Fletcher_Volkman
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“A la hora de aceptar un proyecto, no me preocupa tanto la publicación en sí, sino lo que me permitan experimentar con ella”, defiende el ilustrador e historietista Sergio García Sánchez (Gorafe, Granada, 57 años). Su nombre viene acaparando titulares desde hace un tiempo: portadista de The New Yorker, dibujante de El cielo en la cabeza, incluido en muchas listas de los mejores cómics de 2023, ganador del Premio Nacional de Ilustración 2022. En junio se descubrirá el panel que hizo para el nuevo metro de París, en el marco de los Juegos Olímpicos de 2024. El granadino, al que le llega ahora un reconocimiento tardío en España después de ser distinguido y publicado en Francia y EE UU, ha alcanzado al gran público con un estilo vanguardista, en constante transformación y que persigue conceptos como la narración multilineal, los formatos expandidos o el espacio adaptado.
“Me gusta que los guionistas me den la libertad de hacer fluir la narración y la puesta en escena sin demasiadas indicaciones”, dice por teléfono desde Granada, donde es profesor en la facultad de Bellas Artes de la universidad pública. Ya sea en tebeos, para ilustrar artículos en The New York Times Book Review, hacer portadas para El País Semanal o Babelia, en exposiciones o en proyectos de investigación financiados, García usa el dibujo para encontrar nuevas formas de contar. Lo que llama “narración multilineal” es uno de los métodos que más emplea para lograr ese objetivo. En ella, una figura funciona como un contenedor de historias que abarca varios dibujos a su vez. Por ejemplo, en Cuerpos del delito (Dibbuks, 2017), guionizado por Antonio Altarriba, usa las extremidades de un cadáver para relatar un asesinato desde diferentes puntos de vista que se encuentran en la cabeza.
Para formar esos “espacios adaptados”, que beben de Escuela de chicas de Will Eisner o 13, Rue del Percebe de Ibáñez, puede usar desde el rostro de Putin (portada del 27 de marzo de 2022 de El País Semanal) hasta la barba de Walt Whitman para una reseña de The New York Times. “Me pareció la persona más creativa e imaginativa que tenemos en el panorama español. Esa manera de conectar las imágenes con el texto no la he visto en ningún otro autor de Europa”, sostiene Ricardo Esteban, fundador de Dibukks, actual editor de Nuevo Nueve y quien devolvió a García al mercado español después de casi una década. Otra arma de su arsenal narrativo es posicionar en el centro de la página a un personaje que invade y se relaciona con el resto de los dibujos de la hoja, como se puede ver reiteradas veces en El cielo en la cabeza (Norma, 2023), ganador del Gran Premio de la Crítica ACBD en el Festival de Angulema 2024.
“Es uno de los grandes maestros de la composición narrativa de España. Rompe con la secuencialidad convencional de las páginas sin que eso sacrifique la narrativa en ningún momento”, opina el editor de García en Norma, Luis Martínez. “El rectángulo es opresor, no me deja expandirme. Muerte al rectángulo, rompamos sus límites”, escribe García en su artículo científico El contenedor de historias: una narración multilineal en un espacio expansivo. Este recurso lo ha ido trasladando a formatos más grandes en los últimos años, como el mural Guerra que hizo en 2020, inspirado en el Guernica y que se muestra en el Museo Nacional de Picasso en París, o en los 11 paneles de casi cuatro metros que decorarán desde el verano la estación Stade de France.
Toda la experimentación que realiza García no se puede entender sin la labor de investigación que realiza como docente. “Es importante para mí no disociar mis trabajos como profesor universitario y dibujante”, refiere. Su faceta de divulgador y teórico la ha ejercido en conferencias que han llegado hasta Bélgica o Marruecos, pero también en algún tebeo. Historia de una página (Glénat, 2003), Anatomía de una historieta (Sins Entido, 2004) y Cómo hacer un cómic (Faktoria K de Libros, 2009) son libros —publicados primero en francés — en los que reflexiona sobre cómo construir una página, la composición de las viñetas o los criterios para escoger un buen enfoque de las escenas.
