Duncan_Mertz
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En la parroquia de San Ramón en Paiporta hay una mujer de 24 años que hace dos semanas era enfermera y ahora te consigue un camión del Ejército. Se llama Sol Costa y realmente recibe órdenes de su madre, Marisol, que antes de que “la ola” destruyera su mundo más inmediato, era ama de casa. Entre las dos —y una decena más— ponen un poco de orden en el templo, atascado hasta el altar de pañales, leche de fórmula, lejía y latas de conserva. A las puertas de la iglesia acude este lunes un goteo de vecinos cargados con bolsas y mochilas que necesita demasiadas cosas, pero que de momento aguanta con un café caliente, una botella de detergente para la lavadora, guantes de trabajo, papel higiénico y un cubo de fregona con escurridor. También se acercan bomberos, militares, electricistas y fontaneros. Costa señala las calles de atrás donde todavía el fango llega hasta las espinillas y cuenta: “Ya no hay tantos voluntarios. La gente se empieza a sentir sola”.
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