Billie_Herman
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Dice David Jiménez (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1970) que sus proyectos se desarrollan con la “idea de un río”, como una investigación que lo arrastra por aguas de incertidumbre, donde la inquietud se convierte en el motor de una exploración que conecta imágenes y busca significados ocultos, los cuales finalmente desembocan en impresiones que llegan allí donde no llegan las palabras.
Un enfoque fluido y abierto que se evidencia en ROMA, la serie iniciada por el autor en 2016, durante su residencia en la Real Academia de España en Roma, y que completó durante sus diversas estancias en Italia. Un proyecto materializado en forma de exposición bajo el título David Jiménez: ROMA que se inaugura hoy jueves en el Centro José Guerrero de Granada. Además, irá acompañado de una publicación: ROMA, editada por RM en colaboración con el Centro José Guerrero y el Centro Andaluz de Fotografía, donde se mostrará la exhibición el próximo año.
El acercamiento de Jiménez a sus temas mantiene siempre un carácter abstracto, valiéndose de la metáfora o la poesía. De ahí que la Roma de Jiménez no sea simplemente un escenario, sino un símbolo poderoso de los estratos de la memoria, de la interconexión entre el pasado y el presente. De resonancias y disonancias que trasladan al espectador a un espacio más conectado con la memoria emocional que con las referencias culturales, y tratan de esas “relaciones invisibles que operan secretamente en todo aquello que es, en apariencia, inmediato y reconocible”, tal y como expresa Carlos Martín, comisario de la muestra. “De Roma me deslumbró esa cualidad que tiene la ciudad, donde se acumula su pasado histórico: la época clásica romana y todas las capas medievales, renacentistas, barrocas hasta llegar a las contemporáneas”, destaca el autor durante una conversación telefónica. “He intentado jugar con la idea de que el tiempo destruye pero reconstruye. Reinterpreta o digiere las cosas y las vuelve a dar forma”. Nuevas formas de belleza y significado que remiten al proceso natural de la transformación, en las que el autor indaga a través de las superposiciones temporales, la descontextualización y la fragmentación para enlazar lo tangible con lo etéreo.
Como es habitual en la obra de Jiménez, se presenta como un juego de secuencias, aparentemente azaroso, que generan combinaciones reveladoras, alumbrando frágiles significados que incitan al espectador a encontrar los suyos propios. Las esculturas erosionadas por el tiempo, el color desvaído de un mosaico de hace 2.000 años, las texturas marmóreas, la densa vegetación de un paisaje o el faro roto de un coche se exhiben como una red de conexiones que alude tanto a las huellas materiales como a las emocionales, creando un universo donde predomina el enigma, la poesía, y el inconsciente, haciendo que el espacio y el tiempo se desvanezcan.
En la mayoría de las publicaciones del autor, la imagen se mantiene pura, sin acompañamiento de texto. En esta ocasión, el texto se integrará al libro en forma de separata. Martín, su autor, hará uso de un extracto de Sigmund Freud publicado en El malestar de la cultura, en el que el psicoanalista austriaco imagina Roma como un “ente psíquico” para sugerir que, del mismo modo que la ciudad eterna encierra todas las huellas de su vasta historia, el ser humano acumula la impronta de cada experiencia vivida, aunque estas no siempre sean visibles ni permanezcan activas. Así, cada monumento, rincón y color de Roma simboliza una capa de la mente que se reactivar bajo ciertas circunstancias.
Pero lo cierto es que “nada es literal en ROMA”, señala Martín. “No lo es por pertenecer a ese ámbito de la memoria personal, del prisma de la conmoción buscada; ni tampoco lo es la propia ciudad, su delimitación geográfica, pues las fotografías han sido tomadas en un radio amplio (siempre dentro del territorio italiano) tan lejano o tan cercano como el que permitiera a Jiménez escuchar una resonancia. ROMA no es un lugar sino una idea, es un resorte que puede saltar al paso en todo el mundo”.
