Francisco_Denesik
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Ya solo queda barrer el confeti. No habrá más conciertos, ni más swifties enfervorecidas, ni más ciudades llenas de pulseras y con una lluvia de millones. Después de casi dos años, Taylor Swift se ha despedido, emocionada hasta la médula, de su The Eras Tour, la gira de 152 conciertos (149, tras cancelarse tres de ellos en Viena) que la ha llevado por medio mundo y que, según ella misma ha contado en su último escenario, en Vancouver, han visto más de 10 millones de personas.
La que se ha convertido en una de las giras más exitosas del mundo y la que mayor recaudación ha logrado, con unas estimaciones que superan los 2.000 millones de dólares (y que han convertido a su protagonista en milmillonaria únicamente gracias a su música), ha llegado a su fin en Canadá tras muchas extensiones de fechas por parte de Swift. La cantante ha ido escuchando el sonido del éxito y las súplicas de sus fans, entre otros, el mismísimo Justin Trudeau, que le rogó que acudiera a su país y que, al ser atendido, meneó las caderas hace un par de semanas en Toronto (allí hubo seis conciertos, más los tres últimos de Vancouver). Gracias a ello, su gira se ha convertido en un fenómeno que trasciende fronteras. Por ejemplo, del BC Place, el estadio de Vancouver, colgaban dos enormes brazaletes de la amistad (del inglés friendship bracelets, por la letra de uno de sus temas, pulseras de cuentas con frases y títulos de sus temas y álbumes) que antes estuvieron en el estadio de Toronto y antes aún en el de Indiana, EE UU. Eran una buena muestra de cómo funciona el universo de Swift, basado no solo en cientos de canciones de intensas letras, sino en un ambiente amable que se ha convertido en una hermandad global.
“Qué honor poder deciros: Vancouver, bienvenidos a The Eras Tour”, se presentaba la artista ante los 60.000 espectadores vestidos con tules, purpurina, botas cowboy y todo tipo de indumentaria con guiños a su ídolo presentes en el BC Place en la tercera y última de sus noches en la ciudad. “Hemos recorrido el mundo entero, vivido muchas aventuras, ha sido lo más emocionante, poderoso, eléctrico, intenso y retador que he hecho en toda mi vida. Hemos actuado ante más de 10 millones de personas y esta noche vamos a dar un concierto más para vosotros, y vamos a hacer que merezca la pena”. La artista arrancó la velada unos 10 minutos antes de lo esperado, en un concierto que duró tres horas y 25 minutos con 50 canciones (si se cuenta el Cumpleaños feliz que le cantó el público; cumplirá 36 el día 13) hasta cerrar con Karma, abrazada a sus bailarines y coristas, que no podían evitar las lágrimas. Aunque el de Vancouver no fue el público más cálido de sus conciertos (ni de lejos comparable con el estruendo ensordecedor y la algarabía del Foro Sol de México o del Santiago Bernabéu madrileño, por ejemplo), Swift estuvo emocionada y paladeó cada una de sus interpretaciones, con plena consciencia de que cada canción era la última de una gira única para ella y en el mundo.

La más larga, la más intensa de todas, la misa de nueve para los swifties, es su célebre All Too Well. Justo antes de arrancarse a cantarla durante sus 10 minutos de rigor, la de Pensilvania se salió mínimamente del pautado guion que ha seguido en todos sus shows para afirmar que esta gira era lo más grande que había hecho en su carrera. Tras seis discos y sus seis giras paralelas, la pandemia le pilló con un nuevo álbum (Lover) con conciertos cancelados, más otros dos (Folklore y Evermore) que sacó durante el confinamiento, más otro después (Midnights). Y decidió presentar esos cuatro (al que se ha unido otro, anunciado en febrero, en plena gira, y lanzado en abril, The Tortured Poets Department), y recordar los anteriores seis, en un repaso de sus 18 años de carrera etapa a etapa, es decir, de sus eras. “Nunca había hecho tantos conciertos, y vosotros habéis convertido esto en algo irreconocible: con vuestras tradiciones, vuestra pasión, cómo os preocupáis por esta gira, nunca había vivido algo así. Nunca pensé que haríais eso con una línea de una canción de friendship bracelets: cómo os cuidáis, cómo habéis creado un espacio de alegría, de unidad, de cariño. No podría estar más orgullosa de vosotros, la verdad, esto es gracias a vosotros, y sois en lo que la gente piensa cuando piensa en esta gira. Vuestro apoyo desde el principio es por lo que puedo dar cada noche un paseo por los recuerdos, por cada era de mi carrera, así que gracias”.
