Rachael_Satterfield
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Si la guerra no descansa en Navidad, tampoco lo hace el ridículo, que puede aparecer en cualquier estación, y cualquier día. Los romanos celebraban el solsticio de invierno –entre el 21 y 22 de diciembre– cuando las noches se acortan y empezamos a caminar hacia días más largos, y lo llamaban Fiestas de Invierno. Pasado el solsticio de invierno, en la noche del 24 de diciembre y el día 25, celebran la Navidad más de 2.000 millones de personas , una de cada cuatro que pueblan la Tierra. Y lo hacen para conmemorar el nacimiento de Jesús. Es una fiesta tan arraigada desde hace veinte siglos, y tan tradicional, que todo el mundo conoce su origen y fundamento.Pues a pesar de estos antecedentes, cuando vivía en Zaragoza, el pasado siglo, me sorprendió la felicitación de un concejal del ayuntamiento de la ciudad, donde me deseaba «Felices Fiestas de Invierno». Lo llamé por teléfono para preguntarle las causas de la nueva denominación, y me dijo que él era ateo y que, en realidad, los cristianos le habían arrebatado la fiesta a los romanos.Estupefacto por la explicación, le dije que, puestos a reivindicar las fechas de las fiestas, le insté a que presentara una moción para que las fiestas del Pilar pasaran a llamarse Fiestas Fontinales, porque los romanos, el 13 de octubre, celebraban esas fiestas en honor de Fonto, dios de las ninfas de las aguas y manantiales. No presentó esa moción, ni me felicitó la Navidad al año siguiente.El ridículo, como las tonterías contemporáneas, suele ser contagioso, y no son pocas las personas que se consideran ateas y piensan que es un deber sacar del error a quienes aceptan y celebran las creencias cristianas.En las ciudades españolas, por ejemplo, si el ayuntamiento está regido por la izquierda, hay una renuencia a instalar belenes y nacimientos. Alcaldes y concejales no llegan a la estupidez de mi paisano zaragozano, pero optan por la denominación ambigua de 'Felices Fiestas', que podrían ser las paganas fiesta del fin de año o las fiestas patronales de la ciudad.He llegado a la conclusión de que un ateo militante es tan pesado como un cura católico que no para de dar sermones. No entiendo la necesidad, ni la utilidad. A mí hay aspectos de la religión musulmana que no me gustan, o que me parecen ridículos, pero si dedicara parte de mi vida a explicar que lo de no comer cerdo se debe a la triquinosis y me pusiera nervioso cuando se celebra el Ramadán, mi vida se complicaría de una manera absurda.También podría dedicarme a predicar sobre la contradicción entre el sentido de la Navidad y la versión materialista y comercial con que la adornamos, pero no soy militante de nada. Me gusta la Navidad: Feliz Navidad a todos ustedes.
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