La publicación introduce un recurso que permitirá al lector descubrir nuevas relaciones dentro de las imágenes mediante transparencias. Al iluminar algunas de las páginas con una fuente de luz, emergen pequeños hallazgos donde lo inerte parece cobrar vida. Un detalle que subraya la capacidad que Jiménez a tribuye a los libros como artefactos capaces de ofrecer múltiples lecturas.
De igual modo, en la exposición, el fotógrafo utilizará proyecciones para resaltar ese universo en contante transformación, donde cada instante parece arrastrar consigo el rastro del anterior. Un vídeo sin audio juega con velocidades contrastadas, de manera que en una parte las imágenes se proyectan lentamente, mostrando cómo la piedra parece mutar en volutas de humo y las formas impredecibles del agua imitan formas materiales; mientras que, en otra parte, una rápida secuencia de múltiples imágenes da fe del paso del artista por la ciudad. Lo efímero y lo permanente parecen haber quedado encapsulados en un mismo espacio.
“Anida en ROMA el deseo inalcanzable de restablecer una continuidad perdida en algún punto de la historia o en alguna oquedad de la memoria personal, pues para el fotógrafo nada existe por si mismo, sino solo en relación con todo lo demás”, advierte Martín. Su estancia en Roma inserta a Jiménez en el linaje de artistas que, a lo largo de la historia, se lanzaron a explorar la ciudad desde una perspectiva poética o metafórica, compartiendo una fascinación similar por su decadencia y monumentalidad. “Pero Jiménez se encara a ella subvirtiendo esa relación desigual con la ciudad como modelo omnipotente en un gesto que se diría imposible: soslayando la historia”.
David Jiménez: ROMA. Centro José Guerrero. Granada. Hasta el 12 de enero.
ROMA. David Jiménez. Editorial RM / Centro José Guerrero / Centro Andaluz de la Fotografía. 112 páginas. 50 euros.
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Un enfoque fluido y abierto que se evidencia en ROMA, la serie iniciada por el autor en 2016, durante su residencia en la Real Academia de España en Roma, y que completó durante sus diversas estancias en Italia. Un proyecto materializado en forma de exposición bajo el título David Jiménez: ROMA que se inaugura hoy jueves en el Centro José Guerrero de Granada. Además, irá acompañado de una publicación: ROMA, editada por RM en colaboración con el Centro José Guerrero y el Centro Andaluz de Fotografía, donde se mostrará la exhibición el próximo año.
El acercamiento de Jiménez a sus temas mantiene siempre un carácter abstracto, valiéndose de la metáfora o la poesía. De ahí que la Roma de Jiménez no sea simplemente un escenario, sino un símbolo poderoso de los estratos de la memoria, de la interconexión entre el pasado y el presente. De resonancias y disonancias que trasladan al espectador a un espacio más conectado con la memoria emocional que con las referencias culturales, y tratan de esas “relaciones invisibles que operan secretamente en todo aquello que es, en apariencia, inmediato y reconocible”, tal y como expresa Carlos Martín, comisario de la muestra. “De Roma me deslumbró esa cualidad que tiene la ciudad, donde se acumula su pasado histórico: la época clásica romana y todas las capas medievales, renacentistas, barrocas hasta llegar a las contemporáneas”, destaca el autor durante una conversación telefónica. “He intentado jugar con la idea de que el tiempo destruye pero reconstruye. Reinterpreta o digiere las cosas y las vuelve a dar forma”. Nuevas formas de belleza y significado que remiten al proceso natural de la transformación, en las que el autor indaga a través de las superposiciones temporales, la descontextualización y la fragmentación para enlazar lo tangible con lo etéreo.