Los fans, y sobre todo las fans, han convertido la gira en un fenómeno sin precedentes. La agencia oficial de Turismo de Canadá calcula que en la ciudad dejará alrededor de 160 millones de dólares: hay un piano del estilo de Swift en el aeropuerto; los hoteles están llenos y tienen detalles como cestas de regalos o descuentos para los fans; el transporte está desbordado; los taxistas, felices de estar llenos, del buen rollo y de que nadie vomite en sus coches. En 13 años al frente de su negocio, el mexicano Eduardo González jamás había visto nada similar. En su restaurante, llamado Patrón y a apenas 200 metros del estadio, han simplificado el menú para hacerlo más ágil, creado cócteles swifties, colocado globos y reforzado turnos para dar de comer a las más de 700 personas que han pasado por allí cada día durante los últimos tres: “Hemos tenido eventos deportivos, a Coldplay, pero nunca nada así”.

Más allá de lo musical, The Eras Tour se ha convertido en un fenómeno mediático, global y económico, e incluso geológico, causando movimientos físicos de la potencia de pequeños terremotos. Su impacto ha sido inmenso en todo el planeta. En los 632 días desde que arrancó el 17 de marzo de 2023 en la ciudad de Glendale, en Arizona, hasta que ha lanzado sus últimos retazos de confeti en Vancouver, Canadá, sus 152 conciertos han pasado por 20 países de América del Norte y del Sur, Asia, Oceanía y Europa. Con una media de entre 70.000 y 80.000 asistentes por show, eso supone una estimación de unos 11 millones de entradas vendidas; la propia Swift ha sido conservadora en el escenario. Pollstar calcula que es la gira de conciertos que más dinero ha ingresado de la historia.
Además de sus 44 canciones de cada noche, y para delicia de sus fans, que se han conectado por cientos de miles a granulados directos piratas de TikTok cada noche para seguir el concierto por todo el mundo, a lo largo de estos conciertos Swift ha cantado más de 125 canciones sorpresa. También ha llevado invitados como Sabrina Carpenter, Florence Welch (de Florence+The Machine) y Gracie Abrams. La californiana lloraba incansable en Vancouver, en su última noche tras 49 siendo telonera de Swift, a la que dio las gracias en una larga carta. A finales de junio, en Londres (donde batió récords al dar ocho conciertos: generó mil millones de dólares para la economía británica) Swift incluso sacó al escenario a su novio, el jugador de fútbol americano convertido en estrella global Travis Kelce. Líderes mundiales como Guillermo de Inglaterra y sus herederos, Justin Trudeau y Bill Clinton han acudido a sus conciertos, así como rostros conocidos: Paul McCartney, Billy Joel, Hugh Grant o Drew Barrymore han cantado e intercambiado brazaletes en sus conciertos.

Gracias a la masiva asistencia (más que al precio de sus entradas, asumible inicialmente, aunque multiplicado por miles y miles de dólares en reventa) y a su cotizado merchandising, cuando llevaba apenas 66 tours ya se supo que había recaudado más de 1.000 millones de dólares. Por el momento no hay cifras oficiales del total recaudado —aunque sí que gana alrededor de 12 millones por noche y que ha regalado unos 50 a sus trabajadores—, pero sí se sabe que el Eras Tour ha hecho a Swift no solo una figura popular en el mundo entero, sino inmensamente millonaria, de hecho, milmillonaria. Y todo gracias a sí misma, a las canciones que escribe y compone, lejos de contratos con marcas externas o de crear productos aparte de sus discos y sus shows y lo que gira alrededor de ellos. Su concierto llevado a salas (producido por ella misma) logró más de 260 millones de recaudación en los cines, también un récord, y después lo vendió a Disney+; el libro sobre The Eras Tour que lanzó en EE UU en Acción de Gracias de la mano de los supermercados Target ya se ha convertido en el más vendido del año, en apenas 10 días, según la cadena minorista.
