huel.addie
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Una de las palabras más repetidas por la actriz Trinidad González (Macultepec, Tabasco, 1995) cuando en las entrevistas le preguntan por su infancia y adolescencia es “pena”. Pena significa cosas distintas en México y en España, allí es vergüenza, aquí tristeza. Es como si en un viaje transatlántico la vergüenza de la niña Trinidad, tan injusta, que tan frecuentemente acompaña a la experiencia temprana de las personas trans, se convirtiera en tristeza, en una lógica pesadumbre por un mundo hostil, violento, terriblemente mal organizado.
Afortunadamente, la pena en todas sus acepciones se ve cada vez más borrosa desde el lugar en que Trinidad se encuentra ahora: es la primera actriz trans en interpretar un papel protagonista en una serie latinoamericana en Netflix. El secreto del río es un drama con tintes de thriller que en sus primeros capítulos acompaña a un grupo de niños expuestos a los peores instintos de los adultos, protegidos solo por su amistad y la que establecen con las muxes. Trinidad interpreta a Sicarú, una mujer trans que vive en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, al sur de México, el lugar en el que a día de hoy siguen residiendo las muxes. La serie también refleja la vida de este grupo indígena zapoteca, parte de una serie de identidades de género ancestrales presentes en muchos lugares del mundo, como la de las personas hijra en la India y Pakistán, fa’afafine en Polinesia, wigudun en Panamá o two-spirits en Canadá. El personaje elige el nombre de Sicarú porque su mentora le dice que en zapoteca significa belleza. A la Trinidad real no le hizo falta cambiar su nombre en su proceso de transición, es uno de los dos nombres que tiene, justo el que le hacía pasar pena en el colegio porque era de chica y por el que ahora es conocida en todas partes, por el que la llaman los seguidores de la serie para saludarla, darle las gracias y fotografiarse con ella.
Trinidad habla desde Ciudad de México, el lugar al que se mudó desde su Tabasco natal y después de una temporada en Londres, donde comenzó su transición. Con su perrita en brazos, unas grandes gafas, el pelo recogido y el tono dulce y calmado tan parecido al de su Sicarú.
¿Cómo está viviendo el éxito?
Con mucho agradecimiento, pero aunque lo recibo yo siento que hay mucha gente detrás de esto que ha pasado en la serie y en la vida. Muchas mujeres trabajaron para que esté pasando lo que está pasando y ya se estaba tardando.
¿La paran mucho por la calle?
Te diré como algo curioso que siempre he estado acostumbrada a las miradas, soy muy alta y en Tabasco cuando pasaba la gente me miraba. “¡Allá va el monstruo!”, ¿sabes? Ahora lo que pasa es que escucho que dicen mi nombre. Ayer paseando a mi perrita en el parque un grupo de chiques se me acercaron emocionados llorando “¡Trinidad! ¡Trinidad!”. Es muy impactante cómo este personaje que tuve la fortuna de interpretar ha tocado corazones. A la edad de aquel grupo de ayer hubiera agradecido que hubiera existido una Sicarú.
Los primeros capítulos de El secreto del río están muy centrados en la infancia. La actriz que interpreta a Manuel [Sicarú en la niñez], Frida Sofía Cruz, se parece muchísimo a usted. Proyectar una infancia distinta a la propia es una sensación bastante común entre las personas del colectivo LGTBIQ+ ¿La ha tocado de manera personal? ¿Ha sido reparador para su propia infancia de algún modo?
Fue un shock. Cuando le cortaron el pelo para interpretar a Manuel, verla fue como regresar a esa edad. A muchas niñas les gusta tener el pelo largo. Frida estaba tan vulnerable y tan tímida por su cabello, eso fue lo que me impactó. Yo pensaba: “Así me veía yo, así estaba, todo el tiempo vigilando a ver quién me estaba juzgando, quién me estaba buscando, de quién me tenía que esconder”. Frida es una niña espectacular. El personaje de Manuel me dejó un abrazo para la niña que fui, que no entendía por qué la gente la señalaba tanto y le hacía tantas cosas feas. Fue muy sanador. Compartirlo fue un abrazo grupal.
Usted no tuvo que cambiar de nombre, algo bastante insólito dentro de las experiencias de las personas trans.
Tenía dos nombres, Trinidad era el segundo, lo evitaba para que nadie se burlara de mí y ahora quiero abrazar ese nombre. Siempre he sido Trinidad.
Este es su primer trabajo interpretativo, empezó estudiando publicidad y luego fue modelo. ¿Cómo fueron los comienzos en este mundo?
