Hay películas que incluso antes de su estreno vienen con la vitola de segundonas, de accidentadas, de hermanas poco agraciadas de sus todopoderosas mayores. Samaritan, producción de Metro-Goldwyn-Mayer dirigida por Julius Avery y protagonizada por Sylvester Stallone, es una de ellas. Guardada en un cajón durante dos años a causa de la pandemia, pero quizá no solo, es la adaptación cinematográfica de un cómic muy poco conocido del sello Mythos que después de diversos problemas de distribución se estrena este viernes en todo el mundo a través de la plataforma Amazon sin pasar antes por los cines. En cuanto a su origen, su desarrollo y sus expectativas, pura serie B, modestia absoluta en comparación con la aristocracia de las superproducciones de Marvel o DC.
Y sin embargo, esa humildad no le viene nada mal, encajando además muy bien con el aura de pueblo llano que (casi) siempre ha tenido —y ha querido ofrecer— Stallone. Samaritan es poca cosa, pero no va de nada, y quizá por ello es mucho más sincera que otras. Apenas tiene efectos especiales, no hay demasiadas secuencias de acción —concentradas en el último cuarto de hora— y se desarrolla como un clásico producto Stallone desde los tiempos de Rocky y hasta los de Creed, serie con la que coexisten no pocos paralelismos. La película de superhéroes del antihéroe de Acorralado es sencilla, directa y noble. También corta de vuelo en todos los aspectos, pero nunca hace aguas.
Los lugares comunes de buena parte del cine de Stallone como escritor, director, productor y actor están aquí presentes: ambiente de clase trabajadora, de dignidad; fascinación infantil y juvenil por el mito, en este caso el del superhéroe protagonista, presuntamente muerto y en realidad escondido en su anónima modestia a la espera de tiempos mejores para la reaparición; el peligro de las malas compañías en las nuevas generaciones; la honra de la familia desestructurada que se parte la espalda currando; y una violencia distinta, más terrenal.
Stallone, cicatrices en la piel y en el alma, voz rota, dicción grumosa, está acompañado además por un estupendo reparto en el que, sin embargo, pocos repararán porque hay poca o ninguna estrella: gente como el danés Pilou Asbæk, formidable desde Borgen; el colombiano Moisés Arias, fabulosa pinta de mequetrefe, sobrecogedor en Monos; y, sobre todo, la confirmación del niño Javon Walton, de la serie Euphoria, con apariencia de prodigio duradero, y de la escuela de los insólitos críos con voz aguardentosa, nacida con el Jack Wild de Oliver.
Si hay público que demande esta campechanía superheroica es más que dudoso, pero en su estreno en Amazon la película puede encontrarse con un extraño grupo de alérgicos a la pomposidad, y a la vez admiradores del halo proletario de Stallone.
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Y sin embargo, esa humildad no le viene nada mal, encajando además muy bien con el aura de pueblo llano que (casi) siempre ha tenido —y ha querido ofrecer— Stallone. Samaritan es poca cosa, pero no va de nada, y quizá por ello es mucho más sincera que otras. Apenas tiene efectos especiales, no hay demasiadas secuencias de acción —concentradas en el último cuarto de hora— y se desarrolla como un clásico producto Stallone desde los tiempos de Rocky y hasta los de Creed, serie con la que coexisten no pocos paralelismos. La película de superhéroes del antihéroe de Acorralado es sencilla, directa y noble. También corta de vuelo en todos los aspectos, pero nunca hace aguas.
Los lugares comunes de buena parte del cine de Stallone como escritor, director, productor y actor están aquí presentes: ambiente de clase trabajadora, de dignidad; fascinación infantil y juvenil por el mito, en este caso el del superhéroe protagonista, presuntamente muerto y en realidad escondido en su anónima modestia a la espera de tiempos mejores para la reaparición; el peligro de las malas compañías en las nuevas generaciones; la honra de la familia desestructurada que se parte la espalda currando; y una violencia distinta, más terrenal.
Stallone, cicatrices en la piel y en el alma, voz rota, dicción grumosa, está acompañado además por un estupendo reparto en el que, sin embargo, pocos repararán porque hay poca o ninguna estrella: gente como el danés Pilou Asbæk, formidable desde Borgen; el colombiano Moisés Arias, fabulosa pinta de mequetrefe, sobrecogedor en Monos; y, sobre todo, la confirmación del niño Javon Walton, de la serie Euphoria, con apariencia de prodigio duradero, y de la escuela de los insólitos críos con voz aguardentosa, nacida con el Jack Wild de Oliver.
Si hay público que demande esta campechanía superheroica es más que dudoso, pero en su estreno en Amazon la película puede encontrarse con un extraño grupo de alérgicos a la pomposidad, y a la vez admiradores del halo proletario de Stallone.
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‘Samaritan’: Stallone es un superhéroe de clase trabajadora
La película es poca cosa, modestia absoluta en comparación con la aristocracia de las superproducciones de Marvel o DC, y quizá por ello es mucho más sincera
elpais.com