Antonetta_Ryan
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La reedición del primer LP de Surfin Bichos, La luz de tus entrañas, siempre es una buena noticia. La primera porque nos devuelve este clásico, editado en 1989 por la Fábrica Magnética, el efímero proyecto de Servando Carballar tras salir (o ser empujado a irse) de DRO, del pop rock en español. Es recuperar a Surfin Bichos, sus primeros temas, el primer capítulo de la Biblia de Alfaro, con sus erratas y sus consecuencias. La segunda porque el sonido de esta reedición a cargo de Sonido Muchacho nos permite paladear los temas con una nitidez que hasta ahora había sido imposible (en una de las biografías de los Surfin Bichos se comentaba que el vinilo, el material para los discos, el petróleo de los surcos, era de mala calidad, reciclado, para ahorrar dinero y eso emborronaba el sonido. Práctica, por cierto, habitual en Argentina -como cuenta Calamaro-, donde fundían viejos vinilos con la galleta incluida y provocaba incluso saltos).
En España, en 1989, el vinilo empezaba a languidecer y la Fábrica Magnética, a pesar de su impecable catálogo, con los Del Tonos, las Ruedas, ‘Qué pasa en la calle’ de Los Mestizos… aún llegaría El Regalo de Silvia y los primeros grupos indies cantando en inglés… pero aquí hemos venido a recordar las canciones del primer largo de los de Albacete, ‘La luz de tus entrañas’.
Abre con el ritmo rockabilly, gamberro, de batería mínima y guitarras jugosas de Amas lo desconocido. Un primer momento de seguridad, como un agujero negro, que atrae y es peligroso. El estribillo y el saxo posterior dan al sonido un componente más pop que afterpunk. Aráñame con cariño, con sus baterías narcóticas, escuchar la letanía que parece haber sido un manual de instrucción para la percusión de Lagartija Nick o de Los Planetas. Ya sabemos de qué hablamos, ¿No? La intensa letra, urbana y enfermiza, se sostiene casi religiosa hasta que esa parte de extraño rock primitivo hace sus incursiones. Sube y baja. Y es que no ha comenzado la fiesta de cumpleaños, pero sí las adicciones: el piano, los teclados con los que comienza Gente abollada. Clásico instantáneo (está feo que lo comente, pero la versión de Amaral es, también, de matrícula de honor), una canción sobre los rincones de diabéticos de los que hablaba Barry Adamson, tiene, curiosamente, un arreglo casi verbenero. Esa incursión en lo cotidiano, en los que nos rodean. Todos sabemos quién es el Juanma cuando se habla de pop español.
J.J.Cale pasado por Castilla la Mancha y unas guitarras puntiagudas, Un perro feliz. La lírica bíblica, las antiguas escrituras, una manera de encontrarse como escritor para Fernando Alfaro tiene aquí su primera muesca en el alma de sus oyentes. Las guitarras acústicas y la batería con la que comienza La luz en tus entrañas, recuperada de las catacumbas de la versión original, ofrecen una versión de los Surfin Bichos que está en esa onda casi más de Los Ronaldos cuando se ponen pantanosos. Curioso, al menos. Perros y hueso, al final el tuétano es lo que uno busca. Crisis pega más fuerte, más ácida. Tortuosa como suenan las avispas en las manos de Joaquín Pascual. Estamos llegando a Vive el peligro, algo de energía de teclados (siempre presentes en la obra de Alfaro, por cierto). Más personajes, Juana, que acabará, quizá no lo sepáis, como Pepe, en la novela Mundo Turbio, donde se juntan todos los fantasmas, los vivos y los muertos del chucho albaceteño.
Por supuesto otro de los conocidos es El rey del pegamento y todos sus acólitos. La canción comienza con la mirada puesta en The Velvet Underground, casi calcando las canciones que cantó o que quiso cantar Nico en el LP de debut de la banda de Reed&Cale. Y ahí estamos, en el alimento y las guitarras limpias, de paracetamol y jarabe para la tos. Subimos las revoluciones con Malaventuranzas. Segundo libro de la Biblia de Alfaro. Pajeros y cotillas, saxos y sección rítmica, predicador que escupe sanación y gasolina. Sabíamos que nos daría mucho placer, que haría que nuestra alma se pusiera dura. Una y otra vez, esta vez terminamos con Nada puede calmar mi sed. Un doo woop arrebatado. Hambre de soledad, sed de labios, aire compartido. Un poco más pop de lo que vendrá después. Y será mucho. Abundante como una sobredosis. Pero esa historia todavía está por contar. Es memoria. Y los mejores recuerdos los vendimos para pillar.
El disco marca un camino que seguirán, a duras penas, El Niño Gusano, Los Planetas o Sr. Chinarro: una década de spanglish desaforado, una década donde llegará el disco de Family, pero también miles de grupos con una sola canción o media, desaparecidos y aburridos, el disco resiste como demiurgo entre Enemigos o Corcobado y Esclarecidos y Donosti Sound, hasta que lleguen Los Rodríguez y Nacho Vegas se convierta en cantautor tóxico y, lógicamente, devoto del San Alfaro Experience.
La edición de Sonido Muchacho es increíble, con un libreto interior que es un libro en sí mismo: fotografías, letras de canciones, reproducción de entradas, merchandising o memorabilia… es belleza pura. Más allá del sonido magnífico que se ha obtenido es la realidad de un disco-objeto de verdad, de esos que uno guarda como un tesoro y entrega como una herencia.
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