Sánchez no se va, hay que echarlo

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Es preciso reconocer al socialista que nos gobierna un dominio sin parangón del trilerismo político. En la persona de Pedro Sánchez concurren varios factores, todos ellos en grado superlativo, cuya combinación produce un ejemplar de caudillo populista tan perfecto como peligroso: arrogancia, ambición, codicia, narcisismo, astucia, audacia, ausencia de escrúpulos, carencia de principios, amoralidad absoluta . Una mezcla letal que solo puede ser combatida con coraje, firmeza y determinación parejos al atrevimiento sin límites que demuestra él en cada actuación.Cantó Aldama la 'traviata' sanchista (el título de la ópera de Verdi significa 'descarriada', un modo elegante de llamar a una mujer de mala vida, que en este caso serían muchas personas de ambos sexos) y la gran mayoría de los españoles le creyó, a decir de las encuestas. No solo su palabra era considerada más fiable que la del embustero profesional que llegó al poder a lomos de la mentira y del mismo modo lo conserva, sino que las revelaciones del «nexo corruptor de la trama», según la definición de la Guardia Civil, coincidían con las investigaciones de la UCO y arrojaban luz sobre episodios hasta entonces inexplicados, de extraordinaria gravedad. El Gobierno y el partido quedaban al descubierto, con las vergüenzas al aire, acusados de cobrar sobornos a diestro y siniestro a cambio de favorecer a sus benefactores con nuestro dinero y respaldar a regímenes criminales como el de Maduro. Todo parecía perdido. Cualquier presidente decente habría presentado su renuncia, aunque solo fuera para salvar la dignidad y defenderse con libertad, fuera del despacho oficial. Lo hizo recientemente el portugués Antonio Costa, socialista como Sánchez, aunque el parecido entre ambos empiece y termine en las siglas. Uno es un hombre de honor. El otro, un sinvergüenza.Cantó Aldama la 'traviata' y el principal acusado, apodado dentro de la banda '1', anunció una comparecencia institucional a primera hora del lunes, rodeada del mismo misterio que acompañó a sus cinco días de 'reflexión' y abandono de responsabilidades con motivo de la imputación de su esposa, Begoña Gómez. En esta ocasión, no obstante, ni siquiera sus más devotos loadores le otorgaron el beneficio de la duda. Circularon rumores variopintos, pero nadie pensó que se le pasara por la cabeza dimitir. Sánchez no se va por su propia voluntad. A Sánchez hay que echarlo con toda la fuerza de la democracia. Con el Estado de derecho representado por los jueces que no sucumben a sus presiones, con investigaciones periodísticas rigurosas , como la de nuestros compañeros Chicote y Fernández Miranda, y con una oposición que no se achante. No es tiempo de esperar a recoger la fruta madura. Es hora de atacar en el Congreso y en la calle, en las autonomías y ayuntamientos, en todos los frentes posibles y con todas las armas a nuestro alcance.

 

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