Tao Dance Theater: fría meditación a través del cuerpo

marvin.augusta

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Hay espectáculos, como también hay libros, exposiciones, películas, etcétera, que requieren de una actividad mayor por parte del receptor, en este caso, de los espectadores, para dotar de sentido al relato que se transmite y reconstruimos. Es decir, que lo que hagamos con lo que se nos ofrece, exige un esfuerzo mayor por parte de quien lo recibe. En el programa doble que ofreció anoche en los Teatros del Canal de Madrid (hoy domingo es el último día de representación) ) la compañía china Tao Dance Theater, el esfuerzo pasa por compartir esa meditación a través del cuerpo que parecen ejercer los bailarines (12 en la primera pieza y 14 en la segunda). Desarrollan la técnica del sistema circular del movimiento, que es una metodología apadrinada por su coreógrafo Tao Ye, que dirige la compañía junto a la bailarina Duan Ni.

La técnica se basa en tomar como eje principal la columna vertebral y a partir de ahí, dibujar movimientos circulares que, en el cuerpo de los intérpretes de esta agrupación, resultan de una precisión e incluso perfección, cercana a lo inexplicable. Pero también se basa esta técnica, y aquí viene la parte en la que se nos demanda una especial predisposición para poder conectar con ella, dosis extras de concentración, pues descansa en la repetición continuada. En este sentido, el discurso de la compañía se fundamenta en la armonía oriental que empapa la cultura china, acentuada en las dos piezas por sus bandas sonoras: sonidos milenarios firmados por el compositor Xiao He, en la primera, 12; y por la repetitiva e incansable resonancia de un metrónomo, en la segunda, titulada 14.

Un momento de '14'. por Tao Dance Theater.

El nombre de las dos piezas también responde a una fórmula creativa acuñada por Tao Ye en los últimos años. La ha llamado “numerical series” y acentúa el carácter abstracto de estos espectáculos titulados con números (el 14 es el último) que además hacen referencia a la cantidad de bailarines en escena. La ausencia total de una dramaturgia con alguna pincelada de narración (aunque no haya historia, en la danza contemporánea casi nunca la hay), la linealidad de lo que acontece en escena y la repetición incesante, son pautas ya experimentadas desde hace décadas en la danza y que han dado espectáculos realmente extraordinarios de gran fuerza contenida. Sin embargo, a pesar de no pocos ingredientes muy interesantes en este programa doble, la velada resultó plana. Demasiada distancia (seguramente buscada) entre el escenario y el patio de butacas.

Son obras que funcionan bien entre ellas. La primera, 12, un ejercicio de 30 minutos compuesto de solos sobre linóleo blanco, apoya su discurso corporal en el suelo. Sin casi coincidir en el escenario, los cuerpos entran y salen de uno en uno, en diagonal, vestidos de color claro, ejecutando una cadena que podría repetirse hasta el infinito. 14, la segunda pieza de la noche, también es un trabajo que podría alargarse hasta no encontrar el final. Son piezas que comienzan y terminan sin ningún léxico teatral que lo anuncie (ni bajada de luces, ni de telón, ni ausencia de música…) y, sin duda, este es uno de los grandes aciertos de los dos trabajos: por fin algo de desconcierto nos sacude en la butaca.

En alguna ocasión ha declarado Tao Ye que en sus trabajos el cuerpo, y solo el cuerpo, despojado de cualquier estímulo externo, es el protagonista. 12 y 14 dan fe de este credo con una amalgama de bailarines casi autómatas (sin expresión facial alguna) que hasta bien arrancados los aplausos (los saludos también parecen formar parte de la coreografía) no dan señal alguna de vida más allá de la danza.

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