En aquellos trabajos de principios de los 2000 todavía se puede ver el estilo primerizo de García: trazos redondeados, líneas claras y un dibujo orgánico, inspirado en sus referentes del cómic europeo: Moebius y Hergé. Ha vuelto a estos estilos cuando ha encarado proyectos infantiles, como Perdidos en NYC (ECC, 2015), pero principalmente en Odi’s blog (Dibbuks, 2013). Un tebeo sin diálogos, editado primero por Dargaud en 2008, que cuenta varias historias en dos o tres páginas y la obra a la que García le tiene más cariño. ¿La razón? Los protagonistas, Odi y su pareja Adisson, son un alter ego del autor y su esposa y principal compañera de trabajo, Lola Moral.
“La época en que hacíamos Odi’s blog coincidió con un momento de cambio, cuando nos mudamos al monte. Con sus personajes tratamos de descifrar una realidad que siempre se nos presentó encriptada y con la que no nos sentimos del todo identificados”, explica Moral, quien guionizó la obra y colorea todos los trabajos de su esposo. Conoció a García cuando hacían las pruebas para ingresar en la carrera de Bellas Artes, empezaron a salir en 1986 y se casaron en 1993. Odi’s blog fue el primer tebeo en el que Moral se encargó del guion, pero en el color estuvo presente en la carrera de García desde Los tres caminos (2009, Sins Entido). “Conozco muy bien el trazo de Sergio y él conoce mi color. Nos complementamos casi sin hablarlo, cuando él pone sombras muy negras yo lo interpreto con colores vivos y naturales para lograr un equilibrio”, responde la artista multidisciplinar.
Ambos luchan para que el trabajo del colorista sea más valorado y sus créditos aparezcan en las portadas. “El color es lo primero que ve el lector cuando entra a una librería y coge un libro, lo que le transmite en una primera instancia”, defiende Moral. Sus hijos, de 26 y 22 años, han decidido también dedicarse a la ilustración. “Solo falta que el gato y la perra se pongan a dibujar. Decimos que nuestra casa [ubicada en una montaña de La Zubia] es un taller con camas para dormir y una cocina para alimentarse”.
Después de su esposa, con quien más ha trabajado García son los guionistas Antonio Altarriba y el francés Lewis Trondheim. “El primero es más cinematográfico y el otro teatral. Antonio tiene muchos cambios de plano, contrapicados y Lewis describe personajes que actúan en espacios más o menos fijos, a cuerpo completo. Lo bueno es que ambos me dejan total libertad creativa”, asegura. Con quien “no repetiría experiencia” es con Léo, compañero con el que realizó Dexter London (2002, Dargaud). “Al ser también un excelente dibujante le gusta que el guion sea tal cual lo concibe. Al estilo de Alan Moore, le gustan los ilustradores que hagan lo que él piensa, que no es algo negativo pero no va con mi forma de trabajar”.
Tras publicar su miniserie Amura (1995, Glénat), García se metió de lleno en el mercado francés. “Es complicado trabajar con cómics en España porque los precios son más bajos. Te quedan dos opciones: Estados Unidos o Francia”. Así, en los noventa y la primera década del 2000 se dedicó de manera casi exclusiva a trabajar en francés. A excepción de El cielo en la cabeza y Perdidos en NYC, todos sus tebeos son imposibles de conseguir en España, al estar descatalogados o inéditos en castellano. Antes de recibir el Premio de Ilustración en España en 2022, ya había sido reconocido en el Festival de BD en Sierre (Suiza) en 2001 y por el Society of Illustrators de Nueva York (2016).
García señala a su trabajo en prensa como el responsable de haberle dado visibilidad en territorio hispano: “Hacer las ilustraciones para las reseñas de The New York Times, que tiene un millón de suscriptores, y hacer tres portadas para El País Semanal me ha dado mucho caché”. Coinciden con él Esteban, quien lo redescubrió en un salón del cómic de Granada en 2007, y su actual editor Martínez: “Los directivos de Norma lo conocieron en las páginas de EL PAÍS y en las cubiertas de The New Yorker”, apunta este último. Sin embargo, no cree que haya sido ignorado estos años en España, sino que ha dado “el salto al gran público”: “Ha venido dando pasos de gacela, ha sido como una escalada y ahora mismo está en el mejor punto que podría estar”.