Como es habitual en la obra de Jiménez, se presenta como un juego de secuencias, aparentemente azaroso, que generan combinaciones reveladoras, alumbrando frágiles significados que incitan al espectador a encontrar los suyos propios. Las esculturas erosionadas por el tiempo, el color desvaído de un mosaico de hace 2.000 años, las texturas marmóreas, la densa vegetación de un paisaje o el faro roto de un coche se exhiben como una red de conexiones que alude tanto a las huellas materiales como a las emocionales, creando un universo donde predomina el enigma, la poesía, y el inconsciente, haciendo que el espacio y el tiempo se desvanezcan.
En la mayoría de las publicaciones del autor, la imagen se mantiene pura, sin acompañamiento de texto. En esta ocasión, el texto se integrará al libro en forma de separata. Martín, su autor, hará uso de un extracto de Sigmund Freud publicado en El malestar de la cultura, en el que el psicoanalista austriaco imagina Roma como un “ente psíquico” para sugerir que, del mismo modo que la ciudad eterna encierra todas las huellas de su vasta historia, el ser humano acumula la impronta de cada experiencia vivida, aunque estas no siempre sean visibles ni permanezcan activas. Así, cada monumento, rincón y color de Roma simboliza una capa de la mente que se reactivar bajo ciertas circunstancias.
Pero lo cierto es que “nada es literal en ROMA”, señala Martín. “No lo es por pertenecer a ese ámbito de la memoria personal, del prisma de la conmoción buscada; ni tampoco lo es la propia ciudad, su delimitación geográfica, pues las fotografías han sido tomadas en un radio amplio (siempre dentro del territorio italiano) tan lejano o tan cercano como el que permitiera a Jiménez escuchar una resonancia. ROMA no es un lugar sino una idea, es un resorte que puede saltar al paso en todo el mundo”.
La publicación introduce un recurso que permitirá al lector descubrir nuevas relaciones dentro de las imágenes mediante transparencias. Al iluminar algunas de las páginas con una fuente de luz, emergen pequeños hallazgos donde lo inerte parece cobrar vida. Un detalle que subraya la capacidad que Jiménez a tribuye a los libros como artefactos capaces de ofrecer múltiples lecturas.
De igual modo, en la exposición, el fotógrafo utilizará proyecciones para resaltar ese universo en contante transformación, donde cada instante parece arrastrar consigo el rastro del anterior. Un vídeo sin audio juega con velocidades contrastadas, de manera que en una parte las imágenes se proyectan lentamente, mostrando cómo la piedra parece mutar en volutas de humo y las formas impredecibles del agua imitan formas materiales; mientras que, en otra parte, una rápida secuencia de múltiples imágenes da fe del paso del artista por la ciudad. Lo efímero y lo permanente parecen haber quedado encapsulados en un mismo espacio.
“Anida en ROMA el deseo inalcanzable de restablecer una continuidad perdida en algún punto de la historia o en alguna oquedad de la memoria personal, pues para el fotógrafo nada existe por si mismo, sino solo en relación con todo lo demás”, advierte Martín. Su estancia en Roma inserta a Jiménez en el linaje de artistas que, a lo largo de la historia, se lanzaron a explorar la ciudad desde una perspectiva poética o metafórica, compartiendo una fascinación similar por su decadencia y monumentalidad. “Pero Jiménez se encara a ella subvirtiendo esa relación desigual con la ciudad como modelo omnipotente en un gesto que se diría imposible: soslayando la historia”.
David Jiménez: ROMA. Centro José Guerrero. Granada. Hasta el 12 de enero.
ROMA. David Jiménez. Editorial RM / Centro José Guerrero / Centro Andaluz de la Fotografía. 112 páginas. 50 euros.
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‘ROMA’, de David Jiménez: tiempo y emoción en la ciudad eterna
Una exposición y una publicación ofrecen un relato visual de la capital italiana, donde el fotógrafo invita al espectador a explorar nuevos significados, revelando la conexión entre lo tangible y lo etéreo y desafiando la percepción del pasado y el presente
elpais.com