jaylen.effertz
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No hay palabras para expresar la desolación sentida al contemplar los estragos provocados por la catástrofe de Valencia. Entre tanto dolor, reconforta ver la respuesta de los miles de españoles anónimos que se esfuerzan en ayudar a nuestros compatriotas a recuperar lo más parecido a la normalidad en la que vivían antes de la calamidad. Su ejemplo de generosidad resulta aleccionador.Mucho se está hablando, según la perspectiva, de la gestión del desastre, o del desastre de la gestión. En este instante, lo que procede es renunciar a esas discusiones, centrarse en la respuesta, y ofrecer a los valencianos la muestra de unidad y compromiso que merecen.Tiempo habrá para un análisis exhaustivo, profundo, sosegado, y riguroso, que busque el bien común por encima de intereses particulares a corto plazo, para mejorar la respuesta en actuaciones futuras que, ojalá, no lleguen nunca.Muy a su pesar, las Fuerzas Armadas (FAS) están siendo protagonistas de la emergencia, más allá de la brillante intervención de la UME. Desde distintos puntos de vista, y con intenciones diversas, no han sido pocas las voces que se han alzado –«¿dónde están los militares?»- urgiendo la intervención de los ejércitos. Y los ejércitos, como siempre, han acudido prestos, cuando se les ha ordenado, a la llamada de sus conciudadanos.Sin ánimo de juzgar la gestión de la emergencia, conviene tener en cuenta algunos principios y consideraciones de empleo de la fuerza militar cuya observación puede ayudar a que el apoyo que presten sea siempre el más pronto y eficaz.El primero es el de objetivo. En sus intervenciones, las Fuerzas Armadas precisan siempre de una misión y un intento claros sobre los que dimensionar su contribución y articular la composición de ésta. Las unidades militares están organizadas para esfuerzos de tipo medio, y deben ajustar su plantilla a las necesidades operativas derivadas de la misión.Cuando se requiere un apoyo militar, entonces, lo que se deben pedir son capacidades concretas, dentro del catálogo de posibilidades -ingenieros, helicópteros, unidades logísticas, aljibes, vehículos todo terreno, o medios de descontaminación química, por citar solo algunas- que el solicitante debe conocer para no limitarse a pedir mano de obra no cualificada. El Estado Mayor de la Defensa debe, entonces, generar la estructura operativa ad-hoc que mejor se ajuste a la misión.Otra cuestión es la del plazo de respuesta una vez se decide emplear las Fuerzas Armadas. Las unidades están preparadas para reaccionar en un corto espacio de tiempo pero, para ello, deben encontrarse en un alto nivel de disponibilidad cuyo mantenimiento a largo plazo resulta insostenible. Con la Ley Orgánica 5/2005, de la Defensa Nacional, el apoyo a la población civil ha dejado de ser un cometido subsidiario de las FAS, y se ha convertido en una de sus misiones nucleares. Por ello, tendría todo el sentido incorporarlas al sistema de pre-alertas de protección civil, de modo que, cuando los indicadores apunten hacia una emergencia civil, el JEMAD ajuste su nivel de disponibilidad para disminuir el tiempo de reacción.A pesar de esas previsiones, siempre hay que contar con un tiempo para planear la operación -la existencia de planes de contingencia ayuda a reducirlo-, para difundir las órdenes, y para desplazar las unidades a los lugares de empleo previsible. Cuando se deja de observar este requisito y el despliegue se precipita por imperativos ajenos al proceso de activación, se asume un coste en eficacia, cuando no se terminan produciendo males mayores.La definición de una cadena de mando sencilla y ejercitada periódicamente es de suma importancia en las operaciones militares. En el caso de Valencia, la gestión de la emergencia podría haberse hecho recurriendo a la declaración de 'Situación de Interés para la Seguridad Nacional' considerada en la Ley 36/2015, de Seguridad Nacional. En su lugar, se ha optado por ajustarla al procedimiento, distinto, establecido en la Ley 17/2015, del Sistema Nacional de Protección Civil, según el cuál el apoyo de las FAS debe solicitarse al Ministerio de Defensa para que el JEMAD aliste la contribución y la ponga bajo el control operativo de la estructura que coordine la respuesta.Si este procedimiento no se hubiera empleado en este caso, cabría considerar que, salvo que medie una razón de fuerza mayor, no es una buena idea alterar los procedimientos establecidos y entrenados de antemano, por la fricción y las ineficiencias que produce hacerlo en el momento menos oportuno. Si, como se opina desde muchos ángulos, se hubiera procedido a declarar una 'Emergencia de Interés Nacional', conforme al Artículo 28 de esta ley, el teniente general Jefe de la UME se habría convertido en el director operativo del esfuerzo, pero el procedimiento de activación de unidades militares, que necesariamente pasa por el JEMAD, seguiría siendo el mismo.Cuestión aparte es la de la lógica que guarda, en caso de movilización masiva de las FAS, poner a la parte mayor -los ejércitos-, bajo la dirección operativa -las atribuciones exactas de esta modalidad de mando y control deberían ser definidas con claridad- de la parte menor -la UME-, convirtiendo al JEMAD y al MOPS en unos meros proveedores de unas estructuras operativas generadas por fuerzas procedentes de los ejércitos.Por último, es preciso contar siempre con la «cola logística» que, necesariamente, acompaña a las fuerzas, y que resulta imprescindible para su vida, funcionamiento, y sostenimiento. No todo el personal que despliega está disponible para ejecutar cometidos directamente en beneficio de los ciudadanos. Análogamente, cuando se dice que las FAS desplegarán si es necesario sus 120.000 hombres en apoyo a la catástrofe, hay que entender que se está utilizando una figura retórica, pues no todos los comprendidos en ese número son desplegables, y es imprescindible que continúen cumpliendo con sus misiones. Por poner un ejemplo: ¿debe abandonarse la permanente vigilancia y control del espacio aéreo nacional para que los aviadores que la atienden ayuden en las tareas de recuperación en Valencia?Refiriéndose a la guerra, Clausewitz decía: «Todo en ella es muy simple, pero la cosa más simple es difícil.» Esta afirmación, aplicable también a situaciones como la que vive Valencia, apunta a que la sencillez y a la flexibilidad deben ser dos de los principios rectores de la respuesta del Estado que deben siempre estar presentes en la gestión de situaciones de emergencias, como tampoco debe faltar nunca la altura de miras de todos los actores implicados para, dejando a lado diferencias, aunar esfuerzos en momentos en los que tantos españoles lo necesitan.
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