kelly.parker
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Roger Mas no cree que segundas partes nunca fueron buenas, y doce años después de su primer disco con la Cobla Sant Jordi Ciutat de Barcelona, ha llegado el segundo, Roger Mas i la Cobla Sant Jordi Ciutat de Barcelona, vol. 2. Mismo perfil con canciones ajenas, versiones de propias y alguna novedad, todo ello mediante cobla y una novedad, la duración más corta para que quepa en vinilo, expreso deseo de su autor. No se busquen grandes palabras para explicar este espléndido álbum, quizás mejor que su predecesor, pues su autor dice que aspira a ser “un disco divertido y sin estridencias, que permita ser escucharlo de fondo sin molestar y a la vez tenga muchas cosas que oír si le prestas atención”. No lo dice Roger Mas por falsa modestia o por quitarle enjundia al disco, sino por evitar obligaciones: “No quiero transmitir responsabilidades al público catalán por eso del cantautor con la cobla, algo a alabar casi por militancia. He hecho un disco con cobla porque la cobla nos gusta a todos los implicados y porque nos queríamos divertir”. Punto. Mas presenta el disco el 6 de diciembre en Porrera, el 14 en Alella y el 17 en Barcelona.
Pese a la renuencia de Roger Mas a dar trascendencia a lo que hace, resulta evidente que su adaptación de la cobla a la música popular y de autor es un gran paso adelante: “Es cierto que la cobla ha tendido hacia la clásica antes que hacia otros territorios como el jazz”, asegura al indicársele el acento jazzy que tiene el álbum, y que le hace torcer el gesto por delegación cuando se compara a la cobla con una big-band. “A los músicos de cobla no les gustaría ese paralelismo”, asegura, antes de indicar que el álbum desea reivindicar la clásica cobla-orquesta de los años 40 y que la cobla puede afrontar cualquier estilo sin por ello dejar de ser cobla. Tanto monta, el jazz está en el disco, amén de una toma espléndida de Marina Rosell, única invitada, cantando Quan tothom viurà d’amor (del quebequés Raymond Lévesque): “No le di ninguna instrucción, lo hizo rápido y fácil, es un tema que ya había grabado”, asegura Mas, que en el disco canta en varios idiomas: “Cuando lo hago en castellano cuido mucho las eles palatales, para no tener tanto acento”. Por cierto, Roger canta maravillosamente, con voz abaritonada que dice se encontró: “De joven yo sabía que haría algo creativo, pero no sabía si sería escribir, pintar o hacer música. A base de pruebas acabé cantando sin ser muy consciente del tipo de voz que tenía. El público me dijo no era para el rock”.
Quien no puede faltar en el disco, como ocurrió con el primero, es su admirado Fabrizio De Andrè: “De no haber existido de otro tendría que haber aprendido a cantar”, apunta el cantante antes de desgranar los motivos de su admiración y deuda con el cantautor genovés. “Lo que me gusta de André es la forma en la que dice: ‘cómo canta’. Tiene en común con Sisa y Pau Riba que pueden ir cambiando de músicos y de estilos, pero hay un discurso y es claro, una manera de hacer y de decir la letra que hace que llegue al público con más claridad. Es un cantautor que no es músico y quizás por ello tiene una línea musical menos nítida”. El mismo Roger Mas se considera cantautor -”porque entre músicos soy poeta y entre poetas músico”- y hace broma al respecto: “Creo que por eso ni unos ni otros me ven como competencia y al ser prudente y poco irritante me llevo bien con todos”.
La reciente efervescencia de la música popular y folclórica tanto en Cataluña como en el resto del país es explicada por Mas en términos de reacción: “La música anglosajona nos pasó por encima como una apisonadora. Ellos venían también de una tradición, pero todo parecía tan moderno, fresco y bueno que unido a nuestra sensación de atraso hizo que triunfase. Renato Carosone lo ironizó en Tu vuò fà l’americano. Ahora, con el alcance que tenemos a la música de todo el planeta, ya no vivimos apisonados, sino en un coctel. Ya no hay verdades, hay una para la mañana y otra para la tarde, según lo que escuches”, opina. De vuelta a la tradición que mama desde pequeño, la cobla y la música de fiesta a ella asociada, Roger Mas vuelve a reivindicarla: “Creo que se demoniza o menosprecia a los instrumentos populares porque estamos acostumbrados a escucharlos en las plazas tocados por músicos amateurs. Pero en las coblas hay excelentes instrumentistas, no solo músicos amateurs. Igual el problema no es el instrumento sino quien lo toca o nuestros prejuicios, pero el caso es que por ejemplo en la Sant Jordi hay músicos excelentes”.
