Davon_Smitham
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Cuando acababa de publicar Las malas (Tusquets, 2019), Camila Sosa Villada me dijo que la literatura es un acto de travestismo, porque intenta construir algo nuevo con códigos antiguos. En esa novela mezclaba lo mágico y lo testimonial para representar las comunidades travestis de Córdoba, la ciudad donde vive en Argentina. Ahora parece que se haya preguntado qué habría pasado con ellas si las cosas les hubieran salido un poco mejor. Se mete en la cabeza de una actriz que ha conseguido la estabilidad social, económica y romántica para explorar qué cae cuando todo está más o menos bien. Según ella, no hay menos ciencia ficción en una novela que en la otra, porque la vida de cualquier travesti es una irregularidad en su entorno. Y parece que dinero y aceptación social no son suficientes para salvarla.
La protagonista sin nombre de Tesis de una domesticación (Tusquets, 2024) tiene mucho de su autora porque es magnética y escurridiza. Como la de Las malas, se ha formado con el odio de sus vecinos en un pueblo de la sierra cordobesa y la prostitución, pero en su caso ha conseguido el sueño de la clase media: éxito y riqueza, un pacto de no agresión con sus padres, un marido y un hijo que la quieren. Pero todo eso es solo una forma. Sosa amplia y estrecha el foco para mostrar “lo que se enquista con la llegada de los hijos, lo que se cristaliza cuando la vida se resuelve, cuando ya se sabe de dónde vienen el dinero y la felicidad”. Es un tópico literario el de la desidia burguesa, pero Camila Sosa lo reformula y lo mantiene interesante introduciendo en él personajes con nervio. Como salida de una mezcla entre lo trágico de Duras y lo excéntrico de Almodóvar, la protagonista de la novela se fija en qué pasa cuando la institución admite la diferencia, cuando ya no hay opresiones que mantengan en tensión y solo depende de uno mismo no dejarse llevar por lo empequeñecedor de la costumbre.
La protagonista y su marido, un abogado gay, rico y más guapo que ella, viven dentro del ideal de matrimonio convencional intentando mantener el libertinaje que sienten que los define con una relación abierta y sexualmente activa. Durante los últimos años el zeitgeist ha hecho piruetear la institución del matrimonio y la pareja monógama sin acabar de caer a pies juntos, y es curioso como el planteamiento de esta novela en seguida muestra la farsa detrás de la utopía: el poliamor no amenaza ni resuelve la domesticidad de su matrimonio burgués y aburrido, sino que la refuerza. Hay algo más trágico que transgresor cuando la autora afirma: “Una sola travesti alcanza para torcer la vida de un hombre, de una familia, de una institución. Una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa, deshacer los nudos de un compromiso, romper una promesa, renunciar a una vida”. Como si partir de una inadaptación solo pudiera llevar a la inadaptación permanente.
La versión que publica Tusquets de Tesis sobre una domesticación es una reescritura de la que se publicó por primera vez el año 2019, en la editorial Página12. En seguida se vendieron los derechos para una película que se estrenará pronto y protagonizada por la propia escritora. La adaptación tiene mucho sentido, porque el tiempo narrativo pausado de la novela es muy cinematográfico. Parece que Camila Sosa quiera que su lector sienta la misma asfixia que la protagonista cuando obstaculiza el avance de la trama —el hilo central no abarca mucho más que un par de días— con constantes flashbacks, excursos y proyecciones. Es una forma de narrar más conservadora y contenida que la de Las malas, como si la autora hubiera aburguesado la escritura igual que su protagonista la vida.
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La protagonista sin nombre de Tesis de una domesticación (Tusquets, 2024) tiene mucho de su autora porque es magnética y escurridiza. Como la de Las malas, se ha formado con el odio de sus vecinos en un pueblo de la sierra cordobesa y la prostitución, pero en su caso ha conseguido el sueño de la clase media: éxito y riqueza, un pacto de no agresión con sus padres, un marido y un hijo que la quieren. Pero todo eso es solo una forma. Sosa amplia y estrecha el foco para mostrar “lo que se enquista con la llegada de los hijos, lo que se cristaliza cuando la vida se resuelve, cuando ya se sabe de dónde vienen el dinero y la felicidad”. Es un tópico literario el de la desidia burguesa, pero Camila Sosa lo reformula y lo mantiene interesante introduciendo en él personajes con nervio. Como salida de una mezcla entre lo trágico de Duras y lo excéntrico de Almodóvar, la protagonista de la novela se fija en qué pasa cuando la institución admite la diferencia, cuando ya no hay opresiones que mantengan en tensión y solo depende de uno mismo no dejarse llevar por lo empequeñecedor de la costumbre.
En la novela, el poliamor no amenaza ni resuelve la domesticidad del matrimonio burgués y aburrido, sino que la refuerza
La protagonista y su marido, un abogado gay, rico y más guapo que ella, viven dentro del ideal de matrimonio convencional intentando mantener el libertinaje que sienten que los define con una relación abierta y sexualmente activa. Durante los últimos años el zeitgeist ha hecho piruetear la institución del matrimonio y la pareja monógama sin acabar de caer a pies juntos, y es curioso como el planteamiento de esta novela en seguida muestra la farsa detrás de la utopía: el poliamor no amenaza ni resuelve la domesticidad de su matrimonio burgués y aburrido, sino que la refuerza. Hay algo más trágico que transgresor cuando la autora afirma: “Una sola travesti alcanza para torcer la vida de un hombre, de una familia, de una institución. Una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa, deshacer los nudos de un compromiso, romper una promesa, renunciar a una vida”. Como si partir de una inadaptación solo pudiera llevar a la inadaptación permanente.
La versión que publica Tusquets de Tesis sobre una domesticación es una reescritura de la que se publicó por primera vez el año 2019, en la editorial Página12. En seguida se vendieron los derechos para una película que se estrenará pronto y protagonizada por la propia escritora. La adaptación tiene mucho sentido, porque el tiempo narrativo pausado de la novela es muy cinematográfico. Parece que Camila Sosa quiera que su lector sienta la misma asfixia que la protagonista cuando obstaculiza el avance de la trama —el hilo central no abarca mucho más que un par de días— con constantes flashbacks, excursos y proyecciones. Es una forma de narrar más conservadora y contenida que la de Las malas, como si la autora hubiera aburguesado la escritura igual que su protagonista la vida.
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