Sánchez ha faltado a su deber de socorrer

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Quien no comprenda la santa indignación de los vecinos de Paiporta tiene por corazón una piedra o una calculadora de votos, que viene a ser lo mismo. ¿Cómo no van a estar llenos de rabia, impotencia y frustración cuando es evidente que el Estado los ha abandonado a su suerte frente a la peor catástrofe natural que se recuerda? Achacar la ira justificada de ese pueblo a supuestas maniobras de grupúsculos de extrema derecha organizados retrata la ruindad de quien profiere tal acusación, proyectando en el prójimo su vileza. Porque solo desde la más profunda mezquindad, desde la bajeza moral más absoluta, cabe eludir la propia responsabilidad recurriendo al socorrido comodín de los 'fachas'. No, señores del Gobierno. En Paiporta no fueron los ultras quienes abuchearon y arrojaron fango a Sánchez, Mazón, Don Felipe y Doña Letizia. Ultras de la peor especie son los voceros a sueldo que todavía hoy repiten esa falaz consigna desde sus terminales mediáticos, empezando por RTVE, tomada al asalto de forma obscena el pasado miércoles en plena inundación, porque «los diputados no estamos para ir a Valencia a achicar agua», a decir de la muy 'solidaria' portavoz de Sumar, Aina Vidal. En Paiporta lo que se vio el domingo fue a una comunidad brutalmente golpeada por la DANA, incapaz de perdonar la negligencia criminal de quien debería haber acudido a socorrerlos y prefirió sentarse a esperar que el adversario político se desgastara. En Paiporta la furia se desbordó y pagaron justos por pecadores, es verdad. Pero mientras los justos, el Rey y la Reina, aguantaron a pie firme el chaparrón de insultos y barro, llevando a esas personas el abrazo y el aliento de toda la España que siente su tragedia como propia, el principal pecador, Pedro Sánchez, salió huyendo como el cobarde que es para esconderse en algún búnker desde el cual seguir intrigando.Ni el presidente de la Comunidad Valenciana ni el del Gobierno pueden sobrevivir políticamente a la desastrosa gestión de esta calamidad. Sánchez, mucho menos que Mazón. Porque si el dirigente autonómico ha demostrado carecer de reflejos para delegar desde el primer momento en el ejecutivo nacional el manejo de una crisis que le venía muy grande, al caudillo sanchista cabe atribuirle mala fe. «Omisión del deber de socorro y denegación de auxilio». Esa es la figura penal prevista para sancionar a las personas que, estando en condiciones de hacerlo, no prestan la ayuda necesaria a otras que se encuentran en situación de peligro o necesidad. Y el único español dotado de los medios necesarios era él. Suyo era el poder para enviar al Ejército y la Guardia Civil desde el primer día a la zona cero. Suya era la obligación de hacerlo. Perderse en un debate estéril sobre el reparto de competencias demuestra que no solo es un amoral, sino un presunto delincuente.

 

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