Sexo, drogas y sermón

batz.deron

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Llegó a la Redacción con una sonrisa que ni sus brazos al aire podían abarcar. Se me acercó para agradecerme extasiado que pensara en él para cubrir uno de los primeros círculos urbanos de Podemos . «Se van a comer a la vieja política, estos chicos ilusionan, tendrías que ver cómo los miraban, todo el mundo en silencio, escuchando. Hacía años que no veía algo así. Unas caras de ilusión, sobre todo ellas».El veterano cronista, unos de los más justamente celebrados, se emocionaba al contarlo. Él, que había cubierto desde primera línea los estertores del franquismo, los albores de la democracia, el advenimiento esperanzador de la Transición, parecía en ese momento un joven veinteañero arrobado en el concierto de su grupo preferido, botando en el pogo, tarareando el «no pasarán».Porque era eso: aquellos 'sans-culottes' de la 'real politik' actuaban como estrellas de rock. Los seguían las masas, sobre todo chicas que con su estudiado desaliño parecían 'groupies' de los setenta en el hotel de las estrellas.Ese fervor que hoy es desencanto era entonces una suerte de nuevo credo, con su mesías, sus profetas, sermones eternos en púlpitos improvisados, mandamientos, castigos y una feligresía entregada en un pueril paroxismo. Ver al cronista contagiado, como Saulo camino de Damasco, me hizo pensar que aquello venía para quedarse. Que Podemos no sería el Procol Harum de la política, una formación de un solo éxito y, a poco que el socialismo no anduviera listo, lo devoraría por los pies.Pero al final, sí. Porque se les atragantaron el ego, la soberbia, la nadería de quien al final vive de estribillos efectistas, incapaz de dar la talla cuando hay que dejar los cafés, teatrillos y círculos para dar el salto a las plazas de primera. Ahí puede que te aclamen un rebaño de fans atolondradas a las que cautivas con tu verbo hasta que puedas arrimarle el órgano que en realidad te interesa. Hasta les agitas la bandera de un feminismo que ni practicas ni sientes porque, oye, somos ídolos, machos alfa de la política. Y de repente, cáspita, llegan estas Janis Joplin y te roban Woodstock.Ahora cae Errejón, pasado de vueltas, y no por un acto de contrición sino por los ajustes de cuentas , las vendettas en esa manada devenida jauría, como raperos en las cruentas guerras entre la costa este y la oeste, con las balas silbando de un extremo a otro. Mientras esperamos otra entrega de sexo, drogas y sermón, se acumulan los juguetes rotos. Errejón no es más que uno de los ícaros que no tocaban el suelo y acabaron vilipendiados por sus fans, hartas de que las prefieran solas y borrachas.Les cuento que el viejo cronista se desencantó hace tiempo, que los círculos se le volvieron rectas. Regresó a los clásicos, esos que a ratos hartan pero siempre encuentras algún tema en su discografía que puedes tararerar. Empalagan, sí, pero siempre será mejor eso que esperar una lluvia de lencería en el Madison. Eso sí que es insufrible.

 

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