Steve McQueen ('12 años de esclavitud'): «Todas las guerras son sobre la raza»

Ocie_Strosin

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Tiene más de cincuenta años y un Oscar pero, cuando reflexiona, Steve McQueen , el director de '12 años de esclavitud' , siempre vuelve a sus orígenes porque a veces, por muchas vueltas que le demos, todo está en el principio. «La vida es complicada y, como cineasta, me gusta que eso se refleje. Mi madre me decía: 'Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda'. Me gusta indagar en quiénes somos como ser humanos, con todas las complejidades, desde todas las perspectivas y con las contradicciones y ambigüedades que tenemos», reconoce en una entrevista con ABC en Madrid. Visita la capital por el estreno de 'Blitz', ya disponible en Apple TV+, una ambiciosa película sobre los bombardeos nazis a Londres que aborda la Segunda Guerra Mundial no desde la sangre sino desde otro horror más profundo y enquistado, más íntimo pero menos visible. Escarba en las ruinas que destrozaron los aviones nazis en la capital de Inglaterra a través del dolor de un niño forzado a separarse de su madre para estar a salvo, George, un niño negro, sin padre, que busca desesperadamente volver junto a ella, interpretada por Saoirse Ronan; que se escapa para volver a casa, en tren, a pie, que roba a muertos, duerme en el metro y sigue a desconocidos; que hace lo que haga falta para volver a cantar junto a su familia, sentado frente al piano. «La música es como un arma: acuna a las personas, les da seguridad y esperanza. En la unión de las voces de la gente hay algo espiritual y bonito», admite el director de 'Hunger' o 'Shame'. La música para iluminar la noche oscura del alma casi tanto como la luz o las bombas. McQueen, que no acostumbra a huir de la violencia cruda y explícita en su filmografía, aquí casi la elude, o al menos la encara de forma poética. «Hay que tener cuidado en cómo se usa la violencia. No se trataba sobre las explosiones, sino de lo que viene después, de las consecuencias. No se trataba de ver partes del cuerpo humano sino la violencia psicológica, que es mucho más interesante porque tiene un efecto más profundo», comenta. Al director le sobrevino la inspiración para 'Blitz' durante un viaje por trabajo a Irak hace más de dos décadas. Impacto por la tensión bélica del país asiático, pensó en ese momento en llevar la guerra a «casa, a Londres, a Inglaterra», porque, dice, «como civiles es muy abstracta y distante la forma en la que percibimos la guerra». Steve McQueen quería «atravesar esa armadura» e, investigando, se encontró con la fotografía de un niño con su maleta al que iban a evacuar, que le ofreció la percha perfecta para cambiar el color a un conflicto mil veces retratado pero siempre desde las armas y no tanto desde la inocencia arrebatada.«No me interesa corregir la historia, sino hacer un dibujo de la historia. Es importante volver al pasado para buscar en las cosas que no se han contado y también para intentar no repetir los errores que se cometieron», relata McQueen, confuso por el uso partidista del pasado y la «pretendida» exclusión de algunos de los protegonistas, no en el frente sino en la retaguardia, durante la Segunda Guerra Mundial. «La cuestión, quizás, es por qué no se ha contado antes. No tengo la respuesta. La gente decide lo que quiere transmitir. Por ejemplo, las mujeres en las guerras. Cuidaban de los niños, de los mayores, trabajaban en fábricas, en los hangares, proporcionaban las bombas a las fuerzas armadas sin municiones. Fueron la columna vertebral del país durante la guerra, pero en las películas siempre se las representa como mujeres histéricas, novias o simplemente sirviendo tazas té. Es una cosa rarísima y no entiendo por qué sucede. Y es verdad que también había una población negra muy importante en Londres que no sale en las películas. A mí me gusta trabajar con la historia, sin más», asegura.En 'Blitz' abunda el odio, la exclusión, el racismo, casi tanto como las bombas que acosaron Londres. Pero también hay espacio para el optimismo, para la esperanza, para el orgullo. «Ves guerras en Somalia, en Ucrania, en Palestina, en Líbano, en Israel y todas las guerras son sobre raza. El racismo no desaparece y es una pena. En España hay problemas, por ejemplo, con el fútbol, es una lástima. Y sí, claro que hay algo de optimismo y gente buena, sino me tiraría por un puente», espeta el también director de la serie 'Small Axe'. Y sonríe, al final, como George, el protagonista de su película cuando piensa en el deseo que quiere cumplir, que representa McQueen como un plano de unas margaritas en blanco y negro: «Es una nostalgia por el pasado, pero también una esperanza por lo que es posible. No se sabe cuál es el deseo de George, nunca lo dice, pero sabemos que tiene que ser un deseo bonito. Y todos queremos paz, todos queremos seguridad, amor, y yo creo que ese es también el deseo de George y las flores lo simbolizan de alguna manera, porque no está aquí, ahora, pero puede ser posible. Mi optimismo es que, como grupo, como colectivo, podemos cambiar el curso de los eventos. Si no lo pensara, me hubiera rendido hace mucho».

 

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