Lurline_Goyette
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De 1984 a 2005 Teresa Figueroa (Quito, 76 años) tuvo uno de los trabajos más locos que se puedan imaginar en el mundo del cine, el de jefe de prensa de Warner Bros. España. No solo tenía que lidiar con la prensa, sino que organizaba las visitas de promoción, en aquel tiempo numerosísimas, a España de los equipos de películas internacionales, sino que a partir de los Juegos Olímpicos de 1992, muchas promociones europeas se realizaron en Barcelona, lo que multiplicó su labor. Fueron además décadas preinternet; se convocaban los pases de película para la prensa por carta y fax, el material (diapositivas, casetes y vídeos) se enviaba por correo y a las entrevistas se citaba por teléfono.
Con todo, lo mejor y lo peor vino con las estrellas, y sobre ellas ha escrito un libro, Diario de una publicista (autoedición), que hábilmente se subtitula Anécdotas, caprichos y antojos de las estrellas de Hollywood. En sus páginas, Figueroa mantiene su imagen eterna de “señora”: jamás escribe prostitutas ni cocaína, pero encuentra las suficientes grietas literarias por las que cuela la descripción de esos caprichos y que entienda que sí, que Steven Seagal no solo hacía luz de gas a su esposa, Kelly LeBrock (de la que fue guardaespaldas antes que consorte), sino que pensó que podía acostarse con Ana Obregón: usando dinero de Warner le compró una pulsera y se presentó en casa de la actriz, solo para descubrir que Obregón le esperaba con toda su familia, y lo que había sido convocado como un acto social era, efectivamente, un encuentro social. Seagal devolvió la pulsera, aunque en sus siguientes visitas a España mantuvo sus majaderías.
Pregunta. ¿Cuánto no ha contado?
Respuesta. He contado lo que había que contar. Cuando empecé a recopilar el material elaboré un bruto de este libro. Pero una tiene que ser lo suficientemente responsable para saber qué dices y cómo lo dices. Fui despedida de manera muy brusca, cierto. Sin embargo, mi vida personal y familiar siempre se diferenció de mi trabajo. A mí lo de estar en un hotel de lujo o con estrellas me ha dado siempre lo mismo.
P. Estudió Empresas turísticas y llegó a su puesto desde la distribución cinematográfica. ¿Eso le ayudó en su trabajo de prensa?
R. Me ayudó a qué era muy ordenada, con cuadernos y agendas con todo anotado. Así pude escribir este libro.
P. Su gran lamento es no haber conocido a Sean Connery por una semana, la que le faltaba de baja por maternidad. A cambio, escribe entre sus alegrías que cenó con Charlton Heston. Es usted una clásica.
R. Pues sí, no te engaño.
P. No les perdona ni una a Seagal, Mel Gibson y Oliver Stone.
R. El primero solo tenía una cosa en la cabeza. Y aún recuerdo la llamada del pobre chófer contándome lo de la pulsera pagada con tarjeta de la empresa que tenía que guardar en su casa para devolver por la mañana a la joyería. En las siguientes visitas, Seagal me impuso las manos para compartir energías. En fin... Gibson era, mentalmente, un adolescente gamberro. En una entrevista con Rosa Montero se dedicó a tirarle papelitos, hacía cosas así. Oliver Stone siempre fue peor: un grosero.
P. Ellas no piden tantos caprichos como ellos.
R. Y a veces las comprendes más. Glenn Close fue a San Sebastián en plena batalla de su divorcio y con su hija pequeña, pendiente de si su marido aparecía. Fue muy fría, aunque la entendí. Luego conoces gente como Sandra Bullock o Jodie Foster que son de una tranquilidad, de una naturalidad, y que disfrutan del momento y todo les va bien. Nicole Kidman tenia una piel transparente, por eso era tan difícil de fotografiar, iniciaba su carrera hacia Hollywood porque iba a rodar con Tom Cruise... Con el tiempo su vida y su físico se estropearon.
