dgleichner
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La sevillanía es una mentira, una palabra hueca que siempre ha servido para imputársela a lo que nos ha salido de las pelotas (nuestros balones de reglamento). Es el equivalente a lo de la gente de orden y de bien, que casualmente suele ser la que nos sigue la corriente. La sevillanía es el refugio donde pernoctan los ventajistas y los guasones, guardianes a ultranza del cachondeo, el malajismo y la burla hasta que las coñas se hacen bidireccionales. Catedráticos de la papiroflexia con OCB. Es sencilla la definición, tanto como la lógica de los que utilizan el vocablo: la sevillanía es todo lo que no eres tú, lo que soy yo. Sea quien sea el 'tú' y sea quien sea el 'yo' (patrimonio del más mejón).Partamos de la base de que el fútbol es el ejercicio de demagogia más hermoso y legítimo que existe, el balneario de nuestros pesares cotidianos, el escondite predilecto de la razón. Pan que no empalaga, circo convertido en parroquia a la que acudimos con la fe desnuda los que celebramos el santísimo sentimiento de pertenencia a lo mamado en los pechos de nuestra infancia. El fútbol es algo muy serio, capaz a la vez de pausar conflictos bélicos y dividir a una ciudad en una disputa chabacana provocada por dos directivas que pretenden tapar con sus golpes de pecho las vergüenzas de sus administraciones. No me tachen de buenista, soy un ferviente abogado de la rivalidad que vertebra nuestra identidad y dopa nuestra pasión. Un verderón redomado de los que bota en la Calle Tajo cuando no saltar te convierte en palangana y que canta algunas lindezas más que ustedes ya se imaginan y que no reproduciremos por respeto a este periódico. Por eso diré que me pareció una soberana estupidez lo de denunciar a los tres canteranos sevillistas por lo de la bandera. Les amparaba el antagonismo que nos define, el mismo que movió a Haro y a Catalán a denunciarlos, llevando así la disputa a un lugar alejado del terreno de juego y las gradas. No me gusta que mi equipo se haga la víctima y se escandalice con las anécdotas porque me asquea ver cómo lo hacen los de enfrente, complicado olvidar la que armaron con el tifo o el palo de Jordán. Nido Júnior, jugando a ser papá y aprovechando que el Nervión pasaba por el Guadalquivir, ha roto relaciones calculando que así va a granjearse la simpatía de una afición que no lo acepta como líder. Esto es más viejo que el acta fundacional del Sevilla (cada año más cerca de ser Decano): Armar una trifulca cuando ambos tienen la casa sin barrer para que la fanaticada cierre filas. No cuenten conmigo para participar en este win-win entre palcos que tiene como único fin soterrar las miserias propias. Prefiero quedarme con el gesto de Navas invitando a Joaquín y a Pellegrini a su despedida.
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