La cantaora Sandra Carrasco, de Almonte (Huelva), y el guitarrista David de Arahal, de esa localidad sevillana, han protagonizado un fenómeno inédito en el género: durante cerca de dos años, de una manera discreta pero efectiva, han estado de gira por el país con un proyecto construido codo con codo entre ambos: Recordando a Marchena, un trabajo que, en palabras de Carrasco, “se ha escrito entre el sueño y el tiempo”. La referencia onírica no es un recurso fácil: la obra parte de una experiencia personal, que la conecta con su padre fallecido, al que se le dedica una grabación que los propios artistas han producido y editado en un doble CD con un libro sobre el maestro, obra de Manuel Martín Martín.
Carrasco se ha encargado de aclarar que Recordando a Marchena nunca supone “cantar por él” y sí estar “siempre inspirados por el maestro de maestros”, como se conocía al popular artista. De esa forma, la cantaora se une a una positiva tendencia en la creación flamenca actual: la de homenajear a figuras históricas huyendo de la mímesis para elaborar un discurso propio con lenguaje contemporáneo. La escucha de los más de una docena de cortes del doble CD, recogidos en directo en algunos de los recitales, traslada de forma inequívoca al universo de Marchena, pero percibido con un tratamiento que refresca los viejos cantes.
Entre el joven guitarrista y Carrasco se establece un cómplice y armónico diálogo, y los estilos, aunque mantienen su reconocible musicalidad, están dichos con mimo y delicadeza, y con el difícil equilibrio que resulta de poner una pizca de sobriedad a la original exuberancia. Dulzor y frescura a un tiempo gracias a la versatilidad y amplitud del registro canoro de la cantaora. El recorrido por el repertorio marchenero es extenso y representativo. No hace falta ser un experto en el artista para reconocer —o disfrutar de— unos estilos que se presentan agrupados en cinco movimientos, con tantas creaciones del maestro que resultan imposibles de enumerar. Su escucha, que es larga, requiere la pausa que los mismos cantes transmiten, excepción hecha de los movimientos IV, con los aires americanos, y V, una fiesta por fandanguillos, pero del siglo XXI. En su recreación no faltan los melismas o los recitados propios del maestro, que se encuentran bien administrados.
El contrabajista alavés Pablo Martín Caminero, habitual durante años en la formación del guitarrista Gerardo Núñez, entre otras experiencias flamencas, publicó en 2001 su disco Al toque, con el que rindió tributo a los héroes de la guitarra flamenca de concierto adaptando a su instrumento y a su trío composiciones de ocho grandes creadores de la disciplina: de Moraíto a Manolo Sanlúcar, Sabicas, Paco de Lucía, Riqueni, Cañizares, Amigo y, por supuesto, Núñez. El tratamiento era evidentemente jazzístico, pero los temas no perdían su sonoridad, aire y compás flamenco.
En una nueva grabación, y sin abandonar el formato de trío de jazz —con David García (piano) y Shayan Fathi (percusión)—, amplía su homenaje al cante flamenco, un proyecto complejo que el músico y compositor declara haber realizado “aprovechando la estructura modular del flamenco: esa sucesión de compás, cante, falseta, cante…”. De esta manera, declara: “He querido entrelazar el cante con mis composiciones y los solos de los instrumentistas dentro de las estructuras armónicas, al igual que ocurre en el jazz. Así se exploran nuevas maneras de hacer, que un trío de jazz-flamenco y un cantaor convivan musicalmente”.
Para ello ha contado con la voz del cantaor jerezano David Carpio, quien, con una letra de cante a palo seco, arranca el primer corte por bulerías, que condensa y desarrolla con fuerza una idea que luego irá adquiriendo diversos matices según los estilos flamencos que se aborden. Los oropeles sonoros de esas bulerías, a las que se añade un trío de metales con solos de Jorge Pardo, contrastan con el tratamiento intimista del segundo, ‘Soundcheck’, interpretado a modo de canción por Carpio, que baja aquí de manera ostensible la tonalidad que le es habitual. En un meritorio esfuerzo de ensamblaje con la banda y las composiciones, lo hará en otros temas: ‘FQOTR’, con unas tonás que suenan como balada, antes de afrontar la seguiriya servida como en orden inverso, la ‘Soleá de Gasteiz’, de tratamiento lento sostenido por piano y contrabajo, o la canción ‘Alter ego’, que se aligerará por tangos. Con la sobrecogedora malagueña, que es mellicera, pero con letra propia de Carpio, y con las bulerías finales, el cantaor lucirá en su tonalidad habitual.
La joven cantaora Ángeles Toledano, de Villanueva de la Reina (Jaén), con el crédito que le otorga el haberse curtido largamente en recitales por distintos escenarios o poniendo su voz a proyectos de baile, no ha desaprovechado la ocasión que le ha brindado su salto a un sello grande para ofrecer, en su primer disco, un discurso propio y diferenciado. Sin abandonar la herencia que la alimenta, ofrece los estilos tradicionales con un tratamiento que va del pasado de unas letras añejas al futuro que sugieren las programaciones que las arropan; del toque del también joven Benito Bernal, su guitarrista de siempre, a la producción de Javier “Harto” Rodríguez, que le aporta un ropaje sonoro contemporáneo.