La figura de la propia Swift, ya inmensa dentro de la industria, ha alcanzado proporciones fenomenales, tanto que la revista Time la colocó en el podio de personas más importantes de 2023 al considerarla Persona del Año. Y ha sido gracias a esta gira, que después de la pandemia se ha convertido en una vía de escape para millones de personas. Ha llegado cuando muchas de ellas buscaban apurar el carpe diem y fundirse los ahorros de la covid (o endeudarse), que no han dudado en gastarse en ver a su ídolo y en sumarse a una corriente musical y popular planetaria. Todo lo que la cantante y compositora toca se convierte en oro y, por tanto, en objeto de deseo: las entradas para sus conciertos vuelan hasta el punto de que ha puesto en el punto de mira político las tácticas de Ticketmaster.

El secreto de su éxito es complicado de desentrañar. Una carrera muy larga e intergeneracional, que pasa del country al pop o el indie; sus letras, con una fuerte carga íntima; su alejamiento del star system y la creación de una carrera propia y paralela, sobre todo tras perder los derechos de sus primeros discos; una fuerte conexión con sus fans, personal y profesional... Está claro que la artista ha pillado el truco de sus seguidores, y ha sabido alimentar su pasión durante 149 conciertos exactamente iguales pero con ciertos elementos sorprendentes, como cambios de ropa, apariciones estelares, algunos anuncios (de regrabaciones, de su documental) y sobre todo canciones sorpresa, que son objeto de apuestas cada velada. En la última noche, optó por mezclar A Place In This World con New Romantics, primero; y luego en unir Long Live, New Year’s Day y The Manuscript. Al más puro estilo Taylor, todas tenían sentido: si The Manuscript es su última canción (donde canta: “lo único que me queda es el manuscrito, último souvenir de mi viaje a tus/vuestras orillas; de vez en cuando lo releo pero la historia ya no es mía”); en Long Live gran favorita de los fans, cambió la letra para decir “it was the end of an era...” (”era el fin de una era”; el original dice “de una década”). Y New Year’s Day arranca: “There’s glitter on the floor after the party”; “Tras la fiesta, queda la purpurina en el suelo”. A la salida, no hacía falta ni barrerla: las fans se la llevaban de recuerdo, a puñados.
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elpais.com
La que se ha convertido en una de las giras más exitosas del mundo y la que mayor recaudación ha logrado, con unas estimaciones que superan los 2.000 millones de dólares (y que han convertido a su protagonista en milmillonaria únicamente gracias a su música), ha llegado a su fin en Canadá tras muchas extensiones de fechas por parte de Swift. La cantante ha ido escuchando el sonido del éxito y las súplicas de sus fans, entre otros, el mismísimo Justin Trudeau, que le rogó que acudiera a su país y que, al ser atendido, meneó las caderas hace un par de semanas en Toronto (allí hubo seis conciertos, más los tres últimos de Vancouver). Gracias a ello, su gira se ha convertido en un fenómeno que trasciende fronteras. Por ejemplo, del BC Place, el estadio de Vancouver, colgaban dos enormes brazaletes de la amistad (del inglés friendship bracelets, por la letra de uno de sus temas, pulseras de cuentas con frases y títulos de sus temas y álbumes) que antes estuvieron en el estadio de Toronto y antes aún en el de Indiana, EE UU. Eran una buena muestra de cómo funciona el universo de Swift, basado no solo en cientos de canciones de intensas letras, sino en un ambiente amable que se ha convertido en una hermandad global.