Estudiaba mercadotecnia y publicidad en Tabasco, pero no fue un buen momento, me odiaba a mí misma, odiaba lo que tenía alrededor, así que en un momento dado decido mudarme a Ciudad de México y empiezo a ser modelo, esto fue hace cinco años. Jamás pensé en la actuación. Desde mi agencia me plantearon el proyecto de El secreto del río y dije: “Quiero hacerlo”. Fui temblando y sudando al casting, pasé unos cuantos filtros más, clases con una coach, llegó el casting con Diego Calva y Yoshira Escárrega y lo hice fatal. Me podrían haber dicho: “¿Sabes qué, amiga? Adiós”, pero luego hubo una lectura con los directores y ahí me confirmaron que era su Sicarú. A lo largo del proceso la pude hacer un poco más mía.
¿En qué sentido es Sicarú como usted?
Yo soy muy mamá. Soy cáncer.
Se le nota.
Sí, soy muy sentimental, pero no me rajo con nada. En algún momento la valentía se me apagó un poco, pero el personaje de Sicarú me la devolvió, me devolvió ese fuego.
Es usted la primera mujer trans con un papel protagónico en una serie latinoamericana que además está en una plataforma internacional como Netflix, súbitamente la conoce muchísima gente. Ser la primera en algo suele despertar responsabilidad y vértigo, ¿cómo lo ha vivido?
Lo he disfrutado más que ponerme a pensar en los títulos. Pienso en el futuro. Ahorita soy la primera pero van a venir muchas más, también hombres trans, personas no binarias… ha sido un viaje muy loco, pero me ha ayudado a aplaudirnos a nosotras, a decir: “Lo logramos”.
La serie está muy centrada en la infancia trans, un tema que enfada al conservadurismo. ¿Considera que es importante contar las historias de este periodo de la vida?
Totalmente. En Latinoamérica vivimos en un contexto muy machista. Agradezco a la producción que se atreviera a hablar de esto de manera muy digna. Todo este rechazo viene de la gente adulta, porque los niños, las niñas, les niñes están jugando y están haciendo su vida tal cual, sin prejuicios.
¿Cree en la capacidad de estas historias para ser relevantes fuera de nuestro colectivo? ¿Para emocionar e influenciar de manera universal?
Por supuesto. Por ejemplo, a mí se me han acercado todo tipo de mujeres y me han dicho que la historia de Sicarú les ha ayudado a aceptar su cuerpo, con el que siempre habían tenido conflicto. Son temas humanos que tocan cada fibra del ser de cualquier persona, eso es lo que yo quería que pasara con la serie y me tiene muy conmovida.
La vida de la protagonista cambia cuando encuentra a la comunidad de muxes de su pueblo. En la comunidad zapoteca del istmo de Tehuantepec las muxes son un tercer género, se trata de un identidad ancestral que viene de tiempos prehispánicos y hoy se engloba en lo que entendemos por diversidad sexual. También es una comunidad muy desconocida e idealizada. ¿Usted pudo tener contacto directo con las muxes reales para preparar el personaje?
Sí, les tengo un agradecimiento enorme, me incluyeron, me dieron amor, las adoro, son unas cañonas. Creo que hablar de las muxes incomoda a muchas personas porque no saben cómo tratarlas y prefieren ignorarlas. Pensé que su entorno era más amigable, pero la gente muchas veces no las trata con sus pronombres y eso es lo más suave, hay violencia también, restricción de los espacios de salud, de educación. Acá estamos en un privilegio y ellas están viviendo otra cosa. A mí durante la grabación en su contexto alguna gente me trataba de hombre y el equipo me decía: “Tranquila, son tres meses y te vas”. Claro, pero ellas se quedan.
¿Se sienten las muxes incluidas en los movimientos actuales favor de los derechos de las personas LGTBIQ+?
Hay muchas que son activistas. Pero hay mucho que explicar sobre ellas, dentro de su comunidad hay una diversidad enorme, hay muxes que son travestis, muxes que son mujeres trans, muxes que son hombres…
Quizá la sigla con la que mejor encajarían en un contexto contemporáneo es la Q de queer. Recientemente el partido que está en el Gobierno en España, el PSOE ha eliminado de su directiva justo esa sigla, la Q. ¿Por qué cree usted que es necesaria?
(Se ríe) Mira, cuando me dicen que las siglas del colectivo son demasiadas siempre contesto que son muchas porque somos muchas personas las que estamos incluidas. Cada letra es como un foco que ilumina a alguien, que le hace sentir visto. Podría haber mil letras más, nunca menos.
En El secreto del río hay un personaje muy tierno, Solange, la mentora muxe de la protagonista. ¿Tuvo usted su Solange?
Sí, fue mi tío. Él sabía quién era yo, hay gente que te trata por tus pronombres, pero tú sientes que te siguen viendo como hombre. Luego hay personas que te ven realmente, y ese fue mi tío. Me dijo que no dejara de ser yo, que él me iba a apoyar toda la vida. Creo que si viviera hoy, él habría hecho su transición. Hace tiempo que no está, ojalá pudiera ver esto que me está pasando, le he dedicado muchos episodios de la serie.