Sea o no profeta en su propia tierra, a García le esperan proyectos tan divergentes como de costumbre: prepara para finales de año un libro ilustrado en francés, Caminos cruzados en el valle dorado, con guion de Trondheim, y en 2025 protagonizará una muestra antológica en la galería Cayón de Madrid.
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“Me gusta que los guionistas me den la libertad de hacer fluir la narración y la puesta en escena sin demasiadas indicaciones”, dice por teléfono desde Granada, donde es profesor en la facultad de Bellas Artes de la universidad pública. Ya sea en tebeos, para ilustrar artículos en The New York Times Book Review, hacer portadas para El País Semanal o Babelia, en exposiciones o en proyectos de investigación financiados, García usa el dibujo para encontrar nuevas formas de contar. Lo que llama “narración multilineal” es uno de los métodos que más emplea para lograr ese objetivo. En ella, una figura funciona como un contenedor de historias que abarca varios dibujos a su vez. Por ejemplo, en Cuerpos del delito (Dibbuks, 2017), guionizado por Antonio Altarriba, usa las extremidades de un cadáver para relatar un asesinato desde diferentes puntos de vista que se encuentran en la cabeza.
Para formar esos “espacios adaptados”, que beben de Escuela de chicas de Will Eisner o 13, Rue del Percebe de Ibáñez, puede usar desde el rostro de Putin (portada del 27 de marzo de 2022 de El País Semanal) hasta la barba de Walt Whitman para una reseña de The New York Times. “Me pareció la persona más creativa e imaginativa que tenemos en el panorama español. Esa manera de conectar las imágenes con el texto no la he visto en ningún otro autor de Europa”, sostiene Ricardo Esteban, fundador de Dibukks, actual editor de Nuevo Nueve y quien devolvió a García al mercado español después de casi una década. Otra arma de su arsenal narrativo es posicionar en el centro de la página a un personaje que invade y se relaciona con el resto de los dibujos de la hoja, como se puede ver reiteradas veces en El cielo en la cabeza (Norma, 2023), ganador del Gran Premio de la Crítica ACBD en el Festival de Angulema 2024.
“Es uno de los grandes maestros de la composición narrativa de España. Rompe con la secuencialidad convencional de las páginas sin que eso sacrifique la narrativa en ningún momento”, opina el editor de García en Norma, Luis Martínez. “El rectángulo es opresor, no me deja expandirme. Muerte al rectángulo, rompamos sus límites”, escribe García en su artículo científico El contenedor de historias: una narración multilineal en un espacio expansivo. Este recurso lo ha ido trasladando a formatos más grandes en los últimos años, como el mural Guerra que hizo en 2020, inspirado en el Guernica y que se muestra en el Museo Nacional de Picasso en París, o en los 11 paneles de casi cuatro metros que decorarán desde el verano la estación Stade de France.
Toda la experimentación que realiza García no se puede entender sin la labor de investigación que realiza como docente. “Es importante para mí no disociar mis trabajos como profesor universitario y dibujante”, refiere. Su faceta de divulgador y teórico la ha ejercido en conferencias que han llegado hasta Bélgica o Marruecos, pero también en algún tebeo. Historia de una página (Glénat, 2003), Anatomía de una historieta (Sins Entido, 2004) y Cómo hacer un cómic (Faktoria K de Libros, 2009) son libros —publicados primero en francés — en los que reflexiona sobre cómo construir una página, la composición de las viñetas o los criterios para escoger un buen enfoque de las escenas.
En aquellos trabajos de principios de los 2000 todavía se puede ver el estilo primerizo de García: trazos redondeados, líneas claras y un dibujo orgánico, inspirado en sus referentes del cómic europeo: Moebius y Hergé. Ha vuelto a estos estilos cuando ha encarado proyectos infantiles, como Perdidos en NYC (ECC, 2015), pero principalmente en Odi’s blog (Dibbuks, 2013). Un tebeo sin diálogos, editado primero por Dargaud en 2008, que cuenta varias historias en dos o tres páginas y la obra a la que García le tiene más cariño. ¿La razón? Los protagonistas, Odi y su pareja Adisson, son un alter ego del autor y su esposa y principal compañera de trabajo, Lola Moral.