“Qué honor poder deciros: Vancouver, bienvenidos a The Eras Tour”, se presentaba la artista ante los 60.000 espectadores vestidos con tules, purpurina, botas cowboy y todo tipo de indumentaria con guiños a su ídolo presentes en el BC Place en la tercera y última de sus noches en la ciudad. “Hemos recorrido el mundo entero, vivido muchas aventuras, ha sido lo más emocionante, poderoso, eléctrico, intenso y retador que he hecho en toda mi vida. Hemos actuado ante más de 10 millones de personas y esta noche vamos a dar un concierto más para vosotros, y vamos a hacer que merezca la pena”. La artista arrancó la velada unos 10 minutos antes de lo esperado, en un concierto que duró tres horas y 25 minutos con 50 canciones (si se cuenta el Cumpleaños feliz que le cantó el público; cumplirá 36 el día 13) hasta cerrar con Karma, abrazada a sus bailarines y coristas, que no podían evitar las lágrimas. Aunque el de Vancouver no fue el público más cálido de sus conciertos (ni de lejos comparable con el estruendo ensordecedor y la algarabía del Foro Sol de México o del Santiago Bernabéu madrileño, por ejemplo), Swift estuvo emocionada y paladeó cada una de sus interpretaciones, con plena consciencia de que cada canción era la última de una gira única para ella y en el mundo.

La más larga, la más intensa de todas, la misa de nueve para los swifties, es su célebre All Too Well. Justo antes de arrancarse a cantarla durante sus 10 minutos de rigor, la de Pensilvania se salió mínimamente del pautado guion que ha seguido en todos sus shows para afirmar que esta gira era lo más grande que había hecho en su carrera. Tras seis discos y sus seis giras paralelas, la pandemia le pilló con un nuevo álbum (Lover) con conciertos cancelados, más otros dos (Folklore y Evermore) que sacó durante el confinamiento, más otro después (Midnights). Y decidió presentar esos cuatro (al que se ha unido otro, anunciado en febrero, en plena gira, y lanzado en abril, The Tortured Poets Department), y recordar los anteriores seis, en un repaso de sus 18 años de carrera etapa a etapa, es decir, de sus eras. “Nunca había hecho tantos conciertos, y vosotros habéis convertido esto en algo irreconocible: con vuestras tradiciones, vuestra pasión, cómo os preocupáis por esta gira, nunca había vivido algo así. Nunca pensé que haríais eso con una línea de una canción de friendship bracelets: cómo os cuidáis, cómo habéis creado un espacio de alegría, de unidad, de cariño. No podría estar más orgullosa de vosotros, la verdad, esto es gracias a vosotros, y sois en lo que la gente piensa cuando piensa en esta gira. Vuestro apoyo desde el principio es por lo que puedo dar cada noche un paseo por los recuerdos, por cada era de mi carrera, así que gracias”.
Los fans, y sobre todo las fans, han convertido la gira en un fenómeno sin precedentes. La agencia oficial de Turismo de Canadá calcula que en la ciudad dejará alrededor de 160 millones de dólares: hay un piano del estilo de Swift en el aeropuerto; los hoteles están llenos y tienen detalles como cestas de regalos o descuentos para los fans; el transporte está desbordado; los taxistas, felices de estar llenos, del buen rollo y de que nadie vomite en sus coches. En 13 años al frente de su negocio, el mexicano Eduardo González jamás había visto nada similar. En su restaurante, llamado Patrón y a apenas 200 metros del estadio, han simplificado el menú para hacerlo más ágil, creado cócteles swifties, colocado globos y reforzado turnos para dar de comer a las más de 700 personas que han pasado por allí cada día durante los últimos tres: “Hemos tenido eventos deportivos, a Coldplay, pero nunca nada así”.

Más allá de lo musical, The Eras Tour se ha convertido en un fenómeno mediático, global y económico, e incluso geológico, causando movimientos físicos de la potencia de pequeños terremotos. Su impacto ha sido inmenso en todo el planeta. En los 632 días desde que arrancó el 17 de marzo de 2023 en la ciudad de Glendale, en Arizona, hasta que ha lanzado sus últimos retazos de confeti en Vancouver, Canadá, sus 152 conciertos han pasado por 20 países de América del Norte y del Sur, Asia, Oceanía y Europa. Con una media de entre 70.000 y 80.000 asistentes por show, eso supone una estimación de unos 11 millones de entradas vendidas; la propia Swift ha sido conservadora en el escenario. Pollstar calcula que es la gira de conciertos que más dinero ha ingresado de la historia.