P. Hay poca droga en su libro.
R. Puede que no me la pidieran a mí, sino a mis jefes o a sus guardaespaldas.
P. Y es curiosa su clasificación de las chicas que eran invitadas a las fiestas.
R. Las había de clase A, modelos; de clase B, que ya se tomaban una copa y charlaban, y de clase C. De eso se encargaban unas agencias, y se organizaba por encima de mí. En mis inicios ni me lo creía.
P. ¿La película que más disfrutó promocionando?
R. La misión. ¡Qué película! Además fue una de las promos más grandes en las que he trabajado, junto a la saga Harry Potter. Y Noviembre dulce, me gusta el cine de ese género. Vino, impresionante, Charlize Theron con su madre, y en la rueda de prensa lo primero que hicieron fue afrontar la muerte de su padre [La actriz tenía 15 años cuando una noche su padre, alcohólico, disparó a través de la puerta de la habitación en la que se escondía con su madre. Ella respondió en defensa propia y le mató] para desactivar el problema y seguir con la promoción.
P. Se declaran fan de Antonio Banderas.
R. Como todos, ¿no? Aún tenía casa en la calle Mayor y en la promoción de Los reyes del mambo quería ir andando a los sitios, rechazaba el coche... Siempre ha sido encantador, comprende todos los problemas que surgen y ayuda a resolverlos. En Londres, con Asesinos, engañaba a su publicista para dedicar más tiempo a la prensa española.
P. También tiene sus propios “insípidos”.
R. Kevin Costner tiene unos ojos muy bonitos... que no transmiten nada. A Russell Crowe le veías y no entendías nada de su fama. Eso sí, abría la boca ¡y qué voz! Cher daba miedo, no se le movía ni un músculo. Yo observaba mucho cuando me presentaban al inicio de las promociones. Yo estaba siempre calladita, no contaba más que lo suficiente y procuraba ser muy concisa para que no tuvieran que darme muchas vueltas y hacer cambios. Porque para mí los cambios significaban tener a todo un equipo patas arriba para dos tonterías. Y quiero dejar claro una cosa: la prensa española tenéis una fama estupenda en el resto del mundo, salían encantados de las entrevistas por lo preparados que venís.
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Con todo, lo mejor y lo peor vino con las estrellas, y sobre ellas ha escrito un libro, Diario de una publicista (autoedición), que hábilmente se subtitula Anécdotas, caprichos y antojos de las estrellas de Hollywood. En sus páginas, Figueroa mantiene su imagen eterna de “señora”: jamás escribe prostitutas ni cocaína, pero encuentra las suficientes grietas literarias por las que cuela la descripción de esos caprichos y que entienda que sí, que Steven Seagal no solo hacía luz de gas a su esposa, Kelly LeBrock (de la que fue guardaespaldas antes que consorte), sino que pensó que podía acostarse con Ana Obregón: usando dinero de Warner le compró una pulsera y se presentó en casa de la actriz, solo para descubrir que Obregón le esperaba con toda su familia, y lo que había sido convocado como un acto social era, efectivamente, un encuentro social. Seagal devolvió la pulsera, aunque en sus siguientes visitas a España mantuvo sus majaderías.
Pregunta. ¿Cuánto no ha contado?
Respuesta. He contado lo que había que contar. Cuando empecé a recopilar el material elaboré un bruto de este libro. Pero una tiene que ser lo suficientemente responsable para saber qué dices y cómo lo dices. Fui despedida de manera muy brusca, cierto. Sin embargo, mi vida personal y familiar siempre se diferenció de mi trabajo. A mí lo de estar en un hotel de lujo o con estrellas me ha dado siempre lo mismo.
P. Estudió Empresas turísticas y llegó a su puesto desde la distribución cinematográfica. ¿Eso le ayudó en su trabajo de prensa?
R. Me ayudó a qué era muy ordenada, con cuadernos y agendas con todo anotado. Así pude escribir este libro.
P. Su gran lamento es no haber conocido a Sean Connery por una semana, la que le faltaba de baja por maternidad. A cambio, escribe entre sus alegrías que cenó con Charlton Heston. Es usted una clásica.