Hay elementos que la unen con su raíz, pero son muchos más los que inciden en su intención de un presente, el suyo y el de la gente —especialmente las mujeres— de su generación. La intención arranca quizás en la misma manera de nombrar al disco, Sangre sucia, dos palabras que ella se ha encargado de explicar que remiten tanto al mestizaje como a la propia fisiología femenina. La compañía de la escritora Sara Torres, con la que comparte el recitado de un poema, le otorga sustento en tanto es de su tiempo y comparte con ella sentimientos que traslada a sus cantes para refrescar así la tradición de la que parte.
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Carrasco se ha encargado de aclarar que Recordando a Marchena nunca supone “cantar por él” y sí estar “siempre inspirados por el maestro de maestros”, como se conocía al popular artista. De esa forma, la cantaora se une a una positiva tendencia en la creación flamenca actual: la de homenajear a figuras históricas huyendo de la mímesis para elaborar un discurso propio con lenguaje contemporáneo. La escucha de los más de una docena de cortes del doble CD, recogidos en directo en algunos de los recitales, traslada de forma inequívoca al universo de Marchena, pero percibido con un tratamiento que refresca los viejos cantes.
Entre el joven guitarrista y Carrasco se establece un cómplice y armónico diálogo, y los estilos, aunque mantienen su reconocible musicalidad, están dichos con mimo y delicadeza, y con el difícil equilibrio que resulta de poner una pizca de sobriedad a la original exuberancia. Dulzor y frescura a un tiempo gracias a la versatilidad y amplitud del registro canoro de la cantaora. El recorrido por el repertorio marchenero es extenso y representativo. No hace falta ser un experto en el artista para reconocer —o disfrutar de— unos estilos que se presentan agrupados en cinco movimientos, con tantas creaciones del maestro que resultan imposibles de enumerar. Su escucha, que es larga, requiere la pausa que los mismos cantes transmiten, excepción hecha de los movimientos IV, con los aires americanos, y V, una fiesta por fandanguillos, pero del siglo XXI. En su recreación no faltan los melismas o los recitados propios del maestro, que se encuentran bien administrados.
El contrabajista alavés Pablo Martín Caminero, habitual durante años en la formación del guitarrista Gerardo Núñez, entre otras experiencias flamencas, publicó en 2001 su disco Al toque, con el que rindió tributo a los héroes de la guitarra flamenca de concierto adaptando a su instrumento y a su trío composiciones de ocho grandes creadores de la disciplina: de Moraíto a Manolo Sanlúcar, Sabicas, Paco de Lucía, Riqueni, Cañizares, Amigo y, por supuesto, Núñez. El tratamiento era evidentemente jazzístico, pero los temas no perdían su sonoridad, aire y compás flamenco.
En una nueva grabación, y sin abandonar el formato de trío de jazz —con David García (piano) y Shayan Fathi (percusión)—, amplía su homenaje al cante flamenco, un proyecto complejo que el músico y compositor declara haber realizado “aprovechando la estructura modular del flamenco: esa sucesión de compás, cante, falseta, cante…”. De esta manera, declara: “He querido entrelazar el cante con mis composiciones y los solos de los instrumentistas dentro de las estructuras armónicas, al igual que ocurre en el jazz. Así se exploran nuevas maneras de hacer, que un trío de jazz-flamenco y un cantaor convivan musicalmente”.
Para ello ha contado con la voz del cantaor jerezano David Carpio, quien, con una letra de cante a palo seco, arranca el primer corte por bulerías, que condensa y desarrolla con fuerza una idea que luego irá adquiriendo diversos matices según los estilos flamencos que se aborden. Los oropeles sonoros de esas bulerías, a las que se añade un trío de metales con solos de Jorge Pardo, contrastan con el tratamiento intimista del segundo, ‘Soundcheck’, interpretado a modo de canción por Carpio, que baja aquí de manera ostensible la tonalidad que le es habitual. En un meritorio esfuerzo de ensamblaje con la banda y las composiciones, lo hará en otros temas: ‘FQOTR’, con unas tonás que suenan como balada, antes de afrontar la seguiriya servida como en orden inverso, la ‘Soleá de Gasteiz’, de tratamiento lento sostenido por piano y contrabajo, o la canción ‘Alter ego’, que se aligerará por tangos. Con la sobrecogedora malagueña, que es mellicera, pero con letra propia de Carpio, y con las bulerías finales, el cantaor lucirá en su tonalidad habitual.
En Sangre sucia, Ángeles Toledano comparte el recitado de un poema con la escritora Sara Torres
La joven cantaora Ángeles Toledano, de Villanueva de la Reina (Jaén), con el crédito que le otorga el haberse curtido largamente en recitales por distintos escenarios o poniendo su voz a proyectos de baile, no ha desaprovechado la ocasión que le ha brindado su salto a un sello grande para ofrecer, en su primer disco, un discurso propio y diferenciado. Sin abandonar la herencia que la alimenta, ofrece los estilos tradicionales con un tratamiento que va del pasado de unas letras añejas al futuro que sugieren las programaciones que las arropan; del toque del también joven Benito Bernal, su guitarrista de siempre, a la producción de Javier “Harto” Rodríguez, que le aporta un ropaje sonoro contemporáneo.
Hay elementos que la unen con su raíz, pero son muchos más los que inciden en su intención de un presente, el suyo y el de la gente —especialmente las mujeres— de su generación. La intención arranca quizás en la misma manera de nombrar al disco, Sangre sucia, dos palabras que ella se ha encargado de explicar que remiten tanto al mestizaje como a la propia fisiología femenina. La compañía de la escritora Sara Torres, con la que comparte el recitado de un poema, le otorga sustento en tanto es de su tiempo y comparte con ella sentimientos que traslada a sus cantes para refrescar así la tradición de la que parte.
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