¿Cómo se llamaba?
Se llamaba Víctor. Víctor Garduza.
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Afortunadamente, la pena en todas sus acepciones se ve cada vez más borrosa desde el lugar en que Trinidad se encuentra ahora: es la primera actriz trans en interpretar un papel protagonista en una serie latinoamericana en Netflix. El secreto del río es un drama con tintes de thriller que en sus primeros capítulos acompaña a un grupo de niños expuestos a los peores instintos de los adultos, protegidos solo por su amistad y la que establecen con las muxes. Trinidad interpreta a Sicarú, una mujer trans que vive en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, al sur de México, el lugar en el que a día de hoy siguen residiendo las muxes. La serie también refleja la vida de este grupo indígena zapoteca, parte de una serie de identidades de género ancestrales presentes en muchos lugares del mundo, como la de las personas hijra en la India y Pakistán, fa’afafine en Polinesia, wigudun en Panamá o two-spirits en Canadá. El personaje elige el nombre de Sicarú porque su mentora le dice que en zapoteca significa belleza. A la Trinidad real no le hizo falta cambiar su nombre en su proceso de transición, es uno de los dos nombres que tiene, justo el que le hacía pasar pena en el colegio porque era de chica y por el que ahora es conocida en todas partes, por el que la llaman los seguidores de la serie para saludarla, darle las gracias y fotografiarse con ella.
Trinidad habla desde Ciudad de México, el lugar al que se mudó desde su Tabasco natal y después de una temporada en Londres, donde comenzó su transición. Con su perrita en brazos, unas grandes gafas, el pelo recogido y el tono dulce y calmado tan parecido al de su Sicarú.
¿Cómo está viviendo el éxito?
Con mucho agradecimiento, pero aunque lo recibo yo siento que hay mucha gente detrás de esto que ha pasado en la serie y en la vida. Muchas mujeres trabajaron para que esté pasando lo que está pasando y ya se estaba tardando.
¿La paran mucho por la calle?
Te diré como algo curioso que siempre he estado acostumbrada a las miradas, soy muy alta y en Tabasco cuando pasaba la gente me miraba. “¡Allá va el monstruo!”, ¿sabes? Ahora lo que pasa es que escucho que dicen mi nombre. Ayer paseando a mi perrita en el parque un grupo de chiques se me acercaron emocionados llorando “¡Trinidad! ¡Trinidad!”. Es muy impactante cómo este personaje que tuve la fortuna de interpretar ha tocado corazones. A la edad de aquel grupo de ayer hubiera agradecido que hubiera existido una Sicarú.
Los primeros capítulos de El secreto del río están muy centrados en la infancia. La actriz que interpreta a Manuel [Sicarú en la niñez], Frida Sofía Cruz, se parece muchísimo a usted. Proyectar una infancia distinta a la propia es una sensación bastante común entre las personas del colectivo LGTBIQ+ ¿La ha tocado de manera personal? ¿Ha sido reparador para su propia infancia de algún modo?
Fue un shock. Cuando le cortaron el pelo para interpretar a Manuel, verla fue como regresar a esa edad. A muchas niñas les gusta tener el pelo largo. Frida estaba tan vulnerable y tan tímida por su cabello, eso fue lo que me impactó. Yo pensaba: “Así me veía yo, así estaba, todo el tiempo vigilando a ver quién me estaba juzgando, quién me estaba buscando, de quién me tenía que esconder”. Frida es una niña espectacular. El personaje de Manuel me dejó un abrazo para la niña que fui, que no entendía por qué la gente la señalaba tanto y le hacía tantas cosas feas. Fue muy sanador. Compartirlo fue un abrazo grupal.
Usted no tuvo que cambiar de nombre, algo bastante insólito dentro de las experiencias de las personas trans.
Tenía dos nombres, Trinidad era el segundo, lo evitaba para que nadie se burlara de mí y ahora quiero abrazar ese nombre. Siempre he sido Trinidad.
Este es su primer trabajo interpretativo, empezó estudiando publicidad y luego fue modelo. ¿Cómo fueron los comienzos en este mundo?
Estudiaba mercadotecnia y publicidad en Tabasco, pero no fue un buen momento, me odiaba a mí misma, odiaba lo que tenía alrededor, así que en un momento dado decido mudarme a Ciudad de México y empiezo a ser modelo, esto fue hace cinco años. Jamás pensé en la actuación. Desde mi agencia me plantearon el proyecto de El secreto del río y dije: “Quiero hacerlo”. Fui temblando y sudando al casting, pasé unos cuantos filtros más, clases con una coach, llegó el casting con Diego Calva y Yoshira Escárrega y lo hice fatal. Me podrían haber dicho: “¿Sabes qué, amiga? Adiós”, pero luego hubo una lectura con los directores y ahí me confirmaron que era su Sicarú. A lo largo del proceso la pude hacer un poco más mía.
