jones.shad
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Un día pones el telediario y aparece un paisano que rotulan como 'Sindicato de Inquilinos'. Aboga por hacer una huelga de alquileres mientras desgrana las penurias de los jóvenes en su lucha por una vivienda. Utilizar el término «sindicato» sería suficiente para escamarte pero si a eso le sumas que todo lo que hacen es feminista, sostenible, progresista… blanco y en botella aunque contra eso te espetan que son veganos. Continúas escuchando y piensas en los chavales a los que no les llega para emanciparse y a los 'treintaytantos' continúan en su habitación con pósters de Hannah Montana y de Fernando Alonso cuando ganaba. La melancolía se apodera de ti y piensas en cuando te fuiste de casa en plena crisis de los 90. El paro superaba el 24% y la gente aspiraba a a hacer prácticas sin remunerar y mucho menos sin cotizar. Vuelves a prestar atención al del sindicato cuando arenga sobre la gentrificación del centro de las ciudades y sobre cómo viven los ricos y lo mal que lo hacemos los pobres. Entonces empiezas a recordar cómo crecieron aquellas ciudades dormitorio donde el aire daba la vuelta y a las que te fuiste a vivir en tu mocedad. Aquellas colmenas de viviendas eran a lo máximo que podías aspirar. Una aspiración que dependía de lo que te pudieran ayudar tus padres y los de tu mujer con lo que se habían ahorrado del iPhone. Porque antaño no te ibas de casa hasta que tuvieras puesta la fecha de la boda, una condición tan importante en lo sacramental como en lo económico porque los gastos se repartían entre dos, justo la mitad que ahora. Los invitados se hacían cargo de la vajilla y la olla exprés. Noticia Relacionada VÍA PULCHRITUDINIS opinion Si Leche condensada light David Frontela La soberbia intelectual hace daño a sus líderes, como le ha ocurrido a ErrejónAntes de casarte ni soñabas con ir de vacaciones ni de festival de música de esos que ahora congregan a millones de chavales sin acceso a una vivienda. La melancolía desaparece y entras en ebullición. Piensas, entonces, en si Zara se habría forrado como lo ha hecho si esos críos sin vivienda no compraran camisetas de forma compulsiva mientras tú aún conservas aquel jersey que heredaste de tu hermano y que pagó tu madre. A lo mejor el problema no está en la vivienda y el sindicato en lugar de inquilinos debería ser de «ricos frustrados sin fronteras». Decidir que se quiere todo es fácil y otra bien distinta es poder permitírselo. Lo de la felicidad, para otro artículo.
David Frontela: Sindicato de Inquilinos
A lo mejor el problema no está en la vivienda y el sindicato en lugar de inquilinos debería ser de «ricos frustrados sin fronteras»
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