Ransom_Borer
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Hubo un tiempo en los años ochenta, queridos niños, en que la programación de TVE, que hasta entonces había sido la televisión única, prestaba atención prioritaria al rock y al pop, es decir, al interés de una juventud abundante, la de la generación X, la más numerosa en España. Los X, nacidos entre 1965 y 1981, son hoy la parte ancha de la pirámide de población, la que tiene más capacidad de consumo, la que disfruta en su madurez regresando a la música y la televisión que consumía en su adolescencia y primera juventud, cuando los recuerdos se quedan esculpidos en sus tiernos cerebros.
Televisión Española cuenta con un catálogo imbatible para ellos, el disponible en RTVE Play. Allí pueden verse programas enteros de décadas pasadas, con todos sus episodios. Es este material el que se corta en fragmentos muy pequeños, demasiado pequeños, en formatos como Viaje al centro de la tele o Cachitos. Como la gente es perezosa para navegar por menús infinitos, la serie Tesoros de la Tele, en La 2, recupera desde 2020, en capítulos monográficos, los espacios favoritos de los hoy cincuentones. Y los repone porque, claro, este material no caduca.
El domingo pasado fue el turno de Rockopop y removió a los nostálgicos. Se emitía los sábados, después de la película de la tarde, y su presentadora, Beatriz Pécker, dejó claro desde el primer capítulo que su objetivo era que la chavalada retrasara la hora de salir de juerga (por calles más salvajes que las de hoy, cabe recordar a quienes idealizan el pasado). Entre 1988 y 1992, desfilaron por aquí estrellas internacionales (REM, Tina Turner, Depeche Mode, Whitney Houston) y nacionales (Sabina, Siniestro Total, Loquillo, Los Rodríguez). La mayor parte de ellos recurrían al playback, aunque Iggy Pop debió negarse y salió solo haciendo rugir su guitarra; al lado contrario, Kylie Minogue apareció también sola pero ni siquiera llevaba micrófono, para qué disimular.
El programa, además, recuperaba otras actuaciones, estas sí en directo, de quienes habían dado conciertos en España (los Ramones, con entrevista), en festivales internacionales (como los de Amnistía Internacional) o en alguna sesión más alternativa (como la que unió a Radio Futura y El Último de la Fila, rebautizados como Los Peatones, vaya joya).
En aquella época, la promoción de cualquier banda pasaba por los platós de distintos países aunque fuera para simular que interpretaban una sola canción. Pécker se movía también detrás de las figuras: asaltaba a U2 en el aeropuerto, viajaba a Malibú a entrevistar a Sting, acudía a una rueda de prensa de David Bowie. Y a menudo hacía preguntas sorprendentes, porque en ese tiempo la comunicación de los artistas no estaba tan encorsetada como hoy, cuando con suerte te dan 15 minutos por teléfono y te advierten sobre qué preguntar y qué no.
Rockopop solo era un programa musical entre muchísimos otros que proliferaron en los ochenta en TVE: Aplauso, La edad de oro, Caja de ritmos, Popgrama, Tocata, Qué noche la de aquel año, Avanba buluba balam bambú, Disco visto... El melómano lamenta que ninguna televisión preste hoy esa atención a la escena sonora. En la televisión pública se ha quedado como única excepción, y confinado en la madrugada, Los conciertos de Radio 3; un intento meritorio como fue La hora musa no tuvo continuidad. Quizás todo esto indique que la música pop no tiene la relevancia social que tuvo: entonces era el tema de conversación dominante a ciertas edades y uno se sentía obligado a estar a la última. Hoy la música compite con la avalancha de contenidos que persiguen nuestra atención desde pantallas grandes y pequeñas. Ya apenas se escuchan discos, si acaso playlists.
Dice el escritor Jorge Dioni que el pop nació y murió con el Estado de bienestar, y como este expiró tras la Gran Recesión a partir de 2007: “Era la música de la clase media, que ahora solo quiere consumir nostalgia”. Concluye el autor: “Queremos restaurar algo que se perdió y lo hacemos con un rito clásico: convocando los sonidos que acompañaron ese momento. Es imposible”. Al exhibir tanto su pasado, al presumir con razón de él, TVE hace más evidente que ya no queda nada de lo que hacía en sus años más movidos.