¿En qué sentido es Sicarú como usted?
Yo soy muy mamá. Soy cáncer.
Se le nota.
Sí, soy muy sentimental, pero no me rajo con nada. En algún momento la valentía se me apagó un poco, pero el personaje de Sicarú me la devolvió, me devolvió ese fuego.
Es usted la primera mujer trans con un papel protagónico en una serie latinoamericana que además está en una plataforma internacional como Netflix, súbitamente la conoce muchísima gente. Ser la primera en algo suele despertar responsabilidad y vértigo, ¿cómo lo ha vivido?
Lo he disfrutado más que ponerme a pensar en los títulos. Pienso en el futuro. Ahorita soy la primera pero van a venir muchas más, también hombres trans, personas no binarias… ha sido un viaje muy loco, pero me ha ayudado a aplaudirnos a nosotras, a decir: “Lo logramos”.
La serie está muy centrada en la infancia trans, un tema que enfada al conservadurismo. ¿Considera que es importante contar las historias de este periodo de la vida?
Totalmente. En Latinoamérica vivimos en un contexto muy machista. Agradezco a la producción que se atreviera a hablar de esto de manera muy digna. Todo este rechazo viene de la gente adulta, porque los niños, las niñas, les niñes están jugando y están haciendo su vida tal cual, sin prejuicios.
¿Cree en la capacidad de estas historias para ser relevantes fuera de nuestro colectivo? ¿Para emocionar e influenciar de manera universal?
Por supuesto. Por ejemplo, a mí se me han acercado todo tipo de mujeres y me han dicho que la historia de Sicarú les ha ayudado a aceptar su cuerpo, con el que siempre habían tenido conflicto. Son temas humanos que tocan cada fibra del ser de cualquier persona, eso es lo que yo quería que pasara con la serie y me tiene muy conmovida.
La vida de la protagonista cambia cuando encuentra a la comunidad de muxes de su pueblo. En la comunidad zapoteca del istmo de Tehuantepec las muxes son un tercer género, se trata de un identidad ancestral que viene de tiempos prehispánicos y hoy se engloba en lo que entendemos por diversidad sexual. También es una comunidad muy desconocida e idealizada. ¿Usted pudo tener contacto directo con las muxes reales para preparar el personaje?
Sí, les tengo un agradecimiento enorme, me incluyeron, me dieron amor, las adoro, son unas cañonas. Creo que hablar de las muxes incomoda a muchas personas porque no saben cómo tratarlas y prefieren ignorarlas. Pensé que su entorno era más amigable, pero la gente muchas veces no las trata con sus pronombres y eso es lo más suave, hay violencia también, restricción de los espacios de salud, de educación. Acá estamos en un privilegio y ellas están viviendo otra cosa. A mí durante la grabación en su contexto alguna gente me trataba de hombre y el equipo me decía: “Tranquila, son tres meses y te vas”. Claro, pero ellas se quedan.
¿Se sienten las muxes incluidas en los movimientos actuales favor de los derechos de las personas LGTBIQ+?
Hay muchas que son activistas. Pero hay mucho que explicar sobre ellas, dentro de su comunidad hay una diversidad enorme, hay muxes que son travestis, muxes que son mujeres trans, muxes que son hombres…
Quizá la sigla con la que mejor encajarían en un contexto contemporáneo es la Q de queer. Recientemente el partido que está en el Gobierno en España, el PSOE ha eliminado de su directiva justo esa sigla, la Q. ¿Por qué cree usted que es necesaria?
(Se ríe) Mira, cuando me dicen que las siglas del colectivo son demasiadas siempre contesto que son muchas porque somos muchas personas las que estamos incluidas. Cada letra es como un foco que ilumina a alguien, que le hace sentir visto. Podría haber mil letras más, nunca menos.
En El secreto del río hay un personaje muy tierno, Solange, la mentora muxe de la protagonista. ¿Tuvo usted su Solange?
Sí, fue mi tío. Él sabía quién era yo, hay gente que te trata por tus pronombres, pero tú sientes que te siguen viendo como hombre. Luego hay personas que te ven realmente, y ese fue mi tío. Me dijo que no dejara de ser yo, que él me iba a apoyar toda la vida. Creo que si viviera hoy, él habría hecho su transición. Hace tiempo que no está, ojalá pudiera ver esto que me está pasando, le he dedicado muchos episodios de la serie.
¿Cómo se llamaba?
Se llamaba Víctor. Víctor Garduza.
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