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Ladislao Javier Moñino
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El domingo, con el Leganés por delante en el marcador (0-1), Diego Pablo Simeone llamó a su hijo Giuliano (21 años) para darle las últimas instrucciones antes de entrar al terreno de juego. El padre buscaba un punto más de energía para que el Atlético remontara. El escenario era complejo. El fondo sur estaba vacío, la hinchada ya había dado muestras de su descontento con el juego del equipo y la derrota suponía distanciarse de la pelea por la Liga con el mes de octubre aún por concluir. Un paisaje áspero y exigente del que salió reforzado como revulsivo.
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Simeone como revulsivo de Simeone
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