Las alertas tempranas son una serie de indicadores que dan la voz de alarma cuando las cosas no van bien en una empresa. Son, en síntesis, los nubarrones que anuncian la llegada de una inminente bancarrota. Con todo lo que un estado de insolvencia implica. En primer lugar, las consecuencias más obvias y agobiantes: proveedores sin cobrar, clientes en la estacada y trabajadores sin sueldo. Y, en segundo término, las derivadas legales: contratos y compromisos que se amontonan, préstamos sin pagar e intereses que empiezan a correr.
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Ojo a las consecuencias
Declarar la quiebra de un negocio no es fácil. Ni en lo personal ni en lo jurídico. Pero, de no hacerlo, las consecuencias pueden ser nefastas. Este conflicto es de hecho una cuestión que da lugar a numerosos pleitos. En junio, un juez de León condenó a la administradora de una empresa que no dio la alarma de que el fondo de la entidad tenía un negativo de 155.000 euros, una cantidad que en pocos meses ascendió a 320.000 euros. El resultado: una condena de inhabilitación para administrar bienes de tres años y la obligación de pagar 261.000 euros de su propio bolsillo para responder frente a los acreedores.
Su empresa es un zombi (y aún no lo sabe)
Los expertos advierten del peligro de ignorar las alertas de una bancarrota inminente. La ley no ayuda a identificar estos indicios
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