“La época en que hacíamos Odi’s blog coincidió con un momento de cambio, cuando nos mudamos al monte. Con sus personajes tratamos de descifrar una realidad que siempre se nos presentó encriptada y con la que no nos sentimos del todo identificados”, explica Moral, quien guionizó la obra y colorea todos los trabajos de su esposo. Conoció a García cuando hacían las pruebas para ingresar en la carrera de Bellas Artes, empezaron a salir en 1986 y se casaron en 1993. Odi’s blog fue el primer tebeo en el que Moral se encargó del guion, pero en el color estuvo presente en la carrera de García desde Los tres caminos (2009, Sins Entido). “Conozco muy bien el trazo de Sergio y él conoce mi color. Nos complementamos casi sin hablarlo, cuando él pone sombras muy negras yo lo interpreto con colores vivos y naturales para lograr un equilibrio”, responde la artista multidisciplinar.
Ambos luchan para que el trabajo del colorista sea más valorado y sus créditos aparezcan en las portadas. “El color es lo primero que ve el lector cuando entra a una librería y coge un libro, lo que le transmite en una primera instancia”, defiende Moral. Sus hijos, de 26 y 22 años, han decidido también dedicarse a la ilustración. “Solo falta que el gato y la perra se pongan a dibujar. Decimos que nuestra casa [ubicada en una montaña de La Zubia] es un taller con camas para dormir y una cocina para alimentarse”.
Después de su esposa, con quien más ha trabajado García son los guionistas Antonio Altarriba y el francés Lewis Trondheim. “El primero es más cinematográfico y el otro teatral. Antonio tiene muchos cambios de plano, contrapicados y Lewis describe personajes que actúan en espacios más o menos fijos, a cuerpo completo. Lo bueno es que ambos me dejan total libertad creativa”, asegura. Con quien “no repetiría experiencia” es con Léo, compañero con el que realizó Dexter London (2002, Dargaud). “Al ser también un excelente dibujante le gusta que el guion sea tal cual lo concibe. Al estilo de Alan Moore, le gustan los ilustradores que hagan lo que él piensa, que no es algo negativo pero no va con mi forma de trabajar”.
Tras publicar su miniserie Amura (1995, Glénat), García se metió de lleno en el mercado francés. “Es complicado trabajar con cómics en España porque los precios son más bajos. Te quedan dos opciones: Estados Unidos o Francia”. Así, en los noventa y la primera década del 2000 se dedicó de manera casi exclusiva a trabajar en francés. A excepción de El cielo en la cabeza y Perdidos en NYC, todos sus tebeos son imposibles de conseguir en España, al estar descatalogados o inéditos en castellano. Antes de recibir el Premio de Ilustración en España en 2022, ya había sido reconocido en el Festival de BD en Sierre (Suiza) en 2001 y por el Society of Illustrators de Nueva York (2016).
García señala a su trabajo en prensa como el responsable de haberle dado visibilidad en territorio hispano: “Hacer las ilustraciones para las reseñas de The New York Times, que tiene un millón de suscriptores, y hacer tres portadas para El País Semanal me ha dado mucho caché”. Coinciden con él Esteban, quien lo redescubrió en un salón del cómic de Granada en 2007, y su actual editor Martínez: “Los directivos de Norma lo conocieron en las páginas de EL PAÍS y en las cubiertas de The New Yorker”, apunta este último. Sin embargo, no cree que haya sido ignorado estos años en España, sino que ha dado “el salto al gran público”: “Ha venido dando pasos de gacela, ha sido como una escalada y ahora mismo está en el mejor punto que podría estar”.
Sea o no profeta en su propia tierra, a García le esperan proyectos tan divergentes como de costumbre: prepara para finales de año un libro ilustrado en francés, Caminos cruzados en el valle dorado, con guion de Trondheim, y en 2025 protagonizará una muestra antológica en la galería Cayón de Madrid.
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