Además de sus 44 canciones de cada noche, y para delicia de sus fans, que se han conectado por cientos de miles a granulados directos piratas de TikTok cada noche para seguir el concierto por todo el mundo, a lo largo de estos conciertos Swift ha cantado más de 125 canciones sorpresa. También ha llevado invitados como Sabrina Carpenter, Florence Welch (de Florence+The Machine) y Gracie Abrams. La californiana lloraba incansable en Vancouver, en su última noche tras 49 siendo telonera de Swift, a la que dio las gracias en una larga carta. A finales de junio, en Londres (donde batió récords al dar ocho conciertos: generó mil millones de dólares para la economía británica) Swift incluso sacó al escenario a su novio, el jugador de fútbol americano convertido en estrella global Travis Kelce. Líderes mundiales como Guillermo de Inglaterra y sus herederos, Justin Trudeau y Bill Clinton han acudido a sus conciertos, así como rostros conocidos: Paul McCartney, Billy Joel, Hugh Grant o Drew Barrymore han cantado e intercambiado brazaletes en sus conciertos.

Gracias a la masiva asistencia (más que al precio de sus entradas, asumible inicialmente, aunque multiplicado por miles y miles de dólares en reventa) y a su cotizado merchandising, cuando llevaba apenas 66 tours ya se supo que había recaudado más de 1.000 millones de dólares. Por el momento no hay cifras oficiales del total recaudado —aunque sí que gana alrededor de 12 millones por noche y que ha regalado unos 50 a sus trabajadores—, pero sí se sabe que el Eras Tour ha hecho a Swift no solo una figura popular en el mundo entero, sino inmensamente millonaria, de hecho, milmillonaria. Y todo gracias a sí misma, a las canciones que escribe y compone, lejos de contratos con marcas externas o de crear productos aparte de sus discos y sus shows y lo que gira alrededor de ellos. Su concierto llevado a salas (producido por ella misma) logró más de 260 millones de recaudación en los cines, también un récord, y después lo vendió a Disney+; el libro sobre The Eras Tour que lanzó en EE UU en Acción de Gracias de la mano de los supermercados Target ya se ha convertido en el más vendido del año, en apenas 10 días, según la cadena minorista.
La figura de la propia Swift, ya inmensa dentro de la industria, ha alcanzado proporciones fenomenales, tanto que la revista Time la colocó en el podio de personas más importantes de 2023 al considerarla Persona del Año. Y ha sido gracias a esta gira, que después de la pandemia se ha convertido en una vía de escape para millones de personas. Ha llegado cuando muchas de ellas buscaban apurar el carpe diem y fundirse los ahorros de la covid (o endeudarse), que no han dudado en gastarse en ver a su ídolo y en sumarse a una corriente musical y popular planetaria. Todo lo que la cantante y compositora toca se convierte en oro y, por tanto, en objeto de deseo: las entradas para sus conciertos vuelan hasta el punto de que ha puesto en el punto de mira político las tácticas de Ticketmaster.

El secreto de su éxito es complicado de desentrañar. Una carrera muy larga e intergeneracional, que pasa del country al pop o el indie; sus letras, con una fuerte carga íntima; su alejamiento del star system y la creación de una carrera propia y paralela, sobre todo tras perder los derechos de sus primeros discos; una fuerte conexión con sus fans, personal y profesional... Está claro que la artista ha pillado el truco de sus seguidores, y ha sabido alimentar su pasión durante 149 conciertos exactamente iguales pero con ciertos elementos sorprendentes, como cambios de ropa, apariciones estelares, algunos anuncios (de regrabaciones, de su documental) y sobre todo canciones sorpresa, que son objeto de apuestas cada velada. En la última noche, optó por mezclar A Place In This World con New Romantics, primero; y luego en unir Long Live, New Year’s Day y The Manuscript. Al más puro estilo Taylor, todas tenían sentido: si The Manuscript es su última canción (donde canta: “lo único que me queda es el manuscrito, último souvenir de mi viaje a tus/vuestras orillas; de vez en cuando lo releo pero la historia ya no es mía”); en Long Live gran favorita de los fans, cambió la letra para decir “it was the end of an era...” (”era el fin de una era”; el original dice “de una década”). Y New Year’s Day arranca: “There’s glitter on the floor after the party”; “Tras la fiesta, queda la purpurina en el suelo”. A la salida, no hacía falta ni barrerla: las fans se la llevaban de recuerdo, a puñados.
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