Lelah_Kassulke

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A uno de los mejores escritores de la historia de la literatura, Cormac McCarthy, el impresentable movimiento woke le pretende poner la proa un año después de su muerte. Cuando el genio norteamericano tenía cuarenta y dos tacos y acaba de publicar la primera de sus pocas novelas, una adolescente de dieciséis primaveras, revolver al cinto, le paró en la piscina de un motel en Tucson, Arizona. El escritor le preguntó si le iba a disparar y ella le pidió que le firmará su novela. La adolescente se llamaba Augusta Britt. Al año siguiente empezaron una relación de amor y sexo que duraría cerca de medio siglo. Vivieron juntos en Texas y realizaron varios viajes a México. Él le pidió matrimonio y ella se negó sabiendo que ya estaba casado y que tenía un hijo de su edad. Se separaron cuando el escritor consiguió una beca y ella regresó a su tierra natal en Texas. La adolescente vivía en casas de acogida y recibía las visitas esporádicas de sus vulnerables padres. El caso es que el padre de la criatura, alcohólico y tipejo, ante la permisividad de la madre, le propinaba tales palizas que una de ellas la mandó al hospital. Tras la estancia hospitalaria McCarthy le dice a Augusta: «Si te quedas aquí te van a matar». La respuesta de la adolescente consiste en largarse con el escritor, que falsifica su partida de nacimiento. Ella maneja el revolver, caballos y el lazo, elementos de algunas novelas del escritor, y rebosa una ternura y una dureza característica de sus personajes femeninos, lo que significa que Augusta se convierte en su musa. Lo que hace McCarthy es salvar la vida de la adolescente y brindarle carencias materiales, pero plenitud de respeto y conocimientos. Los hechos han salido a la luz. Los tontos de la falsa izquierda quieren erradicar la obra del genio. No se han enterado de que con la victoria de Trump su ideario de cancelación, ironía, ha sido cancelado. Si McCarthy hubiera tenido veintiún tacos y la chica los que tenía, diecisiete, edades normales de relaciones íntimas, los falsos izquierdistas no hubieran abierto la boca. Esa es la hipocresía de la falsa izquierda con la que debemos acabar.

 

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