Favian_Hilpert
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 55
Cómo sería la cosa que la ovación de la tarde se la llevaron los monosabios. Los monosabios, el caballo de picar y, si me apuran, también el picador, por la costalada que se pegó. Sucedió en el sexto y el caso es saber como ese novillo, tan flojo o más que el resto, pudo derribar a tamaña acorazada.
El caso es que equino y varilarguero fueron al suelo y aquello fue lo más divertido de la tarde. Fueron algo más de dos horas en las que no pasó nada. Nada merecedor de ser recordado. Por la puerta de chiqueros desfilaron seis novillos de distintas ganaderías -la mayoría, desconocidas hasta por los propios aficionados-, correctamente presentados, pero sin un mínimo de casta brava.
Un saldo ganadero impropio de la plaza de Madrid, que seguro le salió bien barato a la empresa. De la quema, siendo generosos, se salvaron el primero, con el hierro de José González, y el quinto, de Baltasar Ibán. Uno porque tuvo nobleza y buen fondo, aunque manseó en el caballo y apenas transmitió en la muleta; y el otro porque, al menos, se movió con cierta codicia.
No estuvieron mejor los toreros. Y uno se pregunta a qué, exactamente, vinieron a Madrid. Villita, bien compuesto siempre, dejó algún detalle suelto en el toreo accesorio, pero, en el fundamental, metió pico a destajo; Jesús Moreno, tan voluntarioso como frágil, anduvo vulgar y nunca se acopló con su lote; y Diego Bastos dio pases y no dijo nada.
Por si fuera poco, los tres, mataron mal. Muy mal. Moreno, al menos, tuvo la consideración de pedir perdón cuando se le fue la mano; cosa que no hicieron sus compañeros, autores de un par de bajonazos alevosos.
Normal que, en cuanto se echó el sexto, la gente huyera en estampida, muerta del aburrimiento. Sólo los monosabios, orgullosos y triunfantes, se fueron contentos a casa. Afortundados ellos (y la empresa...).
Seguir leyendo
El caso es que equino y varilarguero fueron al suelo y aquello fue lo más divertido de la tarde. Fueron algo más de dos horas en las que no pasó nada. Nada merecedor de ser recordado. Por la puerta de chiqueros desfilaron seis novillos de distintas ganaderías -la mayoría, desconocidas hasta por los propios aficionados-, correctamente presentados, pero sin un mínimo de casta brava.
Un saldo ganadero impropio de la plaza de Madrid, que seguro le salió bien barato a la empresa. De la quema, siendo generosos, se salvaron el primero, con el hierro de José González, y el quinto, de Baltasar Ibán. Uno porque tuvo nobleza y buen fondo, aunque manseó en el caballo y apenas transmitió en la muleta; y el otro porque, al menos, se movió con cierta codicia.
No estuvieron mejor los toreros. Y uno se pregunta a qué, exactamente, vinieron a Madrid. Villita, bien compuesto siempre, dejó algún detalle suelto en el toreo accesorio, pero, en el fundamental, metió pico a destajo; Jesús Moreno, tan voluntarioso como frágil, anduvo vulgar y nunca se acopló con su lote; y Diego Bastos dio pases y no dijo nada.
Por si fuera poco, los tres, mataron mal. Muy mal. Moreno, al menos, tuvo la consideración de pedir perdón cuando se le fue la mano; cosa que no hicieron sus compañeros, autores de un par de bajonazos alevosos.
Normal que, en cuanto se echó el sexto, la gente huyera en estampida, muerta del aburrimiento. Sólo los monosabios, orgullosos y triunfantes, se fueron contentos a casa. Afortundados ellos (y la empresa...).
Seguir leyendo
Triunfadores, los monosabios
Un saldo ganadero y novilleros sin ambición en una tarde sin historia
elpais.com