por estrellas de capa más o menos caída. El último ejemplo de este batiburrillo de malas ideas previas (llamarles referentes sería un piropo) es Turno de día, comedia de acción vampírica dirigida por el novel J. J. Perry, comandada en su reparto por un alicaído Jamie Foxx.
En esa línea de conducta de producción en serie parece obligado comenzar (supuestamente) fuerte con una secuencia precréditos que no te obligue a cambiar de opinión, y por tanto a seguir rastreando alimento de ocio con el buscador de la plataforma. Pero en esos minutos iniciales, por muy arriba que se coloquen en cuanto al tono, suele vislumbrarse ya la incapacidad de los artífices. Así ocurre en Turno de día con la presentación de su personaje principal: un limpiador de piscinas de Los Ángeles, padre de familia separado en proceso de divorcio, que dedica sus días a acabar con unos seres que se dicen vampiros pero que pueden asemejarse a los zombis, y que nunca se sabe bien cuál es su objetivo. Suena a chorrada y lo es, pero a veces las películas idiotas pueden tener un refrescante sentido de lo dionisiaco, y otras simplemente ser la estupidez que parecen desde la distancia.
Turno de día quiere ser al mismo tiempo comedia de acción, cinta de terror de serie B, película familiar de ñoñas intenciones, producción de lucha y kung-fu, y buddy movie con roles de caracteres opuestos y particularidades físicas distantes. La sensación evidente es que no se conforma con un arco determinado de público; los quiere aglutinar a todos, igualándolos por abajo, y probablemente se quede sin ninguno.
Quizá los menos exigentes se conformen con sus secuencias de acción, de lucha de artes marciales y disparo a bocajarro con armas de asalto, rodadas de todos modos sin la menor imaginación, pero al menos discretamente profesionales dentro del orden contemporáneo de Hollywood. Sin embargo, aunque se pueda admitir cierta belleza en su fotografía de colores contrastados, lo que no admite duda es que los diálogos están perpetrados por alguien que está empezando a andar en esto de escribir. O quizá por alguien al que le están cortando las alas y la imaginación desde los despachos. Los tres minutos de banalidades, reiteraciones y lugares comunes de la conversación inicial entre el personaje de Foxx y su esposa, acerca de su mala labor como padre y de la posible mudanza de madre e hija a Florida, es el mejor ejemplo. Sobre todo, porque Foxx, buen actor en horas bajas, consciente de las frases que tiene que soltar, se dedica a hacer guiños gestuales de instituto indignos de un intérprete de su calibre.
Película de ruido y miel, de ideario carente de idea alguna, Turno de día es una más de las diversas operaciones de sistematización de cálculo ofrecidas al espectador desde la plataforma. El algoritmo, presunto experto en solucionar problemas de ocio, que pocas veces entiende de cine.
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En esa línea de conducta de producción en serie parece obligado comenzar (supuestamente) fuerte con una secuencia precréditos que no te obligue a cambiar de opinión, y por tanto a seguir rastreando alimento de ocio con el buscador de la plataforma. Pero en esos minutos iniciales, por muy arriba que se coloquen en cuanto al tono, suele vislumbrarse ya la incapacidad de los artífices. Así ocurre en Turno de día con la presentación de su personaje principal: un limpiador de piscinas de Los Ángeles, padre de familia separado en proceso de divorcio, que dedica sus días a acabar con unos seres que se dicen vampiros pero que pueden asemejarse a los zombis, y que nunca se sabe bien cuál es su objetivo. Suena a chorrada y lo es, pero a veces las películas idiotas pueden tener un refrescante sentido de lo dionisiaco, y otras simplemente ser la estupidez que parecen desde la distancia.
Turno de día quiere ser al mismo tiempo comedia de acción, cinta de terror de serie B, película familiar de ñoñas intenciones, producción de lucha y kung-fu, y buddy movie con roles de caracteres opuestos y particularidades físicas distantes. La sensación evidente es que no se conforma con un arco determinado de público; los quiere aglutinar a todos, igualándolos por abajo, y probablemente se quede sin ninguno.
Quizá los menos exigentes se conformen con sus secuencias de acción, de lucha de artes marciales y disparo a bocajarro con armas de asalto, rodadas de todos modos sin la menor imaginación, pero al menos discretamente profesionales dentro del orden contemporáneo de Hollywood. Sin embargo, aunque se pueda admitir cierta belleza en su fotografía de colores contrastados, lo que no admite duda es que los diálogos están perpetrados por alguien que está empezando a andar en esto de escribir. O quizá por alguien al que le están cortando las alas y la imaginación desde los despachos. Los tres minutos de banalidades, reiteraciones y lugares comunes de la conversación inicial entre el personaje de Foxx y su esposa, acerca de su mala labor como padre y de la posible mudanza de madre e hija a Florida, es el mejor ejemplo. Sobre todo, porque Foxx, buen actor en horas bajas, consciente de las frases que tiene que soltar, se dedica a hacer guiños gestuales de instituto indignos de un intérprete de su calibre.
Película de ruido y miel, de ideario carente de idea alguna, Turno de día es una más de las diversas operaciones de sistematización de cálculo ofrecidas al espectador desde la plataforma. El algoritmo, presunto experto en solucionar problemas de ocio, que pocas veces entiende de cine.
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‘Turno de día’, espanto vampírico perpetrado por el algoritmo de Netflix
A veces las películas idiotas pueden tener un refrescante sentido de lo dionisiaco y otras simplemente ser la estupidez que parecen desde la distancia
elpais.com