Triunfalista Puerta del Príncipe para Talavante

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27 Sep 2024
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Triunfalismo en vena; eso es lo que se ha vivido en La Maestranza en la primera corrida de la Feria de San Miguel. Una muy justa, comodísima y muy noble corrida de Victoriano del Río y un público generoso en extremo propiciaron la salida a hombros por la Puerta del Príncipe de Alejandro Talavante tras el corte de dos orejas a su primer toro, de nombre Dalia, de clase suprema, y una tercera a otro animal noblote tras una faena desigual.

El tal Dalia ha sido un toro de ensueño para un torero con sentimiento en las muñecas. Justo de presencia, se repuchó en la primera vara y cabeceó en la segunda, acudió largo en banderillas, y demostró en la muleta prontitud, fijeza, clase, dulzura y movilidad, del mismo modo que careció de vibración, poderío y la codicia propia de un toro bravo de verdad. Y Talavante, que ya no es el torero profundo de antaño, lo muleteó con suavidad y largura en varias tandas que despertaron el entusiasmo del respetable, aunque no estuvo claro en ningún momento si por la pintura del torero o la fijeza y humillación del toro.

Hubo naturales de calidad, cambios de manos de hondura y generosidad del toro y los tendidos. Tras una estocada defectuosa, el presidente sacó tres pañuelos: las dos orejas que no merecía Talavante y la vuelta al ruedo a un toro que no fue bravo en el caballo. Más centrado estuvo el torero ante el quinto, de menos clase que su hermano, pero con cualidades suficientes para el triunfo. Talavante, con la Puerta del Príncipe en la cabeza, esbozó muletazos sueltos de calidad sin redondear una labor de premio. Pero La Maestranza estaba decidida a que se abriera su puerta grande y el torero extremeño salió por ella por segunda vez en su carrera.

La lidia del primer toro reflejó con detalle el momento de la afición sevillana. Un animal con semblante de madurez pero con cara y hechuras de novillo, impropio, incluso, de un festejo con picadores en plaza de primera. Manseó en el caballo y el piquero fue ovacionado por no picar. Y en la muleta fue un oponente bobo, generoso e insulso. Su matador, Sebastián Castella, se mostró más torero en los inicios que en los remates en una labor de más a menos que no le impidió pasear la primera oreja de la tarde. Lo recibió de capote con una rodilla en tierra, un par de delantales y tres medias de buen gusto. Se lució José Chacón en banderillas, y en el tercio final, otra vez despertó ilusiones el matador que no acabaron de cuajar. Estatuarios iniciales, una trincherilla y un pase de pecho dieron paso a una faena que supo a muy poco. Ante un toro excelente para el toreo de hoy, Castella logró sus mejores momentos con la mano derecha, y pareció desinflarse con la zurda a pesar de que el animal seguía embistiendo con la misma dulzura. Y el cuadro final quedó soso, sin alma, resultado lógico entre un toro simplemente noble y un torero sin embrujo. El cuarto fue el más incómodo, y el diestro francés estuvo por allí sin huella alguna.

Y el torero que estuvo bien de verdad, valentísimo, poderoso, técnicamente perfecto, fue Daniel Luque, que ofreció toda una lección de toreo auténtico ante el tercero de la tarde, con menos movilidad, al que le costaba obedecer los engaños y soltaba la cara en cada envite. Sin alboroto alguno, Luque lo radiografió, se colocó en el terreno apropiado, citó en la distancia justa, y enganchó al público con un toreo de verdad, arrebatador y apasionado. Cuando el animal se negó a embestir, se montó encima de su oponente, en un alarde de autoridad total, y levantó a los tendidos.

Solo pudo estar aseado y solvente con el esaborío sexto que no le permitió lucimiento alguno.

Talavante salió a hombros por la Puerta del Príncipe, pero Sevilla no salió toreando de La Maestranza.

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