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Televisión Española cuenta con un catálogo imbatible para ellos, el disponible en RTVE Play. Allí pueden verse programas enteros de décadas pasadas, con todos sus episodios. Es este material el que se corta en fragmentos muy pequeños, demasiado pequeños, en formatos como Viaje al centro de la tele o Cachitos. Como la gente es perezosa para navegar por menús infinitos, la serie Tesoros de la Tele, en La 2, recupera desde 2020, en capítulos monográficos, los espacios favoritos de los hoy cincuentones. Y los repone porque, claro, este material no caduca.
El domingo pasado fue el turno de Rockopop y removió a los nostálgicos. Se emitía los sábados, después de la película de la tarde, y su presentadora, Beatriz Pécker, dejó claro desde el primer capítulo que su objetivo era que la chavalada retrasara la hora de salir de juerga (por calles más salvajes que las de hoy, cabe recordar a quienes idealizan el pasado). Entre 1988 y 1992, desfilaron por aquí estrellas internacionales (REM, Tina Turner, Depeche Mode, Whitney Houston) y nacionales (Sabina, Siniestro Total, Loquillo, Los Rodríguez). La mayor parte de ellos recurrían al playback, aunque Iggy Pop debió negarse y salió solo haciendo rugir su guitarra; al lado contrario, Kylie Minogue apareció también sola pero ni siquiera llevaba micrófono, para qué disimular.
El programa, además, recuperaba otras actuaciones, estas sí en directo, de quienes habían dado conciertos en España (los Ramones, con entrevista), en festivales internacionales (como los de Amnistía Internacional) o en alguna sesión más alternativa (como la que unió a Radio Futura y El Último de la Fila, rebautizados como Los Peatones, vaya joya).
En aquella época, la promoción de cualquier banda pasaba por los platós de distintos países aunque fuera para simular que interpretaban una sola canción. Pécker se movía también detrás de las figuras: asaltaba a U2 en el aeropuerto, viajaba a Malibú a entrevistar a Sting, acudía a una rueda de prensa de David Bowie. Y a menudo hacía preguntas sorprendentes, porque en ese tiempo la comunicación de los artistas no estaba tan encorsetada como hoy, cuando con suerte te dan 15 minutos por teléfono y te advierten sobre qué preguntar y qué no.
Rockopop solo era un programa musical entre muchísimos otros que proliferaron en los ochenta en TVE: Aplauso, La edad de oro, Caja de ritmos, Popgrama, Tocata, Qué noche la de aquel año, Avanba buluba balam bambú, Disco visto... El melómano lamenta que ninguna televisión preste hoy esa atención a la escena sonora. En la televisión pública se ha quedado como única excepción, y confinado en la madrugada, Los conciertos de Radio 3; un intento meritorio como fue La hora musa no tuvo continuidad. Quizás todo esto indique que la música pop no tiene la relevancia social que tuvo: entonces era el tema de conversación dominante a ciertas edades y uno se sentía obligado a estar a la última. Hoy la música compite con la avalancha de contenidos que persiguen nuestra atención desde pantallas grandes y pequeñas. Ya apenas se escuchan discos, si acaso playlists.
Dice el escritor Jorge Dioni que el pop nació y murió con el Estado de bienestar, y como este expiró tras la Gran Recesión a partir de 2007: “Era la música de la clase media, que ahora solo quiere consumir nostalgia”. Concluye el autor: “Queremos restaurar algo que se perdió y lo hacemos con un rito clásico: convocando los sonidos que acompañaron ese momento. Es imposible”. Al exhibir tanto su pasado, al presumir con razón de él, TVE hace más evidente que ya no queda nada de lo que hacía en sus años más movidos.
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‘Rockopop’ era un programa de música entre muchos otros en TVE. No queda nada
A finales de los ochenta, Beatriz Pécker aspiraba a que los jóvenes retrasaran la juerga del sábado. La serie ‘Tesoros de la tele’ conmueve al nostálgico. La cultura pop no es lo que era, ni tampoco la televisión
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