Tarde de toros con Mariano Aguayo

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Más que a la ausencia de su figura, los que en los últimos años no frecuentábamos a Mariano Aguayo tanto como antes tendremos que habituarnos a que desaparezca de las exposiciones y del arte nuevo. Un problema de salud lo había retirado antes de tiempo de la escritura , que cultivó en artículos, libros sobre la caza y novelas que quedarán como un retrato de Córdoba en varias épocas, y de la conversación pausada de la que era también maestro, pero cada cierto tiempo había alguna galería o una sala que anunciaba una exposición suya. Había plasmado el paisaje cinegético con la agudeza del que sabe cómo habla con los ojos un perro y la facilidad del que entiende que allí las cosas suceden tan rápido que apenas podrá disponer de la memoria y de un lápiz para dejar en el papel lo que ha visto, pero en sus primeros años, y también en los últimos, Mariano Aguayo fue sobre todo un vanguardista, que quitó de un plumazo las telarañas a la pintura de tema taurino con el cartel de la inauguración del Coso de los Califas , y que no necesitó epatar para llevarla a terrenos modernos. Noticia Relacionada La Graílla opinion Si Para admirarla Luis Miranda Incluso sin etiqueta, la Mezquita-Catedral sería patrimonio de todo el mundo, nunca de uno más que de otroNo sé si sería más enamorado de la fiesta en sí o de la estampa mítica y sobrecogedora del toro bravo que siempre le había fascinado en la naturaleza, pero aquel derrote de las astas hacia arriba en una plaza con geometría en tres colores impactó tanto que en casi 60 años no ha dejado de repetirse, de homenajearse y de conservarse porque tiene el carácter de lo que los perezosos llamamos icónico : un hallazgo de apariencia sencilla que llegaría después de muchos papeles emborronados y bastantes búsquedas sin fruto. En los últimos años aquel pintor de la naturaleza y la caza volvió a las búsquedas de joven y los que vieron su obra en la galería Carmen del Campo y el año pasado en Vimcorsa encontrarían trazos cubistas y hasta juegos con la abstracción, y de pronto la fiesta se llenó de picadores sin rostro, de colores insólitos y de geometría . Era la forma que quedaba ya para leerlo y hablar con él, al margen de alguna gentil felicitación navideña. Quien lo escuchó todavía recuerda aquella frase que respondía con profundidad a una pregunta simple: «¿Que cómo encuentro a Córdoba? A Córdoba la encuentro parada y discutiendo». Mereció la Semana Santa haber tenido un cartel de la Semana Santa hecho por él, como sí lo tuvo su hermandad de la Buena Muerte , aunque la valentía y creatividad de su arte dejaran la cara descompuesta a quienes sólo esperan reproducciones miméticas y figuraciones sentimentales.Ahora que no nos sorprenderá la inquietud constante de una exposición nueva, queda el recuerdo de aquellos últimos paisajes taurinos y un sueño imposible: si en Córdoba queda algo del espíritu que la hizo grande en la fiesta, ya tardaba un torero o un empresario en proponer, como existen las goyescas y picassianas, un traje de luces y una tarde con la inspiración de Mariano Aguayo.

 

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