R. Pues sí, no te engaño.
P. No les perdona ni una a Seagal, Mel Gibson y Oliver Stone.
R. El primero solo tenía una cosa en la cabeza. Y aún recuerdo la llamada del pobre chófer contándome lo de la pulsera pagada con tarjeta de la empresa que tenía que guardar en su casa para devolver por la mañana a la joyería. En las siguientes visitas, Seagal me impuso las manos para compartir energías. En fin... Gibson era, mentalmente, un adolescente gamberro. En una entrevista con Rosa Montero se dedicó a tirarle papelitos, hacía cosas así. Oliver Stone siempre fue peor: un grosero.
P. Ellas no piden tantos caprichos como ellos.
R. Y a veces las comprendes más. Glenn Close fue a San Sebastián en plena batalla de su divorcio y con su hija pequeña, pendiente de si su marido aparecía. Fue muy fría, aunque la entendí. Luego conoces gente como Sandra Bullock o Jodie Foster que son de una tranquilidad, de una naturalidad, y que disfrutan del momento y todo les va bien. Nicole Kidman tenia una piel transparente, por eso era tan difícil de fotografiar, iniciaba su carrera hacia Hollywood porque iba a rodar con Tom Cruise... Con el tiempo su vida y su físico se estropearon.
P. Hay poca droga en su libro.
R. Puede que no me la pidieran a mí, sino a mis jefes o a sus guardaespaldas.
Había chicas de clase A, modelos; de clase B, que ya se tomaban una copa y charlaban, y de clase C. De eso se encargaban unas agencias y se organizaba por encima de mí. En mis inicios ni me lo creía”
P. Y es curiosa su clasificación de las chicas que eran invitadas a las fiestas.
R. Las había de clase A, modelos; de clase B, que ya se tomaban una copa y charlaban, y de clase C. De eso se encargaban unas agencias, y se organizaba por encima de mí. En mis inicios ni me lo creía.
P. ¿La película que más disfrutó promocionando?
R. La misión. ¡Qué película! Además fue una de las promos más grandes en las que he trabajado, junto a la saga Harry Potter. Y Noviembre dulce, me gusta el cine de ese género. Vino, impresionante, Charlize Theron con su madre, y en la rueda de prensa lo primero que hicieron fue afrontar la muerte de su padre [La actriz tenía 15 años cuando una noche su padre, alcohólico, disparó a través de la puerta de la habitación en la que se escondía con su madre. Ella respondió en defensa propia y le mató] para desactivar el problema y seguir con la promoción.
Kevin Costner tiene unos ojos muy bonitos... que no transmiten nada. A Russell Crowe le veías y no entendías nada de su fama. Eso sí, abría la boca ¡y qué voz! Cher daba miedo”
P. Se declaran fan de Antonio Banderas.
R. Como todos, ¿no? Aún tenía casa en la calle Mayor y en la promoción de Los reyes del mambo quería ir andando a los sitios, rechazaba el coche... Siempre ha sido encantador, comprende todos los problemas que surgen y ayuda a resolverlos. En Londres, con Asesinos, engañaba a su publicista para dedicar más tiempo a la prensa española.
P. También tiene sus propios “insípidos”.
R. Kevin Costner tiene unos ojos muy bonitos... que no transmiten nada. A Russell Crowe le veías y no entendías nada de su fama. Eso sí, abría la boca ¡y qué voz! Cher daba miedo, no se le movía ni un músculo. Yo observaba mucho cuando me presentaban al inicio de las promociones. Yo estaba siempre calladita, no contaba más que lo suficiente y procuraba ser muy concisa para que no tuvieran que darme muchas vueltas y hacer cambios. Porque para mí los cambios significaban tener a todo un equipo patas arriba para dos tonterías. Y quiero dejar claro una cosa: la prensa española tenéis una fama estupenda en el resto del mundo, salían encantados de las entrevistas por lo preparados que venís.
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Teresa Figueroa, ex jefa de prensa: “Mel Gibson era mentalmente un adolescente gamberro. Oliver Stone, algo peor: un grosero”
La responsable durante dos décadas de la promoción en Warner Bros. publica sus memorias y sus anécdotas con las estrellas. Se declara fan de Antonio Banderas y recuerda la locura de Steven Seagal
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