'Rock Bottom': el paraíso balear de Robert Wyatt antes de caer a los infiernos

Ettie_Cummings

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Los compositores que sueltan esa boutade de que escriben más inspirados cuando están un poco 'depres' que cuando están como una perdiz, seguro que se ruborizarían al descubrir la historia de 'Rock Bottom' , el disco que Robert Wyatt grabó tras quedar parapléjico al caerse por la ventana de un cuarto piso durante la alucinada fiesta de cuarenta cumpleaños de Gilli Smyth (de Gong) en Londres, en la que también estaban sus colegas de Pink Floyd. El músico de Bristol había firmado algunas de las páginas más brillantes del Sonido Canterbury con Soft Machine y Matching Mole entre 1964 y 1972 y tenía un futuro razonablemente prometedor por delante, pero el accidente, acaecido un año después, le obligó a cambiar sus expectativas: ya nunca más podría ser el mercurial baterista-cantante que deslumbró a sus coetáneos, así que cambió las baquetas por el teclado (salvo alguna excepción jazzística que no requería el uso de los pies) y adaptó a sus nuevas circunstancias 'Rock Bottom' («tocar fondo» en inglés), el disco en solitario al que había terminado de dar forma en el idílico pueblo de Deià (en Mallorca, donde se encontró con sus ex compañeros Kevin Ayers y Daevid Allen), en sus ratos libres entre borracheras, rituales lisérgicos, picos de heroína, zambullidas en el Mediterráneo y paseos por la Sierra de Tramontana.Además de ser uno de los pocos 'back-man' del rock (en lugar de front-man, al cantar desde atrás, desde la batería), Wyatt tenía ciertas particularidades que lo hacían único. Escribía muchas de sus letras con un estilo dadaísta que convertía las canciones en meta-canciones como 'Why am I so short', donde cantaba: «I've got a drum kit and some sticks / So when I'm drunk or in a fit / I find it easy to express myself» («Tengo una batería y unas baquetas / Así que cuando estoy borracho o me da un ataque / Me resulta fácil expresarme»). También era una persona reservada, alérgica al famoseo, e increíblemente generosa como demuestra la letra de 'Have you ever bean green', donde agradecía a Jimi Hendrix (uno de sus mayores fans) haberse llevado a Soft Machine de gira por Estados Unidos: «Thank you, Noel and Mitch, and thank you, Jim, for our exposure to the crowd» («Gracias, Noel y Mitch, y gracias, Jim, por nuestra exposición a las masas»). ¿Quién haría algo así, de ese modo tan singular? Sólo Robert Wyatt.Noticia Relacionada estandar No Animario, del stop-motion a las fantasías psicodélicas Nacho Serrano El festival de animación se celebra del 12 al 15 de diciembre en Cineteca MadridCon esa misma bonhomía se topó la cineasta María Trénor cuando casi de milagro consiguió llegar hasta él para proponerle hacer una película de animación sobre esa etapa de su vida. «A cualquier fan le hubiera encantado conocerle en persona, porque lo que me encontré fue a alguien con un carisma muy especial, pero tierno y cercano. Me dijo, 'haz lo que quieras', y nos cedió los derechos de su música. Un gesto sin el cual hubiera sido imposible sacar el proyecto adelante», cuenta la directora valenciana. Trénor reconoce que «el punto de partida» para hacer una película sobre él «ya era muy potente», pero entonces se encontró con las dudas propias de la aproximación a una figura tan angulosa, trance que solventó haciendo «una suerte de musical, más que un biopic», en el que las imágenes gozan de una sobrecogedora carga poética que le va al pelo al personaje. «Hay partes ficcionadas y otras reales, para éstas me documenté leyendo la biografía que escribió Marcus O'Dair , que por desgracia no está traducida al español, y también hablando directamente con Robert cuando fuimos a visitarlo en 2013, con motivo de una entrevista para un reportaje sobre artistas extranjeros que habían vivido en Mallorca. Dependiendo de cómo fuera su reacción, iría adelante con el proceso o no. Y me encontré a un ser maravilloso al que pude preguntarle todo lo que quise».La película, titulada igual que el disco y estrenada por primar vez en el Festival de Annecy (el más importante del mundo en el sector de la animación), tiene influencias de la obra de Mati Klarwein (ilustrador de discos de Santana, Miles Davis o The Chamber Brothers) y del cine experimental de José Val del Omar , brindando un crudo pero hermosísimo retrato de la relación de Wyatt con la ilustradora Alfreda Benge, a la que todos llamaban Alfie, con la que compartió sus días en Deià y a la que finalmente quedó emparejado de por vida. Ahora los dos viven retirados en un pueblecito del condado inglés de Lincolnshire pero, desgraciadamente, ambos están bastante mal de salud. «Hemos intentado volver a visitarle varias veces, sin éxito», revela la directora. «Le hicieron una operación bastante importante, y la última vez que me mensajeé con él, se disculpó porque tenía que estar prácticamente todo el día tumbado completamente boca arriba, levantándose sólo cada ciertas horas. Y está perdiendo la memoria. A ella le hicieron otra operación de corazón, y está perdiendo la vista. Me da mucha pena no haber podido tener su feedback de la película».MÁS INFORMACIÓN David Gilmour: «Mi mujer está cada vez más obsesionada con mi muerte»Para grabar 'Rock Bottom', Wyatt contó con la ayuda de Mike Oldfield, Nick Mason (baterista de Pink Floyd, que se encargó de la producción), Hugh Hopper (de Soft Machine) y otros viejos amigos de la escena Canterbury como Richard Sinclair, Laurie Allan o Fred Frith. Después publicó otros seis álbumes que completaron una discografía única en su especie, que a juicio de Trénor, hace de Wyatt una figura «que merecía la pena reivindicar a través de una película que ojalá sirva para que la gente joven descubra a este genio con mayúsculas», esperemos que antes de leer su obituario.

 

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