‘Rodeo’: lucha y fragilidad de una ‘motomami’ en un reducto de hombres

rolfson.melvin

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En una entrevista para El País Semanal publicada unos días antes de la salida de su álbum Motomami, en marzo de 2022, Rosalía desvelaba lo que significaba el extraño título de su nuevo disco: la dualidad entre la fuerza de ir en moto y la fragilidad de ser una mami, siempre en honor a su madre, que cumple ambas características; un término que, según ella, podría definir a las mujeres luchadoras, auténticas y decididas, incluso agresivas, pero que al mismo tiempo son frágiles y manejan la posibilidad de romperse precisamente porque arriesgan.

Una dualidad conceptual que le encaja tan bien a la protagonista de la película francesa Rodeo que no es extraño que la distribuidora española encargada de su estreno en nuestra cartelera la esté intentando vender con esta frase: “La película motomami de Lola Quivoron”. El nombre de la directora, que dice poco o nada, pues es una debutante francesa desconocida en España, es casi lo de menos. El objetivo es sumar el término motomami al de una mujer (y lo de Lola ayuda). Está bien que así sea, pues estamos ante una historia sobre el empoderamiento femenino en un ámbito en el que no solo se ningunea a la mujer sino que, como muestra el relato, se la desprecia: las carreras y las acrobacias ilegales de la juventud francesa con las motocicletas de cross, buena parte de ellos chicos de la periferia e hijos de la inmigración.

Estrenada en el festival de Cannes de 2022, Rodeo es una de esas películas de cine social europeo impulsadas por la reivindicación a las que poco se puede objetar. Y de las que, también, poco se puede destacar más allá de su mensaje. Quivoron filma con arrojo las andanzas en moto de la chica de origen antillano que protagoniza la historia; tiene a una actriz con rostro, físico y mirada atractivos en lo cinematográfico, incluidas unas hermosas ojeras que dicen mucho de lo dura que es su existencia; y retrata con pulcritud y credibilidad el ambiente hostil y machista en el que se desenvuelve la chica.

Una imagen de 'Rodeo'.

Sin embargo, también es una de esas habituales películas de guion esquelético que pretenden ocultar su falta de ambiciones argumentales (y quizá de talento) en una nebulosa elíptica y de escasa información que nunca ayuda a que el espectador mantenga sus ojos y su mente en la pantalla. A la subtrama con los robos de las motos de los burgueses por parte de la protagonista, enviada por el típico traficante que nunca se la juega, le faltan nervio y sorpresa, y tampoco es que pretenda ser una efervescente película de atracos. Y las dos relaciones sentimentales que maneja se quedan sin desarrollar, con algún apunte interesante, pero carentes de emoción. Son películas en las que, hablando en plata, pasan tan pocas cosas que todo se fía al mensaje y al realismo del ambiente. Y las dos cosas están bien, pero no lo suficiente como para enganchar.

En el libreto de casi dos horas de Quivoron y Antonia Buresi (también actriz de reparto) hay demasiados huecos que se podrían haber llenado. El retrato de una mujer en llamas que domina como nadie las máquinas de motocross, tan asociadas asimismo en España a la gente de barrio y de clase media baja que muestra con orgullo su caballo de batalla social (las Rieju son un símbolo), apunta algunas buenas ideas relacionadas con la carretera, el ruido y la velocidad como emblemas de libertad y de emancipación, y la directora las filma con convicción, acompañadas de envolvente música urbana. Pero la fuerza de Rodeo y de su protagonista se acaba diluyendo entre un cierto tedio y un desenlace, como mínimo, discutible.

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