A lo largo de la conversación y dada la renuencia de Roger Mas a utilizar grandes palabras o frases para friso en edificio oficial, se va formando lo que subyace en todo el trabajo que Mas lleva haciendo durante estos 25 años. Persona muy enraizada en su tierra, en su cultura y tradiciones, con un marco lingüístico con el catalán como faro: “No me gusta elevar la voz, intento hacer ver que lo vivimos todo de manera muy normal”, ironiza antes de reír. Entonces, ¿eres una persona muy pensada? “Demasiado”, responde veloz. Pero no quiere parecerlo: “Exacto”, finaliza.
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Pese a la renuencia de Roger Mas a dar trascendencia a lo que hace, resulta evidente que su adaptación de la cobla a la música popular y de autor es un gran paso adelante: “Es cierto que la cobla ha tendido hacia la clásica antes que hacia otros territorios como el jazz”, asegura al indicársele el acento jazzy que tiene el álbum, y que le hace torcer el gesto por delegación cuando se compara a la cobla con una big-band. “A los músicos de cobla no les gustaría ese paralelismo”, asegura, antes de indicar que el álbum desea reivindicar la clásica cobla-orquesta de los años 40 y que la cobla puede afrontar cualquier estilo sin por ello dejar de ser cobla. Tanto monta, el jazz está en el disco, amén de una toma espléndida de Marina Rosell, única invitada, cantando Quan tothom viurà d’amor (del quebequés Raymond Lévesque): “No le di ninguna instrucción, lo hizo rápido y fácil, es un tema que ya había grabado”, asegura Mas, que en el disco canta en varios idiomas: “Cuando lo hago en castellano cuido mucho las eles palatales, para no tener tanto acento”. Por cierto, Roger canta maravillosamente, con voz abaritonada que dice se encontró: “De joven yo sabía que haría algo creativo, pero no sabía si sería escribir, pintar o hacer música. A base de pruebas acabé cantando sin ser muy consciente del tipo de voz que tenía. El público me dijo no era para el rock”.
Quien no puede faltar en el disco, como ocurrió con el primero, es su admirado Fabrizio De Andrè: “De no haber existido de otro tendría que haber aprendido a cantar”, apunta el cantante antes de desgranar los motivos de su admiración y deuda con el cantautor genovés. “Lo que me gusta de André es la forma en la que dice: ‘cómo canta’. Tiene en común con Sisa y Pau Riba que pueden ir cambiando de músicos y de estilos, pero hay un discurso y es claro, una manera de hacer y de decir la letra que hace que llegue al público con más claridad. Es un cantautor que no es músico y quizás por ello tiene una línea musical menos nítida”. El mismo Roger Mas se considera cantautor -”porque entre músicos soy poeta y entre poetas músico”- y hace broma al respecto: “Creo que por eso ni unos ni otros me ven como competencia y al ser prudente y poco irritante me llevo bien con todos”.
La reciente efervescencia de la música popular y folclórica tanto en Cataluña como en el resto del país es explicada por Mas en términos de reacción: “La música anglosajona nos pasó por encima como una apisonadora. Ellos venían también de una tradición, pero todo parecía tan moderno, fresco y bueno que unido a nuestra sensación de atraso hizo que triunfase. Renato Carosone lo ironizó en Tu vuò fà l’americano. Ahora, con el alcance que tenemos a la música de todo el planeta, ya no vivimos apisonados, sino en un coctel. Ya no hay verdades, hay una para la mañana y otra para la tarde, según lo que escuches”, opina. De vuelta a la tradición que mama desde pequeño, la cobla y la música de fiesta a ella asociada, Roger Mas vuelve a reivindicarla: “Creo que se demoniza o menosprecia a los instrumentos populares porque estamos acostumbrados a escucharlos en las plazas tocados por músicos amateurs. Pero en las coblas hay excelentes instrumentistas, no solo músicos amateurs. Igual el problema no es el instrumento sino quien lo toca o nuestros prejuicios, pero el caso es que por ejemplo en la Sant Jordi hay músicos excelentes”.
A lo largo de la conversación y dada la renuencia de Roger Mas a utilizar grandes palabras o frases para friso en edificio oficial, se va formando lo que subyace en todo el trabajo que Mas lleva haciendo durante estos 25 años. Persona muy enraizada en su tierra, en su cultura y tradiciones, con un marco lingüístico con el catalán como faro: “No me gusta elevar la voz, intento hacer ver que lo vivimos todo de manera muy normal”, ironiza antes de reír. Entonces, ¿eres una persona muy pensada? “Demasiado”, responde veloz. Pero no quiere parecerlo: “Exacto”, finaliza.
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